Capítulo 88

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—¡Te dije que no quería que me salpicase ninguna de tus mierdas!

Milán, quien se encontraba riendo alegremente junto a Paula, se giró confuso hacia su mejor amigo.

—¿Podrías explicarte mejor? —preguntó de forma presuntuosa.

—A mí no me vengas con esas —advirtió—. Te dije que no quería saber nada de lo de los nuevos y que ni se te ocurriese hacer algo que tocase a Venus. Sin embargo, ella ha venido a reclamarme y todo me ha estallado a mí, así que ya puedes solucionarlo.

Milán conocía lo suficientemente bien a Damián como para saber que no tenía un humor demasiado apacible y que estaba en un día de esos en el que no había que tocarle los cojones, pero de todos modos no pensaba recular. No entendía por qué su amigo estaba de ese modo. Él tan solo había marcado territorio con los nuevos para que supiesen cuál era su sitio. No era para tanto...

—Venga ya, ha sido una bromita de nada, no te pongas así —respondió colocando su mano en el hombro de su amigo, pero este enseguida la retiró.

—No estoy para coñas. Cómprale otro saco, pídelo perdón, ignóralo... haz lo que te de la gana, pero déjame al margen en tu guerra con los nuevos, ¿está claro? No quiero saber nada —Cogió aire—. Eso sí, no quiero que tu mierda de jueguecito roce a Venus —Se giro hacia Paula—. Y va por los dos. Si siquiera hacéis que se sienta incómoda, esto será personal. ¿Ha quedado claro? —advirtió en tono serio.

Paula se quedó en silencio. Damián era frío y algo autoritario, pero nunca lo había visto en ese plan. Había conseguido ponerle los pelos de punta.

—Venus es intocable —pronunció Milán a modo de promesa levantando la mano derecha.

Damián les dedicó una mirada de pocos amigos y después se marchó del lugar.

—Tranquila, ya se le pasará —dijo Milán restando importancia a lo que acababa de pasar.

—Eso ha sido intenso, no pensé que le sentaría tan mal lo de los nuevos. Creía que le caían tan mal como a nosotros —dijo evitando el tema de que ella también pertenecía a ese grupo, aunque fingía que no.

—Y le caen, pero Venus es Venus —dijo rodando los ojos—. Siempre ha sido y será así.

Paula lo miró confusa. Esa chica estaba en todos los lados. ¿Qué pasaba con ella?

—No entiendo —dijo haciéndose la tonta para que Milán aflojase la lengua.

—Supongo que no tardaste en darte cuenta de que Venus es la reina aquí —comentó algo aburrido—. Nadie hace nada que pueda molestarla. Y Damián digamos que es como su caballero andante —Suspiró—. Siempre está ahí para que nadie toque a su reina. Da igual lo que ella haga, lo mucho que meta la pata o el daño que le produzca. Él siempre está para velar por ella y por eso nadie la puede destronar—. Se encogió de hombros—. Vamos, que es un coñazo —Se rio—. Y de normal me da bastante igual porque está jodidamente loca y me divierte esa chica a punto de descarrilar,  pero esta nueva Venus amante de las causas perdidas me está jodiendo el año. 

Paula escuchó atentamente cada una de las palabras que Milán había pronunciado. Sin duda, ese chico sabía muchas cosas y parecía el único dispuesto a no cuidar la espalda de su enemiga. ¿Podría contar con él para hundir a Venus de una vez por todas?

—Vaya, veo que no te cae demasiado bien —comentó de forma casual.

Debía medir muy bien sus palabras. Un paso en falso y todo podría venirse abajo. 

—No me malinterpretes, no me disgusta la zorra descontrolada de siempre. Eso sí, a la hermanita de la caridad que ha vuelto este verano no la puedo soportar ni un minuto más de mi existencia —respondió reafirmando las sospechas de Paula, y ambos compartieron una sonrisa cómplice.

—En ese caso, y dado que ya no parece ser apta para gobernar, puede que sea el momento de que alguien destrone a la reina —pronunció Paula de forma maliciosa.

Sabía que se la estaba jugando. Creía que Milán estaba de su lado, pero si no era así lo perdería todo. Era arriesgado, pero dada su posición no tenía otra opción.

—Un golpe de estado —respondió pensativo—. Me gusta la idea —respondió tras varios minutos en silencio.

—En ese caso, y dado nuestra nueva alianza, creo que hay algo que deberías saber —pronunció Paula a sabiendas de que después de ese momento todo cambiaría.


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