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Las semanas de Remus transcurren con tranquilidad. Todos los días se ve con Lily en la biblioteca para estudiar mientras James y Sirius están en entrenamiento y Peter en sus clases de pintura. Al terminar, los chicos se encuentran en la entrada de la escuela y salen a algún lado. A pesar de haber insistido en repetidas ocasiones, Lily no los acompaña. Se va antes de que los amigos de Remus lleguen. Él sabe que ella es una persona reservada, y tiene sus opiniones muy personales de las nuevas amistades de Remus, en especialmente con Sirius. Es algo parecido a los sentimientos que Remus siente por Severus, el otro amigo de Lily y el cual Remus no acepta. Pero él la respeta y confía en su criterio.

Es cuando el frío deja de escocer en los huesos que ocurre lo inevitable.

Remus camina hacia la entrada del colegio. Lily se ha ido más temprano debido al cumpleaños de su madre. Así que Remus recorre los vacíos pacillos en silencio. Ese día saldrá solo con Sirius y Peter, ya que James, coincidentemente, también tiene un compromiso familiar. A punto de llegar a la recepción, siente que alguien tira de su brazo y lo pega contra la pared. Se recupera rápido del ataque y distingue tres figuras que lo rodean. El chico que está frente a él tiene una sonrisa socarrona en su pálido rostro.

—Buenas tardes, señorita. ¿Se dirige a algún lado? — Remus hace el amago de moverse, pero el chico se lo impide empujándolo de nuevo. — Me temo que no nos hemos presentado, pero pronto nos conocerás. — El chico de la derecha suelta una risa estúpida, casi escurriendo baba. Remus es más alto que los chicos que lo mantienen aprisionado, aunque no más fuerte; lo nota en los músculos que resaltan en los brazos del chico pálido y cabello plateado.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarlos? — Remus odia la violencia. Su infancia estuvo llena de ella, y puede reconocerla a kilómetros de distancia. Sabe que nada bueno le espera de ese encuentro. Sabe cómo va a terminar. Sin embargo, se niega a ser participe de actos tan arcaicos. Es educado, sin dejarse intimidar y siempre con la mirada en alto.

—Ahora que lo mencionas, sí lo hay.

—Ya, Malfoy. Deja de jugar con la mariquita. — Se queja el chico de la izquierda. Y Malfoy sonríe aún más ampliamente. Remus se mantiene sereno cuando el mencionado acerca la mano a su rostro y lo acaricia con suavidad. Es la primera vez que un bravucón le hace eso. Nunca ha sido golpeado con gravedad, pero sí ha terminado con un par de magulladuras en el cuerpo. Esa acción en definitiva es algo que le causa un escalofrío desde sus entrañas. Tiene miedo.

—¿Remus? — Es la voz de Peter. Todos los presentes giran su cabeza hacia donde ha provenido el sonido. Remus ve reflejado su miedo en los pequeños y redondos ojos de su amigo. El chico tiene una expresión horrorizada y se ha paralizado por completo. La sonrisa de Malfoy desaparece y le lanza una mirada asesina a Peter.

—Lárgate de aquí maldita bola de grasa si no quieres que te pase lo mismo que a este desviado. — Peter no se mueve, claramente se ve que no sabe qué hacer. Remus traga con dificultad y hace todo lo posible porque su voz no tiemble al hablar.

— Vete, Pete. Yo estaré bien. — Suena más convincente de lo que se siente. Los años de práctica que tuvo con Lily le resultan ahora. Peter hace un gesto raro con la cabeza y se va corriendo. Los tres chicos se ríen y se burlan de él, lo llaman cobarde.

—Más cobardes que ustedes no creo. — Hay un sentimiento que empieza a crecer dentro de Remus. Es ardiente y peligroso. Sabe muy bien escoger sus peleas, y sabe que esa es una que debería de evitar. Cobarde. Esa furia es nueva para él. ¿Cómo se atreven?

—¿Disculpa?

—Golpear entre tres a uno debe ser de muy valientes. — Ninguno de los tres dice nada. Malfoy vuelve a sonreír.

—¿Quién dijo que te íbamos a golpear? — Malfoy toma el cuello de Remus con una mano y lo aprieta con fuerza. Al sentir la falta de aire, este trata de alejar el agarre pero no tiene mucho éxito. Escucha la risa idiota de los otros chicos. Se oye cada vez más lejana. Remus siente que se va a desmayar; sus piernas flaquean, sus brazos se mueven casi por inercia. Nunca ha sido fuerte, ni física ni mentalmente. Escucha las palabras lascivas que Malfoy susurra a sus oídos mientras lame sus mejillas. Es asquerosos. Quiere vomitar. Quiere desmayarse de una vez y no ver como los otros chicos le sujetan los brazos y le desabrochan los pantalones. Cierra los ojos y lo primero que viene a su mente es Sirius. Sirius...

El aire entra de golpe a los pulmones de Remus. Las manos que lo tenían prisionero lo sueltan y este cae desorientado y un poco mareado. Distingue dos figuras en el suelo que se mueven con dificultad. Le toma un poco de tiempo darse cuenta que Sirius encima de Malfoy. Y luego escucha los golpes. Un puñetazo fuerte y firme que le rompe la nariz puntiaguda a Malfoy y le impregna el rostro de sangre. Los compinches tratan de alejar a Sirius de Malfoy, pero les es imposible. Sirius los golpea a ellos también. Su rostro está desfigurado por la ira. Sus ojos grises brillan llenos de odio y ganas de matar. Remus se siente aún más aterrado que antes. Parece como si Sirius fuera una bestia indomable, capaz de matar a cualquiera que se le pusiera enfrente, imposible de reconocer siquiera a sus propios amigos.

—Remus, ¿estás bien? — Peter se sitúa junto al mencionado y lo ayuda a ponerse de pie. Ambos observan la masacre que hay ante ellos. Sirius también ha sido golpeado, uno de los tres chicos le ha dado un puñetazo en el rostro que le ha roto el labio y amoratado el pómulo. A Remus le duele verlo así. No quiere que Sirius lastime a nadie y mucho menos quiere que lo lastimen. Sin embargo, no puede ir y meterse en la pelea. Remus sabe mejor que nadie que violencia genera más violencia. Se serena, lo más que puede, y, con un tono de voz fuerte, grita:

—¡Basta! — Sirius se detiene. Se gira de inmediato hacia la voz de Remus y lo mira a los ojos. La bestia le sostiene la mirada. Es aplastante, pesada, se puede sentir sangre en ella. Poco a poco esos ojos grises se transforman en Sirius, se relajan y vuelven a tener ese brillo que a Remus le ha robado el aliento incontables veces.

Sirius se acerca tambaleando a Remus. Hay sangre en sus manos y en su rostro, y ha dejado fuera de combate a los tres chicos. Cuando está lo suficientemente cerca, Sirius posa su mano en la mejilla de Remus. Este recuerda el escalofrío de hace unos momentos cuando Malfoy hizo lo mismo. Está sensación es distinta. La mano de Sirius es suave, cálida. Su mirada es de dolor, no dolor físico, sino un dolor que surge desde el alma. Un dolor que inunda a Remus y le encoge el corazón. Un dolor que no había visto en años, años desde su infancia cuando su madre lo miró por primera vez después de saber el abuso que su padre le había hecho. Un dolor que Remus no puede evitar odiar y al mismo tiempo comprender que es la preocupación extrema que alguien siente por un ser amado. Sirius llora por dentro. Y llora por Remus. 

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