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Remus sale después que Sirius, una hora después, para ser exactos. Este decide esperarlo. Pasea un rato por la plaza, con la cabeza llena de Remus, y cuando ya es tiempo para que se vaya, regresa al Starbucks, el cual están cerrando. Se acerca lento, casual, como si no quisiera hacerlo. Se asegura que Remus le vea, lo sienta, y le sonríe en cuanto cruzan miradas. Hay otro chico presente, tal vez un compañero de Remus. Sirius no está seguro de quién sea, puesto que siempre se fija sólo en Remus. El chico se despide y se va, por fin.

-Creí que no cumplirías tu amenaza tan rápido. – Sirius se ríe un poco. Se acerca más. Es la primera vez que lo tiene tan próximo, sin que un mostrador los separe. Siente el calor que desprende Remus, junto con un suave olor a vainilla. Es más alto que Sirius, no mucho, lo suficiente para darse cuenta.

-Soy un hombre de palabra. – Remus comienza a caminar, se aleja no muy rápido, con el cuerpo un poco hacia Sirius, invitándolo a que lo siga. -¿Te vas directo a tu casa?

- Sí, no me gusta llegar tarde. Mi madre se preocuparía. – El rostro de Remus se contrae un poco y sus ojos se enternecen ante la mención de su madre. Sirius siente un nudo en la garganta. A veces olvida que no todos tienen una madre como la suya.

-Perfecto. No hay que preocupar a la pobre señora. Te llevo hasta tu casa, así llegas más rápido. – Remus se detiene. Mira a Sirius incrédulo y entrecierra los ojos. Parece que va a sonreír pero se aguanta las ganas, y vaya que lo hace bien.

- Gracias, pero no. Prefiero tomar el autobús. – Hace el amago de retomar su caminata y Sirius lo detiene, le bloquea el camino, le toca el brazo con ligereza. Sirius siente que su mano se quema, justo dónde las pieles tienen contacto. Remus abre los ojos, sorprendido ante el roce. Mueve el brazo hacia atrás, por puro reflejo. Es sólo un toque, mínimo, aunque suficiente para volver loco a Sirius. Está acostumbrado al choque directo de piel, de sentir su cuerpo desnudo contra el de otra chica, y jamás, hasta ese momento, ha sentido esa corriente eléctrica que inunda todo su ser.

-Vamos. – La voz le sale más aguda de lo normal. Traga saliva un par de veces. Ha olvidado lo que va a decir. Su mente está en blanco, su cuerpo está inmóvil. Remus lo ve, sus ojos confundidos, su mirada perdida. No sabe cómo pero caminan hacia el estacionamiento, rodeados de un extraño ambiente. El aire se siente pesado. – Te va a gustar –dice para aligerar la tensión. Remus levanta la ceja, más tranquilo, con una expresión ligeramente pícara –. Mi moto.

-¿Por qué estás tan seguro de eso? – Una pequeña risita se escapa de Sirius. La espesura se disipa. Infla el pecho, orgulloso de su pequeño tesoro, de su fiel compañera.

-A todas les gusta. – Remus no responde. Sirius tarda un poco en darse cuenta de lo que ha hecho. Su rostro se transforma, mira a Remus horrorizado, arrepentido por primera vez en su vida de haber dicho lo que dijo.

-¿Entonces usas tu moto para conquistar chicas? – Remus luce tranquilo, divertido. Aparenta sorpresa, como si no hubiera pensado en eso antes.

-La mayor parte del tiempo. Aunque no la compré por ese motivo.

-ah, ¿No? – Remus lo cuestiona. Sirius sabe que está jugando con él, que se burla un poco de su error.

-Mi madre las odia. Ella odia muchas cosas. – Remus asiente con la cabeza. No pregunta más, y Sirius agradece su discreción. No quiere que su madre siga arruinando su vida, así que cambia el tema. Platican en el trayecto, caminando lento, sin prisa, como si quisieran que el tiempo no transcurriera. Llegan por fin a dónde está la moto de Sirius. Remus la observa con el rostro sereno y los ojos brillantes.

-Vaya, pues sí que es imponente. – Sirius se ríe, para nada sorprendido con su reacción. Se sube a la moto, se pone su casco y le extiende uno a Remus, el cual lo observa no muy convencido de querer tomarlo.

- No te preocupes, no te pasará nada. Confía en mí.

-No sé si confiar en alguien que va a la Royal School of England sea una buena idea -dice mientras toma el casco y se sienta detrás de Sirius.

- Bueno, pronto lo sabrás. – La moto ruge debajo de ellos en cuanto Sirius la enciende. Siente como Remus se acerca a él, inseguro de qué hacer para no caerse. – Agárrate de mí cintura, así no te caerás. – Le aconseja. Sirius siente las manos de Remus posarse con timidez en su cintura, siente su calor corporal, sus nervios, su vergüenza. Sirius acelera y sale del estacionamiento. Remus no puede evitarlo y lo abraza, se aferra asustado a su cuerpo.

El cálido cuerpo de Remus hace contraste con el fresco aire nocturno. Sirius siente como su corazón se estruja, su pulso se acelera y su mente se llena de miles de sensaciones nuevas. No es la primera vez que alguien lo abraza para no caerse de su motocicleta, o que lleve a su casa a alguien que le "interesa"; pero Remus no le "interesa", Remus no le abraza aprovechándose de la situación. Remus es diferente, especial; es ese Espresso lleno de sonrisas, de risas, de pláticas, de coqueteos, de muchas cosas que Sirius nunca creyó que existían. Muchas chicas le han dicho que están enamoradas de él, mas él no sabe qué significa eso hasta que ve a Remus, simplón, larguirucho, con la mirada llena de sorpresas, y por fin comprende, o empieza a hacerlo.

Llegan a casa de Remus después de cincuenta minutos. Está en un pequeño vecindario, con viviendas pequeñas de un sólo piso, muy pegadas la una de la otra. Sirius se estaciona enfrente, donde le indica Remus. Este se baja y se quita el casco. Su cabello pajizo está revuelto y su rostro sigue conmocionado de la experiencia.

-Entonces qué, ¿te ha gustado? – Remus se encoge de hombros, con una sonrisa que deja claro que no sólo le ha gustado, le ha encantado. Pero no lo dice, no le da el gusto a Sirius.

- Gracias por haberme traído hasta aquí. – Su voz suave y grave tiene un tono sincero tan genuino que le es imposible a Sirius pedirle a cambio su número de teléfono.

-No es nada, hombre. – Sonríe y le resta importancia al asunto. Sin embargo, para Remus para significar algo y se ahorra el comentario que quiere decir. Le extiende el casco a Sirius, con la mirada baja y las pestañas coquetas. Este lo toma y se siente un poco torpe ante los ojos café que se le están insinuando.

- Nos vemos mañana, Sirius Black. – Es la primera vez que dice su nombre, y es lo más maravilloso que ha escuchado en los últimos años. Remus camina hasta la puerta, y antes de entrar a su casa se gira para encontrarse con la mirada de Sirius y sonreír de una manera que le roba el aliento al pobre chico. Sirius está seguro que esa sonrisa aparecerá en sus sueños por el resto de su vida, por los siglos de los siglos, amén. 

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