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—Sirius, no.

—¿Por qué?

—¡Porque no!

—¿Por qué no? — Remus mira a Sirius con una expresión que este último no logra comprender. Luce exasperado y un poco avergonzado.

—No puedo permitir que hagas algo así, Sirius. — El mencionado frunce el ceño. No comprende la negativa de Remus hacia su asombroso plan para que puedan estar juntos todos los días. No encuentra una razón lógica más que Remus no sienta la misma necesidad que él tiene de verlo todos los días; lo cual no sería una gran sorpresa para Sirius ya que tiene la ligera sospecha de que es el ÚNICO de los dos que se siente inmensa y absolutamente perdido en el mar del amor.

—¿Acaso no quieres verme? — Sirius no puede evitar el tono lastimero que acompaña su pregunta. Se siente triste y molesto. Frunce el ceño y hace un puchero. Le es increíble que tenga que preguntar algo tan estúpido como eso. Le es inimaginable que Sirius Black se sienta inseguro ante la idea de que alguien lo quiera o no, o por lo menos que se interese lo suficiente en él como para verse todos los días. ¿Qué más quiere Remus de él? Le está dando el maldito tiempo que quiere; Sirius tiene que aguantarse las putas ganas de besarlo y cogérselo todos los perros días que se ven; trata de no ser tan invasivo para que el niño no se asuste y salga corriendo. ¿Y qué obtiene Sirius? Una Negativa a algo que beneficiaría a TODOS los involucrados. Ni cuando le negó el besó se sintió tan indignado. Y todavía, TODAVÍA, Sirius se rebaja para confirma el afecto que supuestamente le tienen. Hay que joderse.

—Sirius, — el tono de Remus se suaviza, como un padre cuando trata de calmar a su hijo que hace una rabieta. — No es el momento indicado para hablar sobre el tema. — Claro, para Remus nunca es el momento de nada.

—Saliendo del trabajo. Vamos a cenar y ahí hablamos del puto tema. — Sirius no espera una respuesta, da media vuelta y se va. Está demasiado molesto como moderar su voz. Ha sido grosero, no le importa. Ha mirado a Remus con fastidio, no le importa. Se le nota tanto lo molesto que está que nadie, ni siquiera su supervisor, se atreve a dirigirle la palabra.

Mientras espera a que el trabajo termine, Sirius no puede evitar despotricar contra Remus. Su mente se llena de rabia y odio que le nublan la razón. Le toma bastante tiempo poder tranquilizarse un poco. Por más que intenta, no logra entender por qué Remus actúa de esa manera. Y a pesar de que sabe que no tiene ningún derecho de enojarse por la actitud del otro, no puede evitarlo. Muy a su pesar, Sirius y Remus no son más que simples vecinos de trabajo. Y es eso lo que más le irrita. En frente de él, Remus luce tranquilo y apacible. Le sonríe a los clientes, plática con ellos. Sirius siente que hierve de la ira y el malnacido de Lupin luce fresco como lechuga. HAY QUE JODERSE.

Una eternidad después, Lupin sale del trabajo. Sirius se acerca él, no le da oportunidad de evadirlo y con un simple gesto le indica que lo siga. No tiene ganas ni ánimos de dirigirle la palabra hasta que se hable sobre el tema. Remus lo sigo, callado e indiferente. Entran al primer restaurante que encuentran dentro de la plaza y Sirius pide mesa para dos. Le pide a la señorita que los ha recibido que le den una mesa algo privada, y ella los lleva al fondo del lugar. Remus se sienta, con sus ademanes torpes más acentuados de lo normal. Sirius se sienta enfrente de él, agarra la carta que la señorita le ha ofrecido y no la baja hasta que ordena el emparedado de la casa junto con una soda de naranja. Por su parte, Remus solo pide un vaso de agua.

—¿No vas a cenar? — Su tono aún es brusco, parece que escupe las palabras.

—No tengo hambre. — Hay un silencio REALMENTE incómodo entre los dos. Sirius tiene planeado volver a hablar hasta que haya terminando su cena. No puede y habla.

—¿Por qué no quieres que estemos juntos? — Sirius trata de ocultar el dolor que sus palabras quieren mostrar. Habla entre dientes, con el ceño fruncido y los ojos muy fijos en Remus. Este baja la mirada, tiene un aspecto de cansancio como si de repente hubiera envejecido treinta años.

—Sirius, la cuestión no es que vayamos a la misma escuela. Yo jamás podré devolverte el dinero que quieres gastar en ese plan. — Acentúa la palabra con cierta incredulidad.

—No te estoy pidiendo que me lo devuelvas. — Remus suspira. En verdad luce muy cansado.

—Simplemente no y ya, Sirius. — La voz de Remus es suave, incluso tiene un tono amable y cariñoso. Sirius siente como si algo dentro de él se encendiera. Odia la situación. Odia que sea el único que se siente perdido, desorientado, sin saber qué hacer o cómo lograr que Remus por fin haga algo por el intento de relación que quieren tener. Odia no saber que Remus tan siquiera quiera tener algo con él. Odia que Remus sea tan pasivo. Odia que las cosas no salgan como él quiere. Pero lo que más odia es así mismo. Odia no ser lo suficientemente bueno para Remus y que este lo sepa. Y odia, detesta, que aún así, Remus lo trate con esa bondad única e inigualable. Con la sangre de los Black hirviendo dentro del él, Sirius se levanta de golpe de la silla. Escupe fuego, veneno, y mata.

—¡Tú fuiste el que me dijiste que necesitabas un jodido tiempo! ¡Y te lo he dado! — Remus se sorprende ante los gritos de Sirius. Se hace hacia atrás por instinto.

—Sirius, baja la voz.

—¡Qué me escuche todo el puto restaurante que eres un maldito egoísta! ¡Soy el único que está interesado en que esto funcione! ¡Y no puedo creer que lo único que te pido es pasar tiempo contigo y me lo niegues! — El silencio que se crea es sepulcral. Sirius jadea, se siente peor de lo que se ha sentido en su vida. Remus lo mira como jamás creyó que lo vería. Sus labios están firmemente apretados. Hay dolor en su mirada, sus ojos cafés brillan llenos de tristeza; reflejan el pesar que carga su alma.

La señorita que les ha tomado la orden se acerca de nuevo y les pregunta si todo está bien. Sirius le responde en un tono brusco que no pasa nada y le pide no le entreguen su pedido. Saca un billete de cincuenta libras y se lo da, especificando que no quiere cambio. Remus ha agachado la cabeza, tiene los hombros caídos. Sirius lo mira una última vez antes de irse. Se graba en la memoria con fuego esa escena. Es la prueba viviente de que no existe peor ser humano en el planeta que él, Sirius Black. Maldito desde el día de su nacimiento. Pudre todo lo que toca, incluso algo tan inocente como Remus. 

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