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Remus pasa dos noches seguidas en el hospital. Su aspecto físico ha decaído considerablemente y Sirius le insiste en más de una ocasión en ser su relevo para que descanse un poco. Remus se niega, no quiero poner un pie fuera del pasillo en el que se encuentra Hope. Sirius no tiene otra opción más que ayudarlo en lo que pueda. Le lleva comida, aunque Remus no tiene mucho apetito, le lleva agua, cambios de ropa y siempre le da dos barras de chocolate. James, Peter y Lily se unen al tercer día, el último de las vacaciones de verano, pero no se quedan mucho tiempo debido a las reglas del hospital.

—¿Qué vas a hacer con la escuela? — Antes de irse, Lily ha convencido a Remus para salir a tomar un poco de aire fresco mientras Sirius se queda en su lugar. Remus aprovecha y compra una cajetilla de cigarros en la tienda más cercana. Enciende uno y le da una gran calada antes de responde la pregunta de su amiga.

—No lo sé. Probablemente tenga que dejarla. — Remus percibe la mirada verde de su amiga, más penetrante de lo que le gustaría.

—¿Tú mamá querría eso? — Otra larga calada al cigarro. Ya casi se lo acaba.

—No lo sé. — Hay un silencio en el que Remus enciende otro cigarro y se lo termina incluso antes que el anterior. Lily frunce el ceño con ligereza. Sabe que su amiga siempre ha desaprobado que fume, aunque en ese momento no le dice nada al respecto. Remus supone no quiere hacerlo sentir peor de lo que ya se siente.

—Remus...

—El doctor me dijo que solo hay un especialista para poder operar a mi mamá. Ella se encuentra en una lista en la que hay muchas personas antes para ser operadas. — Otro cigarro encendido, otra calada larga y profunda. — Mi mamá no puede esperar tanto tiempo. No tenemos el dinero para pagar la operación en un hospital privado. — Remus hace una pausa, siente que su pecho se oprime. — Bueno, lo tenemos. — Lily abre los ojos, abre la boca y la cubre con sus manos.

—No.

—Es la única forma, Lily.

—Llevan años ahorrando ese dinero. Remus, llevas años soñando con ir a Oxford. — El mencionado se encoge de hombros.

—No tiene caso que siga estudiando si no iré a la universidad.


Después de despedirse de su amiga, Remus regresa al asiento en el que ha estado sentado durante los últimos tres días. Sirius se encuentra ahí, con la cabeza recostada en la pared, los ojos cerrados y una expresión de cansancio. Con cada paso que da hacia él, el cuerpo de Remus se vuelve de plomo. Piensa en lo que ha hablado con Lily. Ve a Sirius y se ve fuera de su vida. Sirius, que en lo último días no ha hecho nada más que apoyarlo y estar para él; Sirius, que ha procurado por su bienestar y nunca ha dudado en extenderle una mano como ayuda; Sirius, que abre los ojos y lo recibe con una ligera sonrisa y una calidez en la mirada que derriten a Remus. Es la última vez que lo verá. La última vez que escuchará su voz. La última vez que sentirá esos brazos rodearlo y darle un suave abrazo esperanzador...

—He estado pensando. — Remus voltea a ver a Sirius y se sorprende ante la seriedad en la mirada del chico. — Mañana que vayas a la escuela lo primero que tienes que hacer es ir a hablar con el director. Le comentas tu situación y le pides te deje estar con tu mamá al menos tres días a la semana.

—¿De qué hablas? — Sirius frunce el ceño, mira a Remus como si no hubiera comprendido la pregunta.

—¿De la escuela? Empieza mañana, Remus. — El mencionado siente que un nudo aparece de repente en su garganta. Traga varias veces antes de responder.

—No iré. Sirius, no....

—Oye. — Sirius interrumpe a Remus. Los ojos de los chicos se encuentran por unos segundos, los suficientes para que Remus empiece a darse una idea de las intenciones del otro chico. — Escúchame con atención, Lupin. Haremos esto: irás con el director, le pedirás los tres días libres. Si es necesario le llevarás un justificante que podemos sacar hoy. Cuando no estés en la escuela, Peter, James y yo tomaremos apuntes por ti y ya te los daremos cuando nos veamos en la tarde. — Remus va a interrumpir a Sirius. Es una locura lo que está escuchando. Sin embargo, Sirius se lo impide, de nuevo. — Los días que estés en la escuela, te cubrirá alguno de nosotros. Y así nadie pierde y todos ganamos. ¿Qué te parece? — Una locura, obviamente.

—No puedo permitir que ustedes descuiden sus estudios por mí. Además, solo permiten al familiar y un acompañante de este. A ustedes no los dejarán estar aquí. — Sirius roda los ojos. Hay un ligero brillo de petulancia en su rostro demacrado.

—Ya hablé con James y con Peter. Entre los tres tuvimos la idea de las rotaciones. — Sirius se detiene de improviso. Luce un poco dubitativo en cómo decir lo siguiente, algo extremadamente inusual en él. Remus entrecierra los ojos por inercia. — Te dije que había estado pensando, ¿no? — Remus lo ve venir. Vaya que lo ve venir. Se niega antes de que Sirius pueda decir otra palabra. Se pone de pie y se sigue negando hasta llegar al extremo opuesto del pasillo. Sirius lo sigue, lo convence con cada palabra que dice.

—Es por Hope, Remus. Ella necesita la operación y en un hospital privado tendrá una atención muchísimo mejor. — Remus no quiere oírlo, no quiere aceptarlo. Sirius lo está haciendo de nuevo. Le está dando más de lo que merece, más de lo que Remus le podrá dar nunca en su vida.

—Sirius, ya es suficiente con la escuela. Lo mejor es que deje de ir. Usaré el dinero de la universidad y...

—Escúchame, Remus. — Sirius sujeta al mencionado de los hombros y lo mira fijamente. — Si fuera al revés, y tú estuvieras en el lugar de Hope, ¿ella se lo pensaría dos veces? — Odia admitirlo, lo detesta. Pero Sirius tiene razón. Remus suspira, derrotado. Observa con detenimiento los ojos grises que siempre están ahí para él, a los cuáles les debe tanto, tanto que empieza a doler. En ese momento, en ese pequeño pasillo de hospital, Remus se debate entre dos sentimientos: la alegría de poder tener a alguien en quien apoyarse, alguien que lo ayude de corazón y sin ningún interés; y la culpa que todo eso conlleva.

EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora