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N/A:
Gracias a JORGEAKUANDOMNGUEZ por las correcciones.

La película termina. Sirius  observa a Remus salir de la sala con una ligera mueca en el rostro. Su ceño está fruncido y  parece estar pensando en algo con mucho esmero. Sirius no puede evitarlo y se enternece de tal expresión. Quiere aprovechar cada segundo que tiene para estar con Remus, verlo más y deleitarse con cada una de sus expresiones. Le propone salir a pasear un rato por el centro. Remus acepta; relaja el rostro,  entrecierra con recelo esos ojos listillos y esconde una sonrisa a medias.
Salen a la fresca noche, a las luces deslumbrantes de los diferentes locales. Caminan entre risas y  conversaciones de la multitud. Sirius observa el rostro parcialmente iluminado de Remus y suspira al ver lo hermoso y sereno que luce, lleno de secretos y respuestas.
La curiosidad pica por todo el cuerpo de Sirius, ansiosa por salir y preguntar por qué esos imbéciles lo trataban así, por qué Remus sólo agachó la cabeza y se dejó molestar. Recordar la escena hace que Sirius vuelva a sentir esa necesidad de protegerlo, esa rabia incontrolable que lo ha invadido por años; porque él también ha tenido que agachar la cabeza, él también se ha sentido insignificante e inútil cada vez que su madre lo menosprecia, que lo sobaja, y odia, detesta imaginar que Remus se sienta de esa manera. 
Con la mente llena de Remus, no se ha dado cuenta que este lo ha guiado a unas pequeñas áreas verdes, repletas de gente y de bullicio. Sirius lo sigue hasta una estrecha banca en donde se sientan y permanecen en silencio por unos segundos. El rostro de Remus luce contrariado, como si la escasa luz que lo ilumina le causara un gran pesar.
-El año pasado conocí a un chico. –Sirius lo escucha, con toda su atención puesta en él, con el mundo en pausa y sin moverse; porque Remus es su mundo ahora y Sirius gira alrededor de esa voz pastosa y triste.
– Él es un año mayor que yo. Íbamos a escuelas diferentes. Lo conocí porque se mudó al misma vecindario en donde vivo. Vamos a la misma iglesia y… fue ahí donde lo vi.
Remus se detiene, hace un ligero puchero y esboza una ligera sonrisa.
– Es muy guapo – continúa –, me deslumbró de inmediato. Fui realmente un tonto por haberme dejado impresionar.
El pecho de Sirius se contrae y su estómago se revuelve. Trata de ignorar ese calor que sube por su cuerpo, se muerde la lengua para no interrumpir a Remus. Este no se da cuenta de su reacción. Tiene la mirada perdida en algún punto de su historia, en el recuerdo de ese chico guapo que le ha hecho daño. 
—Fue él quien se acercó a mí. Nos hicimos… amigos. Siempre estábamos juntos, y yo me sentía muy atraído por él. Y pensé que él también por mí. Nunca tuvimos un encuentro sexual, pero sí había mucha tensión. – Remus se ríe con suavidad. Sirius lo ve con el ceño fruncido, realmente molesto de la actitud de Remus. ¿Cómo puede reírse de eso? Sin embargo, su mirada perdida no se ríe, se contrae y lástima, parte el alma con sólo verla. Remus oculta su dolor, oculta su alma desgarrada, su corazón roto, y lo hace tan bien que hiere con profundidad el ser de Sirius, muy diferente del dolor que ha sentido durante toda su vida. 
– La primera vez que nos besamos resultó un desastre. Nos encontraron en un almacén de la iglesia. Todo el vecindario se enteró. – Hay una ligera pausa, casi imperceptible. Remus reprime un suspiro. – Él se excusó. Resultó ser que tenía novia en su escuela. Yo no negué nada. No tenía caso hacerlo. No tengo porque avergonzarme de lo que soy. Mi madre me acepta, Lily me acepta. Estoy acostumbrado a que me molesten, y, bueno, siempre habrá quien te molesta más. – Remus regresa, por fin, de su viaje, y posa la mirada en Sirius, con una sonrisa amable en el rostro. – Desde antes me molestaban, sólo que ahora tienen un  motivo para hacerlo.
Sirius siente su boca seca y  no sabe qué decir. Tiene la mente en blanco y los ojos llenos de Remus. Es la primera vez que es tan directo respecto al tema. Remus es gay. Nunca trató de ocultarlo pero jamás dijo algo al respecto. Sirius no ha pensado en eso hasta ese momento. Supuso que coquetear con otro chico es algo completamente normal. Tampoco ha visto a Remus como otro chico. Nunca ha visto a Remus de una manera específica. Sólo es Remus, un cuerpo, un alma, alguien que lo hace ser mejor, por el cual vale la pena despertar todos los días, tener esperanza en un mundo bueno, porque él es bueno, él es mucho más de lo que Sirius jamás pudo haber imaginado. Y en ese momento, con el bullicio silenciado por la historia de Remus, con los labios resecos y la mente vacía, Sirius cae en cuenta de que Remus es… hombre, y él también, y que la vida no es fácil y simple como lo ha pensado siempre. Sirius ha sufrido, pero nunca por ser lo que es.
– Debe de sonar muy triste para que pongas esa expresión. – Pero Remus no se siente afectado, o trata de no sentirse. Sus ojos dejan ver el alma rota que hace lo imposible por no caerse, mientras que su sonrisa intenta suavizar la situación.
- No… - Logra pronunciar Sirius con la voz partida. Carraspea un poco y traga saliva. Relaja su cara y su cuerpo tenso por la cruel realidad. – No sé qué decir. – Siempre ha dicho lo primero que se le viene a la mente y esta vez no es la excepción. La mirada de Remus se enternece un poco y suspira, y Sirius siente que se pierde en ese suspiro.
- No tienes que decir nada.  – Las palabras de Remus están cargadas de una gratitud genuina que ocasiona que Sirius se estruje por completo. Vuelve a ver a Remus, lo ve en su totalidad; ve su cuerpo desgarbado, su nariz larga, sus pestañas enormes, sus ojos que brillan y tratan de no ahogarse en lágrimas. Y también ve al chico frágil que intenta ser fuerte, que hace lo imposible por no romperse para no lastimar a sus seres queridos,  que no quiere que alguien más sufra lo que a él le carcome. Sirius no puede evitarlo y cae perdido, más perdido de lo que ya está. Se deja jalar por esa pureza y ese ser digno de todo lo bueno, de todo lo que Sirius no es.
Remus se levanta y Sirius lo imita por inercia. Se miran por unos segundos, directo a los ojos, Sirius perdido en esa mirada café y esa belleza que emanan.
Remus es el primero en romper la tensión de sus miradas, la baja avergonzado y da un par de pasos.
-Se me hace un poco tarde. – Sirius está a punto de ofrecerle a Remus llevarlo hasta su casa, mas este ve sus intenciones y con los ojos entrecerrados y le dice: — No gracias, Sirius. Puedo irme en metro y caminar un poco. — Sirius hace una mueca y el rostro triste de Remus se ilumina con una sonrisa reflejada en sus ojos, los cuales por fin brillan divertidos. Sirius agradece haber hecho ese gesto de disgusto, y sonríe igual, contagiado por Remus, aliviado de volver a verlo relajado.
— Por lo menos déjame acompañarte hasta la estación. — Remus acepta con una sonrisita en los labios y ambos caminan en silencio. Uno al lado del otro, Sirius, algo sorprendido por esa nueva sensación, no tiene la necesidad de decir algo. Siempre, durante toda su vida, ha odiado el silencio; le recuerda a su asquerosa casa, a su asquerosa familia, ocultando su asquerosidad con un intento mediocre de perfección. Por eso Sirius grita, ladra, y nunca deja de hablar. Sin embargo, en ese momento, junto a Remus, casi tan cerca de él que jura sus manos se han rozado, disfruta del silencio, de esa comodidad que se ha creado entre los dos en donde las palabras sobran, flotan en el aire y llegan a lo más profundo de cada uno. Sirius, por fin, siente que está en el lugar correcto.
Llegan a Belsize Park y Remus se detiene. Mira a Sirius con una expresión extraña en el rostro y este no puede evitar fruncir el ceño.
—¿Qué?
—Sólo me preguntaba si alguna vez habías entrado al metro. — Sirius sonríe de lado y ladea la cabeza de manera petulante.
—He estado en todas las jodidas estaciones de metro  de Londres. — Remus entrecierra los ojos, sin creer ni una sola palabra que ha dicho Sirius. Este se ríe, divertido de tal reacción.
—No me creas.
—No lo hago — Hay un ligero jugueteo, un pequeño intercambio de miradas. Sirius sonríe, internamente, donde nunca nadie le ha hecho sonreír. Remus se acerca, un poco, hace el amago de seguir acercándose pero se contiene. Algo brilla en sus ojos, más intenso que la luz de la ciudad, tan intenso que sobrepasa a Sirius y lo hace percibir esas ganas inmensas de querer tocarlo, poder, por fin, saber cómo es el roce entre sus pieles, su suavidad, sentir la calidez de su temperatura, el cosquilleo en las yemas de los dedos, en el cuerpo y en el alma. Sirius levanta la mano, casi por instinto, y le cuesta un esfuerzo tremendo volver a bajarla.
—Debo irme. — La voz de Remus se escucha lejana. Sirius tienen la mirada perdida en sus labios. Sólo tendría que estirarse un poco para llegar a ellos, y así lo hace.
Algo dentro de Sirius golpea intenso, rápido e insistente. Nubla su mente, tapa sus oídos, congela sus sentidos. Su cuerpo se tensa, y cae, cae sin poder controlarlo. Sus ojos ven los labios y no se dan cuenta de la expresión de Remus, de lo quieto que está, de la sorpresa y ansia que hay en su mirada... Sus labios están a milímetros de distancia de los de Remus, y, sin embargo, sabe que no es el momento. Remus aún no está listo y hay muchas miradas puestas en ellos. No sabe como, pero ha sido capaz de voltear la cabeza y besar muy ligeramente la mejilla de Remus, y es asombroso. Su cuerpo se llena de una corriente que lo enciende y lo apaga y lo deja en un sopor del cual no quiere salir nunca. Se separa de Remus. Le cuesta mucho trabajo hacerlo. Lucha contra sus deseos. Jamás ha hecho eso. Y cuando le ve, con la mirada completamente perdida y el rostro hecho un caos, sabe que ha tomado la decisión correcta.
—Nos vemos mañana, Remus. — Sirius habla con la voz ronca, salida desde el deseo más profundo de su ser. Remus parpadea, varias veces. Regresa a la realidad y trata de despedirse pero no puede dejar de tartamudear. Al final se da la vuelta y desaparece por las escaleras. Sirius lo ve, hasta que su espalda ya no está a la vista, y lo sigue viendo por todo lo que resta de la noche.

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