Epílogo

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La persona del espejo luce demacrada. Con unas ojeras profundas, arrugas ya bastante notorias, y con el cabello que empieza a tornarse gris, opaco y enmarañado. La persona sonríe, no porque se sienta feliz, sino para ver si así se ve un poco mejor. Al final, Remus suspira. Llega a la conclusión de que los años no pasan a lo tonto.

Al salir del baño, los ánimos de Remus están un poco más bajos de lo que ya estaban. En un par de meses cumplirá cuarenta y siete y, como diría la buena Lily, no sé ve muy bien. Hace años que Remus no se ve muy bien. Hace años que Remus parece estar enfermo todo el tiempo. James no se lo dice como lo hace su esposa, pero su amigo es bastante obvio. Siempre que se ven le pregunta si ya ha comido, si duerme bien, si descansa lo suficiente. A Remus no le molestan las preocupaciones de James, solo le gustaría que no se preocupara tanto. Está bien. No se excede con el trabajo, come a sus horas, duerme cuando tiene que dormir... Lleva una vida simple y solitaria. Tal vez más solitaria que simple, aunque no lo ve como algo malo. No ha podido relacionarse con nadie más desde... desde hace muchos años. Y lo prefiere así. Así es feliz.

Después de desayunar una cargada taza de café, Remus se alista para ir a la escuela. Sus clases empiezan a las ocho de la mañana, y ya va un poquito tarde. No vive muy lejos de su trabajo; renta un apartamento bastante céntrico en donde la mayoría de las líneas del subterráneo lo dejan en su destino. A veces tienta un poco su suerte, en esos días en donde no puede levantarse de la cama por más que lo intente; pero aun así nunca ha tenido un retraso, al menos no lo suficiente para que su paga se vea afectada. Antes de salir de su pequeño hogar, Remus se mira una vez más en el espejo que hay junto a la puerta principal. Es un regalo de Lily, en donde puede colgar sus llaves y ver lo miserable que luce. Lleva puesta una camisa blanca con corbata roja, y una gabardina gris, un atuendo muy parecido al que usaba en la preparatoria. Hace tantos años... cuando no tenía el rostro demacrado y al sonreír la felicidad sí se reflejaba en su mirada. Una época en la que vivía un sueño hecho realidad, junto a sus seres amados. Junto a él. Y ahora todo son recuerdos, memorias que duelen, que lastiman sin piedad. Y por las cuales es capaz de seguir vivo. Lily se lo repite constantemente, que tiene que dejar de vivir en el pasado. Pero Remus no sabe de qué otra forma vivir. De qué otra forma poder salir adelante.

Las clases pasan rápido. Es época de exámenes, así que Remus no hace mucho durante sus horas de trabajo. Piensa en todo lo que tendrá que calificar y la fatiga que conlleva, aunque eso lo mantendrá distraído por el tiempo suficiente para cuando sea hora de dormir. Antes de que las clases terminen, en la única hora libre que tiene, Remus va al pequeño invernadero que tiene la escuela. Es lo más cerca que podrá sentirse al aire libre sin congelarse hasta los huesos. Además, siempre está vacío y libre de hormonas adolescentes. Remus ama su trabajo. Es el impulso que necesita para no rendirse. Es una de las pocas cosas que aún le recuerdan que su existencia es real. Sin embargo, hay días en que es demasiado para él. Ver a todos esos chicos en la flor de su juventud, experimentando el amor por primera vez... Remus lo recuerda. ¿Cómo podría olvidarlo? Esa sonrisa que roba alientos, esa mirada que incita a lo prohibido. Todos los días lo recuerda. Todos los días de su miserable y deprimente vida. La sensación vacía en el pecho, la ira, la tristeza, la traición. Y como si no fuera suficiente con el peso de sus sentimientos, su cerebro decide jugar su juego favorito: mortificarse una y otra y otra vez. ¿Por qué? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué lo dejó? ¿Por qué se fue? ¿Por qué no le dijo nada? ¿Por qué le mintió? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

El invernadero se vuelve sofocante. El oxígeno parece no llegarle a los pulmones. Trata de respirar. Intenta con todas sus fuerzas enfocarse en el presente, en el dulce aroma que inunda el invernadero, en lo suave que se sienten los pétalos al tocarlos, en el sonido del agua del sistema de riego... Lo intenta todo. Y parece funcionar. Otro ataque evitado. Y, aún así, cuando sale del trabajo sigue sintiendo que le falta el aire.

El frío londinense se cala sin piedad entre la ropa de Remus durante el pequeño tramo que tiene que caminar para llegar al subterráneo. Se empieza a sentir mareado y recuerda que no ha comido nada más que la cargada taza de café que se tomó en la mañana. Así que se baja en una estación antes en la que está su departamento y se aguanta el frío para poder llegar a un pequeño restaurante. Es uno de esos restaurantes a los que Harry, el hijo de James y Lily, diría que huelen a viejo. Y equivocado no está. A comparación de los nuevos y tecnológicos negocios , Remus prefiere algo en lo que se sienta más cómodo, que lo haga recordar la vida que alguna vez tuvo.

Después de otro café y un sándwich, Remus aprovecha el tiempo y se pone a revisar exámenes, tareas y todo lo que implica ser profesor. Está tan concentrado en su trabajo que no se da cuenta de que ya ha obscurecido y que el restaurante está por cerrar. La mesera es quien se acerca y, con una sonrisa apenada, le dice que ya tiene que retirarse. Remus agradece que su cerebro se haya podido distraer lo suficiente para no seguir martirizándose. Es más, está tan agradecido que se pide un chocolate caliente, guarda todas sus cosas y decide irse caminando hasta su casa.

El trayecto es realmente corto, y el chocolate caliente lo ayuda a soportar un poco el congelador que es su amada ciudad. Está lo suficientemente cerca para poder distinguir la entrada del edificio en donde vive, pero se detiene en seco antes de poder llegar. Y ahí está. De pie. Esa mirada gris. Una mirada que no había visto en 29 años.


N/A:

Este es el último capítulo que subiré de esta historia. Después de 7 años la doy por terminada. Gracias a todos los que la leyeron y a todos los que la leerán. Gracias a quienes han estado aquí desde el principio (si es que aún queda alguien), y gracias a todos los que se unieron en el camino. Gracias por apoyar mi historia y simplemente gracias por haberme dado una oportunidad.

Gracias. ❤

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