El departamento que ha rentado Sirius es bastante amplio, a diferencia de lo que supuso Remus cuando lo vio por fuera. La sala es grande, la cocina también y, por si fuera poco, la única habitación es enorme. Remus entrecierra los ojos en cuanto se sitúa frente a la cama gigante, tendida con mucho cuidado, en medio del cuarto. Es lo bastante listo para darse cuenta de las verdaderas intenciones de Sirius. Y, a pesar de todo, no lo culpa. Él también se siente...acumulado de hormonas. Dormir con Sirius y después de su espectáculo nocturno, fue realmente complicado. Las erecciones matutinas eran inevitables y necesitaba de unos minutos más en la cama para poder tranquilizarse. Es probable que Sirius no quiera decirlo, pero su urgencia por "disfrutar" de la ciudad se ha visto bastante nublada por la ansiada privacidad que desea tener. Han pasado apenas unas horas de la plática sobre pensar antes de actuar y Remus está muy consciente que haber aceptado la propuesta del chico no lo está ayudando en absoluto.
—¿A dónde te gustaría ir primero? — Sirius está de pie junto a él, con el rostro iluminado de emoción y con una sonrisa que podría matar hasta al más fuerte.
—¿No quieres probar la cama? — Remus hace un gesto con la cabeza hacia el enorme mueble que llena la habitación. Hay una transformación en Sirius que sucede en segundos. Su sonrisa se congela, su mirada se opaca, se nubla y el deseo lo invade tan fuerte que Remus no puede evitar sentirse abrumado por el mismo sentimiento.
Una fuerza descomunal empuja a Remus hacia atrás y cae sobre algo extremadamente suave y blando. Todavía no se ha orientado cuando siente una presencia encima de él. Es monstruosa, es animal, es Sirius. Sirius que lo devora con la mirada. Sirius que lo mira con una intensidad inhumana, capaz de tirar edificios y causar guerras. Es Sirius y todo el deseo acumulado que también se ha arremolinado en Remus. Es durante unos breves segundos que todo se detiene. No existe el exterior, no existe el tiempo, no existe el mundo ni nada más que ellos dos. Se quedan colgados el uno del otro. Hay una pregunta que ninguno de los dos hace pero que ambos se responden. Sin poder evitarlo, Remus se siente nervioso. Se siente nervioso al ver la decisión de Sirius, al ver su pasión, su hambre, sus labios acercarse a él, su ligera sonrisa antes de perderse en Remus y hacer que olvide hasta su propio nombre.
El beso es intenso, es lujurioso, son dos bocas que se encuentran y chocan; son dos lenguas que se buscan y se encuentran. Remus suspira; suspira y su pulso se acelera. Su sangre azota contra sus oídos, hace latir su corazón como desquiciado y bombea sangre hasta su miembro. Las manos de Sirius rodean su cuerpo, lo tocan sin vergüenza, sin piedad. Remus empieza a jadear, empieza a sentir que se desvanece, que flota, que se deshace con cada movimiento que Sirius aplica en él; y, al mismo tiempo, lo siente todo. La pelvis de Sirius, el vaivén de sus caderas, sus dientes sobre su cuello, sobre su piel, el calor de su aliento... Remus lo siente, lo siente en su cuerpo que se estremece, lo siente en su piel que se eriza, lo siente en cada centímetro de su existencia.
Pese al descontento de Remus, Sirius se separa un poco de él. Sus manos temblorosas por el ansia tratan de desabrochar su pantalón sin mucho éxito. El chico jadea y Remus está seguro que también babea. Hay un sentimiento que crece dentro del pecho de Remus, que lo enternece y lo hace sentir enamorado como nunca antes. Remus posa sus largos y delgados dedos sobre la mejilla de Sirius. En efecto está babeando, así que le quita la saliva de su barbilla con suavidad. Sirius logra por fin desabrochar su pantalón y su miembro brinca libre, húmedo, palpitante. Remus no quiere verlo, pero no puede evitarlo. Baja la mirada y ahí está. Esta vez no lo ve desde las sombras, sino a la luz brillante de la tarde. Su boca se seca. Su cuerpo se tensa. Lo desea. Desea a Sirius. Desea tenerlo, poseerlo. Lo necesita, y lo necesita ahora. Sirius ha empezado a desabrocharle los pantalones, y Remus lo ayuda. Lo ayuda con una rapidez nueva para él. Su propio miembro se hace presente. Lo siente latir, lo siente pulsar, escurrir, berrear por Sirius. Sin embargo, algo lo detiene. Hay algo que hace que la rapidez del momento se apacigüe y lo regrese a la normalidad. Sirius lo ve. Lo ve y se queda quieto, de piedra. Lo ve y en sus ojos está claramente expresado lo que siente. Sirius está confundido, está aturdido, está... perturbado.
—¿Sirius? — La voz de Remus lo saca del trance. Remus siempre lo ha sabido. Sirius no es gay. Sirius nunca ha tenido un encuentro sexual con otro hombre hasta ese momento. Remus no lo culpa por el shock que se ve está teniendo. El mencionado levanta la mirada. Hay demasiadas emociones emanando de ese mar gris. Sus labios se aprietan. Parece que se va a disculpar, Remus se prepara para lo que va a escuchar.
—Remus, — El sonido es gutural, ahogado. Remus no se ha dado cuenta, pero Sirius aún luce agitado. — ¿cómo continúo? — Si Remus fuera una mujer, Sirius ya la estaría penetrando en ese momento. No habría hecho esa pregunta, no habría habido necesidad de esa pausa. Remus no es mujer. Su anatomía claramente es diferente. Se incorpora un poco. Observa a Sirius directamente. Ve el caos que hay dentro de él. Ve las ganas por seguir con lo que está haciendo. Ve la desesperación por poder tener a Remus entre sus brazos, por poder por fin conectarse ser uno después de tanto, tanto tiempo. Remus no es un experto, mas está dispuesto a volverse uno solo por Sirius.
—¿Tienes un condón? — Sirius saca uno de sus bolsillos y lo abre. Mientras se lo pone, Remus no puede evitar pensar en lo planeada que tenía la situación Sirius y una ligera sonrisa cruza por sus labios. Sirius termina y apremia a Remus con la mirada. Este trata de recordar todos los artículos sobre sexo que ha leído. Se siente algo torpe al acomodarse y es inevitable la pena que lo llena cuando le indica a Sirius como meterlo. La situación se siente bastante poco fluida. Sirius se ve nervioso, pero también se ve bastante excitado. Sus manos tiemblan, su ceño está demasiado fruncido y la mente de Remus corre a máxima velocidad. Piensa en la sensación de Sirius contra él, en Sirius abriéndose paso, en el ligero dolor que lo ataca, en Sirius y la vena de su frente que parece a punto de explotar, en la invasión que está teniendo su cuerpo, en Sirius y sus gruñidos de frustración y deseo...
Remus hace un gran esfuerzo por dejar su mente en blanco. Mira a Sirius y decide concentrarse en eso. Se relaja lo más que puede y ve al chico que está frente a él. Aún sigue vestido. El sudor recorre su rostro. Tiene el cabello pegado a la frente. Su ceño está tan fruncido que sus cejas se tocan. Está mordiéndose un labio y parece no darse cuenta de eso. Y sucede. Sirius se mueve un poco, empuja ligeramente y su expresión cambia. Remus siente ese cambio. Lo siente en él, lo siente adentro, muy profundo. Algo recorre su cuerpo, una sensación extraña y muy intensa. Sirius vuelve a empujar. Remus cierra los ojos y se pierde. Se pierde en lo que lo está invadiendo; en la presión baja que lo inunda; en el pulso que se acelera; en la presencia de Sirius cuando este lo abraza y vuelve a empujar. Es suave al principio. Le pregunta si le duele algo o si se debe de detener. Remus no responde. Mueve la cabeza de un lado a otro y se aferra a Sirius. Se aferra con cada movimiento que este hace. Le devuelve el abrazo como nunca antes lo ha hecho. Y siente Sirius como jamás lo ha sentido hasta este momento. Sirius jadea, gime, gruñe, y Remus igual. Ya no piensa, ya no puede hacerlo. No sabe en qué momento Sirius ha aumentado la intensidad; cuándo fue que sus brazos empezaron a apretarlo con tanta fuerza, como si quisieran romperlo, y lo logran. Remus se rompe. Remus se cae. Remus se pierde y no se controla. No controla las obscenidades que le dice a Sirius. No controla los sonidos que salen de su boca. No controla las piernas que aprisionan a Sirius y no lo sueltan, las uñas que lo arañan, los dientes que lo muerden...
Al terminar, Remus se encuentra con una mirada gris que lo observa como nunca absolutamente nadie lo ha visto. La expresión es seria, Sirius luce cansado. Ambos chicos aún jadean un poco. Remus se siente agotado en extremo y agradece no tener las fuerzas suficientes para pensar en todas las sensaciones un poco incómodas que se presentan en su cuerpo. Remus está sopesando si moverse es una buena idea o no cuando la sonrisa de Sirius lo ataca sin previo aviso. Su rostro se suaviza, y sus labios se curvan con ligereza. El aura que desprende es de paz, es de amor. Remus no puede evitar sonrojarse ante lo transparente que es el chico al demostrar lo que está sintiendo en ese momento. Es la primera vez que tiene sexo con la persona de la cual está enamorada y es recibido con el mismo amor que siente. Sirius lo besa con suavidad en la frente, como si su sonrisa no fuese suficiente para dejar en claro sus sentimientos. Es en ese momento, es en esa cama inmensa y blanda, es entre esos brazos marcados y ese pecho amplio y firme, que Remus es feliz. Simple y sencillamente feliz.
ESTÁS LEYENDO
Espresso
FanfictionRemus trabaja enfrente del trabajo de Sirius, el cual no puede evitar caer perdidamente enamorado de él. Portada hecha por: @JORGEAKUANDOMNGUEZ