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En verdad lamento la falta de capítulos y la mala calidad de los mismo. No han sido los mejores meses para mí y trato de escribir lo más que puedo pero a veces simplemente no puedo. Muchas gracias a los que leen Espresso, no tengo cómo agradecerles. ❤


El beso es la mejor táctica de convencimiento que se la ha ocurrido a Sirius en la vida. Pero Remus es un ojete y no le da una respuesta concreta a su propuesta. Con una erección doliendo entre sus pantalones, y frustrado por la incógnita, Sirius regresa a su casa. No puede aceptar un tal vez por respuesta y usa el último recurso que le queda.

—No me dijo nada que no sepas ya. — Evans se escucha un poco molesta al otro lado de la línea. Sirius no la culpa. Haberla hostigado con mensajes hasta que obtuvo una respuesta favorable probablemente la haya irritado un poco. Pero es que la chica se irrita con cualquier cosa. En verdad Sirius no logra entender por qué el gusto de James hacia ella.

—Vamos, Evans. Tú sabes que Remus está siendo un tonto por no aceptar lo que le propuse. — La mencionada suspira, irritada.

—No puedo hacer nada contra eso. — Sirius está casi seguro que la chica iba a decir algo completamente diferente, y de lo cual se ha arrepentido en el último minuto. Sirius no es un idiota como para no darse cuenta que la amiga de su novio preferiría que Remus tuviera a alguien más como pareja. Lo cual no entiende en absoluto porque no hay nadie más que él que sea adecuado para Remus.

—Sé que puedes hacerlo mejor. — Sirius tienta su suerte. Empuja a la chica más de lo que debería. — Imagina que soy James y ayúdame. — Ya está. Sirius la ha cagado. Ya se había tardado. Evans rebuzna, se indigna y antes de colgar, le responde furiosa:

—Si quieres que te diga que si, has que no te pueda decir que no. Con Remus te funciona. — Evans no lo sabe, pero ese comentario es toda la ayuda que Sirius necesita.

El celular, el cambio de escuela, el viaje de cumpleaños del año pasado... Remus los aceptó porque no había forma de negarse, o más bien, no podía. No cuando Sirius ya se lo había dado. Evans tiene tanta razón que Sirius se siente estúpido por no haberse dado cuenta antes. Sin embargo, la solución al problema es más difícil que el problema mismo. Sirius tiene dos opciones, ir con su madre y ser su esclavo por el resto de su vida; o ir con su padre y pedirle un favor. Detesta, odia, aborrece pedirle favores a su padre. Tener que ver los ojos de Orion decirle lo inútil que es y que necesita de él para poder vivir en este mundo podrido. Tener que doblegarse, tener que rogarle a aquel hombre sin escrúpulos, el cual cree que todos son inferiores a él y que deberían de adorarlo por el simple hecho de existir. Sirius quiere vomitar solo de pensarlo. Es casi tan malo como ser el títere de Walburga. Casi.

Orion normalmente no se encuentra en casa. Siempre está en su oficina o en otro lugar en el que no tenga que ver a su familia. Ese domingo, Sirius corre con suerte. Baja a la cocina para ver qué puede pillar para picar, cuando se topa de frente con su padre. Su encuentro de mirada dura a penas unos segundos. Ni siquiera se saludan o dirigen la palabra. Orion camina hacia su estudio, ignorando a su hijo que va detrás de él. Entran a la amplia recámara y Orion se sienta en la silla de cuero que se encuentra detrás del escritorio de mármol reluciente. Sirius se queda de pie, justo enfrente del otro hombre. Lo observa por unos segundos, con los puños cerrados y la quijada apretada. Nunca ha hablado con él de algo que no sea el negocio familiar. No sabe cómo entablar una conversación con su padre sobre cosas triviales. Y jamás, jamás en su vida le ha pedido un favor.

—Quiero otra oportunidad para hacer el examen de Oxford. — Al final, Sirius elige ser un Black. Directo y preciso con lo que quiere. Su padre levanta una ceja antes de mirarlo. Los ojos casi transparentes de Orion reflejan burla e ironía. Sirius se siente humillado, se siente patético. Se siente como un crío de siete años que le pide a su papá le compre el juguete del momento. Está a punto de dar media vuelta y largarse de ahí. Que se jodan Orion y su podrido imperio. Es una excelente idea, mucho mejor que estar parado como un idiota. Sirius levanta el pie. Son milímetros. Los suficientes para que Remus se haga presente en su mente, y logre plantarse de nuevo en el piso.

—¿Oxford? — Orion no es un hombre de muchas palabras. Tiene una extraño habilidad para darse a entender sin decir mucho.

—No es para mí. — Sirius se detiene por un segundo. No tiene caso mentirle a su papá. El señor siempre se entera de todo, y mientras más honesto sea Sirius respecto al tema, más oportunidad hay de que le haga el favor. — Es para mi novio. — El rostro de Orion sufre una transformación casi imperceptible. La burla se congela en su rostro, la ironía deja paso a la sorpresa. Es raro que la mirada de aquel hombre se altere. Sin embargo, son años y años de experiencia para mantener su rostro sereno que lo ayudan en ese momento.

—¿Te refieres al muchacho al que le pagas la escuela? — Sirius no se sorprende. Su padre ya se había tardado en mencionar los cambios de su cuenta bancaria.

—Es un alumno de excelencia. — A Sirius no le cuesta trabajo presumir sobre Remus. No hay mentiras en las palabras que usa para describirlo: inteligente, astuto, dedicado, responsable... Sirius podría pasarse toda la tarde hablando sobre Remus y todo lo bueno que hay en él. Pero, más allá de hacerlo por placer, Sirius lo hace por necesidad. Su padre detesta a las personas mediocres, aborrece a quienes no tienen nada que ofrecer en el mundo laboral. Sirius ha aprendido eso desde muy pequeño. Lo ha vivido día tras día. Le han enseñado que, si alguien no tiene nada que ofrecerle, no vale la pena perder su tiempo con esa persona. Durante toda su vida ha luchado contra esos principios familiares que le han tratado de inculcar. Y es ahora, frente al hombre que le ha mostrado lo hipócrita que es el mundo, que hace lo que siempre juro no hacer. Vende a Remus como la mejor opción. La mejor opción para una segunda oportunidad. Lo vende sin descaro. Lo vende y en su mente se repite que es por un bien mayor, que es por el bien del propio Remus. Se engaña para poder seguir vendiéndolo.

Cuando Sirius termina de hablar, Orion permanece en silencio por unos minutos. Mira a su hijo directo a los ojos. Lo escudriña y amenaza. Es una mirada con la que Sirius está familiarizado. Una mirada que soportó de niño hasta que se reveló ante ella. Orion lo mira con la amenaza de no dejarlo en ridículo. Si Remus falla, será Sirius quien pague las consecuencias.

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