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Un par de minutos después de la llegada de James y Remus, Kreach les indica que la comida está lista y Sirius le pide que la sirvan en donde están. Ni de chiste va a comer con sus amigos en ese comedor lúgubre y lleno de recuerdos desagradables. Así que comen algo ligero para luego aprovechar el sol londinense y broncearse un poco.   

Están recostados en los camastros por cinco minutos hasta que James, seguido de Sirius, se levantan hartos de estar haciendo nada. De modo que se meten a la alberca, seguidos por Peter, mientras Remus los ve desde la orilla con las piernas dentro del agua. Los tres amigos juguetean un rato, gastándose bromas entre sí. James propone el reto de "quién puede estar más tiempo sentado en el fondo de la piscina", y es hasta es momento que los chicos se percatan que Remus sigue en la orilla. 

—¿Por qué no te metes, Remus? — Pregunta Peter con cierta curiosidad impregnada en su vocecilla aguda. 

—No tengo traje de baño. — Sirius nota  cierta vergüenza en la mirada de Remus. Se acerca a él y sale de la alberca, parándose a su lado. 

—Ven. Te presto uno. — Remus lo ve desde abajo. Hay una ligera duda en su mirada, cierto nerviosismo se hace presente. Sirius cree que va a rechazarlo, pero Remus se pone de pie y lo sigue. 

Es hasta que Sirius cierra detrás de él la puerta de su cuarto, que se da cuenta que está solo con Remus. En una habitación. En SU habitación. Observa sin discreción las expresiones de Remus. Ve el asombro en su mirada y la curiosidad en su rostro. Sirius también observa la habitación. Se siente orgulloso de ella; es muy suya y tiene tan impregnada su esencia que hincha el pecho lleno de satisfacción. 

Remus da un par de pasos a la guitarras que están alineadas justo a lado de la ventana. Se detiene frente a ellas y las delinea con sus dedos. 

—Todo un Rockstar — Hay un ligero énfasis en la última palabra. Sirius sonríe y se acerca a Remus.  

—Mi madre nos envía a cualquier lado con tal de no tener que soportarnos. — Sirius se sitúa detrás del chico. Está tan cerca de él que puede sentir el calor que desprende su cuerpo; puede, por fin, ver las tonalidades de su pajizo cabello, el brillo que desprende, el suave olor a vainilla que revolotea a su alrededor. Nunca lo ha notado, pero el cuello de Remus está lleno de pecas que se esconden debajo de la camisa conforme bajan por su espalda. Su piel parece suave al tacto, y está algo rojiza a causa del sol que ha tomado un par de minutos antes. Sirius observa a Remus. Lo taladra con una intensidad casi inhumana.   

—Podríamos tocar algún día. En la iglesia me han enseñado a tocar el piano. — Sirius se imagina la escena: Remus sentado frente al imponente instrumento. Sus delgados y largos dedos presionando las teclas con habilidad. Su rostro sereno, impasible; con los ojo cerrados, dejándose llevar por la melodía que está creando. Sirius nunca se ha imaginado nada tan hermoso.

Remus se gira en el poco espacio que deja Sirius entre ellos, y quedan de frente. Son esos ojos con párpados caídos, que brillan y lo seducen. Sirius se rinde. Nunca ha sido paciente. Siempre tiene lo que quiere cuando quiere. Es un malcriado que desea a Remus en ese mismo instante. Lo ha deseado desde la primera vez que lo vio sirviendo café. Lo desea tanto que se nublan sus sentidos y no ve otra cosa más que esos labios que lo incitan a acercarse. No sabe cómo ha podido controlarse antes; ni siquiera hace el esfuerzo por reprimir sus acciones. Están solos, en su habitación; sin nadie que los observe, que los juzgue, que los señale. Pero son esos mismos labios que anhela con tanto ahínco que lo rechazan. Son esos ojos que brillan temerosos que lo juzgan. Es Remus quien se aleja de él. 

—Remus... — Es un ruego lo que sale de la boca de Sirius. El mencionado desvía el rostro, baja la mirada. Sirius puede sentir el deseo que también hay dentro del otro chico. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué lo ha rechazado? 

—Han pasado solo dos semanas desde que nos conocemos. — Sirius hace una mueca. No entiende a lo que se refiere Remus. Dos semanas es mucho, demasiado. Es tanto tiempo que Sirius podría explotar. Jamás en la vida ha tenido que esperar. Es cierto que con Remus quiere algo más que una simple noche de sexo. Pero aún así cree que es el tiempo suficiente para dar el "primer paso". Dos semanas son perfectas. — No quiero cometer los mismos errores de antes. — Tener una buena suerte en el "amor" es algo de lo que Sirius siempre se ha jactado. No necesita una novia porque ninguna chica se le niega, y es claro con lo que quiere. Nada serio, odia los compromisos. Sin embargo, no todos son como Sirius. No todos corren con la misma suerte. Debe de ser realmente doloroso el ilusionarse y terminar con el corazón roto. La expresión de Remus lo deja más que claro. Hay un pesar tan grande en la mirada del chico, que Sirius hace todo lo posible por comprender la situación en la que se encuentra Remus; pero no puede. Se frustra, se molesta. No quiere causarle más sufrimiento a Remus. No quiere que Remus vuelva a experimentar el amargo sabor del abandono, del no ser correspondido. En verdad Sirius quiere demostrarle que es diferente, que, a pesar de no saber por qué, Remus no es como las chicas con las que suele acostarse. Remus realmente es alguien especial y Sirius quiere poder demostrarlo. Y aunque trata de respetar la distancia que Remus ha puesto entre ellos, siente que explotará en cualquier momento si no lo besa; si no lo siente contra su cuerpo, su calor llenándolo por completo. Sirius ha esperado más de lo que es capaz de soportar. No puede, no quiere.    

Sirius camina hasta su armario y lo abre en busca del traje de baño por el que han subido a su habitación.   

—¿Quieres que seamos amigos? — Pregunta aún sin encontrar el bañador.   

—Quiero conocerte más. Poder confiar en ti. — Sirius aprieta la mandíbula. De cierta forma se siente lastimado por las palabras de Remus. Pero también tiene razón, aunque Sirius no quiera aceptarlo. — Es un proceso largo y algo complicado. — Sirius por fin encuentra la prenda y con el ceño fruncido y más fuerza de la necesaria, se la extiende a Remus. No quiere esperar. No quiere hacer nada de lo que Remus ha dicho. Pero tampoco quiere perderlo. Hay muchas cosas que no quiere, y herir a Remus está entre ellas. Así que, por primera vez en su jodida vida, Sirius Black no tiene más opción que agachar la cabeza, aguantarse las ganas, y ganarse la confianza de la persona de la cual se ha enamorado.

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