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Bueno, lo prometido es deuda. debo de agradecerles porque sus buenas suertes sí me llegaron!! JAJAJAJAJ ya se me armó la carnita asada, chicos. Gracias a todos y por leer Espresso. Este capítulo tuvo muchos cambios en mi cabeza y en verdad le dí muchas vueltas, pero me gustó cómo quedó. Espero que a ustedes también! ❤


—Me alegro que hayas querido hablar conmigo, Sirius. — Remus logra escuchar con claridad, desde su posición, la voz de Parkinson impregnada de emoción.

—Seré breve. — El corazón de Remus se acelera cuando la fría e intimidante voz de Sirius se hace presente. — Deja en paz a Remus

—¿En verdad estás saliendo con eso? — El asco en esa última palabra es casi palpable. Remus se encoge, su pecho se oprime. El silencio que sigue de esa pregunta le apuñala el alma. — ¡Es un asqueroso marica! ¡Un pobretón que no tiene en qué caerse muerto! ¡Es asqueroso, Sirius! ¡Asqueroso! ¡Él no está a tu nivel! ¡No dejes que esa puta te seduzca!

Remus se encoge ante el sonido que escucha. Es el de una mano chocando con fuerza contra piel. Es una exclamación de Parkinson de sorpresa y luego de dolor. Es el pulso de Remus retumbándole en los oídos. Coge el cuello de su camisa con fuerza, tiene que hacerlo para recordarse que sigue ahí, y no dar un paso y verse descubierto.

—Escúchame bien, Parkinson. — Sirius habla. No grita, no alza la voz. Es un tono que Remus ya ha escuchado con anterioridad. Es un tono que hiela la sangre y suprime cualquier rastro de valentía. Es un tono obscuro y lleno de un odio tan fuerte que penetra sin piedad. — No permitiré que absolutamente nadie hable así de Remus.

—¿Cómo te atreves a golpearme? ¡Por una persona como él!

—Él es la persona de la cual estoy enamorado. — La ligera brisa que recorre el jardín es cálida, llega hasta Remus y entra en él junto con las palabras que ha escuchado. Enamorado. Sus ojos se abren demasiado. El agarre de su cuello se afloja, baja las manos. Siente que está en un sueño, debe de estarlo... — No es mi novio. Lo aprecio demasiado, y también lo quiero como amigo. Y si él la pasa mal, — Hay un silencio en el que se oyen un par de pasos. Remus puede ver en su mente esa mirada gris asesina, capaz de cometer cualquier delito sin siquiera inmutarse o sentirse culpable. — Me encargaré de que la pases peor. — Hay un sollozo después de que Sirius habla. Hay rabia y furia en el gimoteo.

—Eres un imbécil, Sirius Black.

—Lo sé. — Las pisadas fuertes y molestas de Parkinson dejan de escucharse después de unos minutos. Remus sigue recargado detrás del pilar. Tiene miedo de moverse y despertar. El corazón de Remus late, no rápido y frenéticamente como siempre suele hacer. Estos latidos son diferentes. Son lentos, son armoniosos. Remus los escucha y como nunca antes los ha escuchado. Resuenan en todo su cuerpo, en su ser, en las palabras que ha dicho Sirius y en lo que eso significa. Cierra los ojos. Hay otra brisa que revuelve su cabello. Sonríe y suspira. Suspira como nunca ha suspirado antes.

—¿Remus? — Es el golpe que lo devuelve a la realidad. La voz de Sirius con su nombre en ella. El mencionado abre los ojos. Le nerviosismo de haber sido sorprendido es lo primero que lo invade. No dura mucho la sensación. Los ojos de Sirius se encuentran con los suyos y no le importa nada. No le importa que Sirius crea que es un chismoso; no le importa que lo hayan descubierto en su escondite, no le importa la distancia que Sirius acorta para poder estar más cerca de él... tan cerca que puede ver el largo de sus pestañas y los pequeños lunares posicionados estratégicamente por su hermoso rostro.

—Hola, Sirius. — La voz de Remus suena apacible. Hay una ligera sonrisa en los labios de Sirius, luce un poco incrédulo.

—¿Estabas escuchando?

—Fue por casualidad. — Remus no puede evitarlo y suelta una pequeña risa. — Lo juro. — Sirius entrecierra los ojos, un gesto poco común en él. Remus también hace un gesto con el que no está acostumbrado: levanta las cejas y trata de aparentar inocencia. Parece dar resultado.

—Creí que estarías en la biblioteca con Evans. — La voz de Sirius es suave. Remus la escucha, se llena de calma y calidez. Es como si el tono que escuchó hace unos minutos fuese de otra persona.

—Creí que estarías en tu entrenamiento. — Sirius hace un mohín, se cruza de brazos.

—El entrenador me dijo que llegara media hora más tarde. — Hay una punzada dentro de Remus. La ligera brisa que los rodea se ha vuelto espesa, llena de culpa y remordimiento. Remus baja la mirada, aprieta los labios. Enamorado. ¿Qué tanto pesar implicará ese sentimiento? — Sólo fue por hoy, ni idea de por qué. — El silencio se hace presente. Remus siente la penetrante mirada gris sobre él; lo analiza, lo estudia minuciosamente. No es la primera vez que siente a Sirius, pero en esa ocasión, en esa tarde llena de los olores de las flores del jardín del Erin College, Remus la siente con más intensidad, la siente y está seguro que esos ojos pueden ver más de lo que nunca nadie ha visto.

—¿James te dijo lo de Parkinson?

—¿Qué? — Remus frunce el ceño, ve a Sirius y su confusión se refleja en él.

—¿Cómo te enteraste? — Sirius abre la boca, tarda unos segundos para formular su oración. — Evans me lo dijo. — ¿Lily? Remus se llena de recelo. Su ceño fruncido se acentúa mucho más. Recuerda todas las veces que su amiga ha manifestado su inconformidad por Sirius y su cerebro de cacahuate. Es algo increíble de creer. Primero, intercambian número de celular, y ahora ¿se comparten secretos? No es algo que le cause molestia a Remus, sino curiosidad. Y está segurísimo que el motivo de su amiga se debe solo y exclusivamente para el bienestar de Remus.

—¿Cuándo? — Sin embargo, será más sencillo sacarle la información a Sirius que a Lily.

—¿James lo sabía? ¿El ojete lo sabía y no me dijo nada? — A diferencia de Remus, Sirius luce molesto. Otra punzada de culpa invade al pobre chico. Lo último que querría sería causar una disputa entre James y Sirius, así que se apresura en aclarar que le pidió de favor a James que no le contara a nadie, en especial a él. — ¿Por qué? — Demanda Sirius con una autoridad nata.

—No quería molestarte. — No quería preocuparte, no quería ser una carga para ti, no quería causarte más problemas. Está a punto de decirlo, pero se contiene. Su corazón grita, su mente estalla, su boca calla.

—Nunca lo has sido, no lo eres y nunca lo serás. No me guardes secretos. — Eso último también es una orden; aunque Sirius la ha dado inconscientemente. Remus no se queja. Con gusto la seguiría, con gusto seguiría todo lo que Sirius le ordenara. — Te acompaño a la biblioteca. — Solo que Remus no está seguro de poder obedecerlas todas.

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