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Creo que volveré a publicar los domingos jajajaj, es el día que más me acomoda. Admito que no he escrito tan seguido porque ahora me pongo a dibujar más, y las noches las uso para jugar y termino muy cansado por lo que hice durante el día que nada más toco la cama y me duermo (lo cual es bueno y prefiero eso a seguir con el insomnio). Este cap lo tuve  listo dese a principios de semana, pero obviamente no lo tenía escrito JAJAJAAJ. Lo terminé a penas hoy a las 5 de la mañana (hablando del insomnio), y la verdad la última parte la cambié, no estaba planeado que el cap terminara así y ahora no sé muy bien como empezar el siguiente. Les pido me tengan paciencia que tanto ustedes como yo quiero ya que Remus y Sirius tengan sexo desenfrenado; en verdad no saben las ganas que tengo de ya escribirlo pero al mismo tiempo tengo mucho miedo porque hace AÑOS que no escribo lemmon xD Ya falta cada vez menos para que Remus al fin se deje querer, aunque tampoco estoy diciendo que será en dos o tres capítulos. Por eso les pido paciencia, para los que andan diciendo que ya van 52 capítulos y ni un besito, los entiendo porque también yo me encuentro desesperada JAJAJAJAJ. De nuevo gracias por leer Espresso y por seguir aquí  jijiji. ¡Los amo!


—¿Doble falta? — Sirius luce molesto y James afligido. Remus deja a medio camino el baguette que llevaba a su boca. A Peter se le cae su tostada. — ¿Por qué? — Ninguno de los chicos parece querer explicar lo que ha sucedido, así que Remus vuelve a insistir.

—Porque sí, Lupin. — La respuesta cortante de Sirius lo deja con muy mal sabor de boca, y no vuelve a insistir en el tema. Los chicos terminan su desayuno en silencio, y no es hasta horas después que James responde a su pregunta, justo cuando Sirius ha sido llamado a la dirección.

—Unos chicos del equipo estaban hablando sobre ti. — Detrás de sus gafas cuadriculadas, los ojos de James brillan avergonzados, no muy seguros de como explicarse sin lastimar con sus palabras. Remus asiente con la cabeza, indicando que puede proseguir. — Sirius se enojó tanto que empezó a golpearlos. Yo me metí para detenerlo, pero también me molesté por lo que dijeron y aproveché para darles su merecido. Si atacas a alguien de tu equipo cuenta como doble falta.

—¿Qué dijeron sobre mí? — Remus no tiene que preguntar para saber que fue lo que dijeron. Aún así lo hace. Quiere escucharlo salir de la boca de su amigo. James baja la mirada, frunce el ceño y aprieta los labios. Luce bastante conflictuado.

—Que te vendías a los chicos de la escuela. — Responde en voz baja. — Te llamaron puta. — Remus se ríe, con disimulo, aunque no lo suficiente para que James no lo note. Ante la sorpresa de su amigo, Remus le asegura que ya sabe sobre lo que se rumorea de él por la escuela y que lo tiene sin cuidado. James trata de contradecirlo, pero Remus se lo impide. Se encoge de hombros, sonríe amablemente.

—Las personas que me importan saben que no es cierto. Los demás me dan igual. — James se relaja bastante y sonríe aliviado.

—Sirius no quiere que lo sepas. Vaya ironía. — Ambos chicos se ríen. — Esperemos que en dos semanas no haga nada estúpido. — Dos semanas es demasiado tiempo para que Sirius no cometa una estupidez. Tanto James como Remus saben eso, y ambos se miran un tanto preocupados.



Los días pasan más rápido de lo que a Remus le gustaría. Son menos las veces que sale con Sirius o sus amigos; ya que las tutorías lo mantienen ocupado todo el día, y James y Sirius no dejan de entrenar hasta que el entrenador cree han tenido suficiente. El único con tiempo extra es Peter, pero al sentirse tan solo ha decidido meterse a la clínica de fútbol de la escuela, y, aún así, le sobra el tiempo que a los demás les falta. A pesar de extrañar ver a Sirius fuera de la escuela, Remus se alegra que el chico no tenga tiempo para meterse en problemas. Espera con ansias a que el partido termine ya y así poder estar tranquilo sabiendo que Sirius ha participado en él. Hay un sentimiento que se apodera de Remus cada que piensa en Sirius no yendo al partido, y es tan fuerte que su corazón se estruja y su pecho se oprime. Y es que no puede evitarlo. No cuando ve el esfuerzo que pone Sirius día con día; no cuando ve sus ojos llenos de cansancio y emoción cada que tiene que ir a entrenar; no cuando todas las noches le manda un mensaje a Remus diciendo lo mucho que le gustaría lo viera jugar y ganar con él en las gradas. Remus ve todo el sacrifico de Sirius: la falta de sueño, las horas extras en el gimnasio, las ganas que se aguanta por poder salir con Remus y decir que ya será para la próxima, cuando ganen el partido. Remus sabe que no puede hacer mucho, pero hará lo necesario para que así sea.

El viernes llega, por fin. El primer partido de clasificatoria es en la tarde, y los nervios están a flor de piel en toda la escuela, aún más intensos en los jugadores. A James se le cae varias veces el borrador, y Sirius tiene que subir a la azotea en más de una ocasión para fumarse un par de cigarros y tranquilizarse. Remus no lo admite, pero el ambiente también hace mella en el. Orina más de lo normal, y pasa más tiempo en el baño que sentado en su salón de clase. Es en una de esas idas al retrete que se encuentra con alguien nada grato para él.

Remus se está lavando las manos cuando en el reflejo del espejo aparece el puntiagudo y pálido rostro de Malfoy. Hay una sonrisa surcando su rostro que le hace pensar a Remus que el encuentro no fue casualidad. Maldoy se acerca también al lavadero y, con su voz desdeñosa, comenta:

—He oído que trabajas como puta. — Remus tiene la mirada fija en sus manos, se aguanta una sonrisa y responde, casi en automático:

—Si buscas mis servicios, no estoy en horario laboral. —Usa un tono sereno, casi casual. Malfoy frunce el ceño y aparta a Remus del lavabo para empujarlo contra la pared más cercana. El movimiento causa cierta confusión en Remus, aunque se repone en seguida. Los ojos azules casi translúcidos de Malfoy destilan molestia, desafían a Remus, tratan de hacerlo sentir vulnerable.

—¿Te crees mucho por tener a Black de guardaespaldas? — Escupe las palabras, salpica a Remus con su veneno. Este lo mira apacible, con el rostro en alto y los ojos puestos en él. — ¿También es uno de tus clientes? — la ironía de la pregunta divierte a Remus. La tranquilidad que emana irrita a Malfoy, el tono amistoso que usa para responder lo provoca, incrementa su rabia.

—Puedes empezar ese rumor también, hasta yo me lo creería. — Malfoy gruñe, abre la boca pero no dice nada. Es en ese momento que la puerta del baño se abre y ambos chicos dirigen sus miradas a las dos personas que acaban de entrar. Son los ojos grises los que tensan a Remus en cuanto ve la inmediata transformación que hay en el rostro de Sirius. Es Malfoy y su sonrisa maliciosa lo que no presagian nada bueno. Es Sirius y sus puños apretados lo que incitan a Remus a alejar al hombre que tiene casi sobre él. Detrás, James también mira a Remus. Se leen el pensamiento. Dos semanas sin problemas era demasiado bueno para ser verdad.

—Creí que dijiste que no estabas en tu horario laboral.

—¿Disculpa? — Ladra Sirius. Da un paso al frente, con el ceño fruncido y el cuerpo tensado. Remus intenta decir algo, lo que sea para evitar la tormenta que se avecina. Intenta, y falla.

—Es su puta, ¿no es así? Creí que solo era tuya Black, pero veo que hasta eso compartes con Potter. — Remus lo ve en cámara lenta. El aura asesina apoderándose de Sirius. El impulso de su cuerpo en hacerse hacia adelante. Los ojos grises fijos en su presa dispuesta a devorarla. James tratando de sostener a la bestia sin mucho éxito. Siente el miedo que se apodera de Malfoy, y es ese mismo miedo que se apodera de Remus también. Su mente dispara recuerdos enterrados profundos en su memoria; se ve de nuevo como un niño de siete años, encogido y atemorizado por el monstruo que se le viene encima. Siente de nuevo el dolor de los golpes, y el dolor en su alma. Ve las lagrimas caer de su rostro y mezclarse con sangre. Lo ve todo. Y ve a Sirius en el campo de Rugby. Lo ve corriendo, pasando el balón. Lo ve libre. Lo ve feliz.

El golpe es brutal. Una sensación que Remus no ha experimentado en años. Su cuerpo se entumece y no siente cuando cae al piso. Tampoco lo percibe. El baño desaparece y reaparece en una versión borrosa en donde todo gira y se estira. Hay un pitido en sus oídos que no se detiene, que empieza a estresarle. Y luego la siente. Cálida y abundante. Su sangre.

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