Espresso

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De camino a casa, Sirius sopesa las palabras de su amigo. Es cierto que siente una atracción muy grande hacia Remus; pero estar enamorado de él es una situación completamente diferente. Aunque Sirius no está muy seguro de lo que "estar enamorado" significa, tiene una ligera idea de cómo luce alguien en ese estado. Muchas chicas han estado enamoradas de él. Se lo han dicho y se lo han demostrado. Lo que ellas hacían era buscarlo, decirle lo guapo que es, darle regalos, repetirle una y otra y otra vez que estaban enamoradas de él. Resultaba molesto. Sirius nunca le hizo caso a ninguna de ellas, por su puesto. Y si una estaba dispuesta a tener sexo, aprovechaba la oportunidad. Es por eso que Sirius está casi seguro que James está equivocado. Casi. Deja un pequeño espacio para la duda, muy en lo profundo de su ser.

En su habitación, revisa el chat de Remus, de nuevo. Sigue sin contestar. Tiene la última conexión desactivada, y eso solo molesta más a Sirius. Es cierto que no mensajean a menudo, puesto que se ven todos los días. Pero las pocas veces que lo han hecho, Remus nunca ha tardado en contestar. Tiene la esperanza de recibir respuesta al día siguiente, mas un desasosiego lo invade al ver que no es así. Jamás se ha alistado tan rápido para ir al trabajo, y en tiempo record llega a la plaza.

Espera media hora por la hora de entrada de Remus. Y a las 8:30 en punto tiene toda su atención en el Starbucks de enfrente. 8:35 y su mente empieza a llenarse de malos pensamientos. Teme lo peor. El reloj de su muñeca marca las 8:42 cuando su alma regresa a su cuerpo. Remus llega, un tanto apresurado, a abrir la cortina del establecimiento. Sirius nunca ha sentido una sensación de alivio tan inmensa como en ese momento. Respira de nuevo, su corazón empieza a latir. Parece que ha renacido. No le importa la mirada de irritación que le lanza su compañero. Ignora las órdenes de su superior. Se pasa por alto todas sus responsabilidades. Sirius deja el Starbucks y camina con paso decidido hacia Remus, con el pulso a mil por hora, un cosquilleo recorriendo su ser.

Tiene tantas preguntas acumuladas en su cabeza que no está seguro por cuál. Empezar. Es hasta que llega a su lado que vomita la que más lo ha estado molestando.

—¿Por qué no contestaste mis mensajes? — Remus está de espaldas a Sirius y se sorprende ante la repentina aparición del chico, aunque aparenta tranquilidad.

—Buenos días también para ti, Sirius.

—¿Por qué no viniste ayer al trabajo? — El muy cojonudo de Lupin espera hasta que limpiado la última de las licuadoras para contestar.

—Tuve un compromiso ayer. No te pude contestar porque mi celular se descompuso. Probablemente no tenga otro hasta dentro de unos meses. — ¿Un compromiso? ¿Su celular descompuesto? La primera respuesta le causa a Sirius una curiosidad inimaginable, pero la segunda lo horroriza por completo. Meses sin poder comunicarse con Remus. ¿Qué hará cuando terminen las vacaciones? Oye a lo lejos, muy, muy lejos, que su supervisor lo está llamando. Meses... — Creo que a tu supervisor se le va a reventar la vena de su frente si no regresas de inmediato — Sirius parpadea varias veces. Ve a Remus, se pierde en la serenidad de su mirada, y toma una decisión.

Sirius aprovecha su descanso para ir a la primera tienda de tecnología que encuentra. Camina directo al apartado de telefonía celular, sin perder ni un minuto, y compra un celular que combine con el suyo. No piensa mucho en esa acción; quiere tener algo que pueda compartir con Sirius, aunque solo se trate un simple objeto.

Con el tiempo encima, Sirius corre hasta donde está Remus, quien se encuentra atendiendo a unas personas. El chico capta la mirada apremiante que le lanza Sirius y se apresura en finalizar el pedido que ha tomado. Faltan cinco minutos para que el descanso de Sirius termine. Siente la adrenalina corriendo en su cuerpo. Aprieta la bolsa que esconde detrás de su cuerpo. Su corazón da un brinco cuando Remus lo mira curioso, con esos ojos de párpados caídos que retienen las preguntas que no se materializan.