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La culpa de todo la tiene Souvlaki1229 así que línchenlo a él y no a mí.

Por otro lado, se podría decir que ya estamos entrando en un "arco" importante en la historia y eso me tiene muy emocionado. A partir de aquí ya tengo casi todo planeado, solo falta escribirlo JAJAJAJAJAA. Espero les guste el cap y en verdad gracias por leer Espresso. ¡Los amo! ❤


El examen de Nivel AS, la final del Torneo Nacional de Preparatorias de Rugby y el termino del año escolar son en la misma semana. Los estudiantes no pueden estar con los nervios más de punta porque sería imposible. Remus solo ve a sus amigos durante las clases puesto que se la pasa toda la tarde en la biblioteca. Aunque la situación con Parkinson y su abuso hacia Remus ha disminuido considerablemente, este se siente más cómodo en un ambiente diferente; además que no le parecía muy justo que Lily tuviera que perder tiempo en ir hasta su escuela, y yendo ambos a The London Library es una circunstancia bastante equitativa para el chico. Es por eso que tampoco puede ver a Sirius fuera del colegio. Los entrenamientos terminan hasta muy tarde, más de lo que Remus termina de estudiar. Así que ahora se va hasta su casa en transporte público y con una extraña sensación de tristeza persistente en su pecho.

Remus tampoco ha tenido mucho tiempo para pensar en la conversación que escuchó entre Sirius y Parkinson, y mucho menos ha querido entran en detalles referente a lo que Sirius dijo y todo lo que eso conlleva. Una muy gran parte de Remus no quiere aceptarlo. No cree posible que Sirius haya dicho eso en serio; pero otra parte de él, la que se llena de ternura y calidez cada que Sirius viene a su mente, está tan feliz que cree todo pueda ser posible y que, ¿por qué no? Sirius sí está enamorado de él. Sin embargo, para estar seguro de ello, tendría que hacer un análisis exhaustivo de las acciones de Sirius, comentarlo con Lily y Albus, volver a analizar todo después de haber obtenido los puntos de vista de su amiga y su psicólogo, y es tanto trabajo y esfuerzo que Remus no se da lugar para ello.

El día del examen llega en un jueves nublado pero algo ventoso. Prácticamente ese es su último día de clases, ya que el viernes se va solamente por las cosas que se han dejado en el colegio, la "despedida" de los maestros para los chicos y las preparaciones para la final del Torneo Nacional de Preparatorias de Rugby, cuya cede es, por su puesto, Erin College.

Antes de entrar al aula en la que los estudiantes realizarán el examen, Remus de dirige al baño de hombres para poder orinar. Se siente tan nervioso que ha tenido que vaciar la vejiga al menos una cinco veces en los últimos veinte minutos. Lo único que lo reconforta un poco es que no solo él se siente de esa manera. Varios de sus compañeros están igual e incluso peor que él. Peter ha tenido que ir a la enfermería por un poco de alcohol para el mareo, y James ha realiza un sinfín de ejercicios de respiración para alivianar los nervios. Al salir del baño, Remus se encuentra con Sirius. El descaro que muestra el rostro del chico hace que el ceño de Remus se frunza involuntariamente. Todos sus compañeros parecen estar a punto del colapso, y Sirius tiene esa sonrisa descarada surcando toda su cara.

—¿Nervioso, Lupin? — Remus lo pasa de largo, levanta un poco la barbilla, se hace el ofendido.

—El sábado te haré la misma pregunta. — Sirius lo sigue, un poco detrás, con las manos en los bolsillos y con intenciones para nada buenas.

—No estaré nervioso. — La soberbia en su respuesta hace que Remus gire ligeramente el rostro en dirección al chico, y levante una ceja llena de incredulidad.

—¿Por qué tan seguro, Black? — Sirius mete su mano dentro del cuello de su camisa y saca la cadena que trae puesta. Remus la ve de reojo. La ve y su corazón se acelera desembocado. La ve y está seguro que el torrente de emociones que lo llenan por dentro se reflejan en su rostro, por primera vez. De la cadena hay un dije. Es plateado y tiene la forma de un lobo, Sirius lo sostiene con suavidad entre su mano y lo mira con los ojos entrecerrados y las cejas ligeramente curveadas. La sonrisa socarrona deja paso a una más relajada, una que Remus nunca ha visto antes.

—Es mi amuleto de buena suerte. No lo puedo llevar colgado en el partido, así que compré una tobillera para ponerlo. Ganaremos el sábado. — La seguridad de Sirius es suficiente para que las ganas de ir al baño de Remus desaparezcan y responda su examen como nunca ha respondido un examen en su vida.



La excitación y emoción quetrae consigo el sábado es desbordante. Remus llega a su escuela a la misma hora que el equipo de Rugby ha sido citado. Sirius se lo ha pedido y Remus no pudo poner objeción alguna. Así que lo espera fuera de los vestidores, tamborilea con sus dedos y trata de mantener la mente lo más despejada posible. Se concentra en las palabras que le está dando el entrenador a su equipo. Trata de escuchar. Agudiza el oído lo más que puede, pero solo puede oír una voz sobresalir de las demás. Siempre.

Una media hora después, Remus recibe un mensaje de Sirius diciendo que ya puede entrar, que faltan cinco minutos para que salgan a la cancha y que su equipo lo está esperando. Remus entra, no muy cómodo de estar a un lugar en el que no es bienvenido, mas solo se encuentran James y Sirius en la habitación. Remus les desea éxito a ambos, y James le agradece con unas palmadas en el hombro. Se frota las manos, lleno de excitación, y se dirige a la salida que da a la cancha, dejando a Remus y a Sirius en un silencio total.

—Evans me dijo que iba a venir. — Remus ve claramente el intento de Sirius por iniciar una conversación, un tanto inusual en él.

—Sorprendentemente ya está aquí. Espero no le hayas dicho a James o vomitará en medio partido. — Ambos chicos se ríen. Es una risa que parece durar siglos, eternidades, vidas y universos. Se ríen y no hay nada más que esos ojos grises destellantes de alegría, de deseo, de Remus.

No logra procesarlo hasta unos segundos después. Remus se ve envuelto en un calor extraño para él. Se inunda de madera y cigarros y sudor masculino. Se llena de unos brazos fuertes y fornidos que lo aprietan con suavidad, y al mismo tiempo con una desesperación inhumana, con fiereza y hambre. Remus no sabe cómo responder al abrazo. Levanta los brazos y los deja suspendidos en el aire por unos segundos, por una eternidad, hasta que posa sus manos suavemente en esa ancha y bien definida espalda. No sabe cuánto dura el encuentro, cuerpo contra cuerpo, de frente, con los pechos rozándose contra el otro. Y es el mismo Sirius que se aleja tan rápido como se ha acercado. Sus miradas se encuentran y los ojos grises desbordan paz, una tranquilidad que contagia a Remus y que nubla sus sentidos. Ambos bajan la mirada, Remus puede ver a Sirius en él. Como sus ojos se posan en los labios del otro. ¿Estaría bien? Sirius ha dicho que está enamorado. Enamorado de él. Debe de estar bien, ¿no?

Sirius deja el vestidor después de grito que le ha dado su entrenador para que salga de una buena vez, y se despide de Remus con una sonrisa que no le promete nada bueno. 

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