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Sirius llega el domingo en la mañana a casa de Remus. No es lo suficientemente temprano para haber alcanzado ir a misa, gracias a Dios, pero tampoco es tan tarde como para que nadie se encuentre en casa. Sirius vuelve a tocar la puerta sin obtener respuesta. Se pregunta si está siendo un maldito desesperado, y se recarga en la pared de la pequeña viviendo para esperar por unos segundos. Revisa su reloj, y al ver que ha pasado un minuto sin que nadie se haga presente, saca su celular y llama a Remus. De nuevo, no obtiene respuesta. La situación empieza a tornarse un poco más extraña cuando, de reojo, ve que alguien se acerca lentamente a él. Sirius no lo ha visto bien, pero está seguro de que no es ni Hope ni Remus la persona que se sitúa detrás suyo.

— Disculpa... — La voz del hombre suena muy baja e insegura, aunque le resulta algo familiar a Sirius. Este se gira para ver a la persona que le está hablando, y Sirius se queda pegado al suelo. Hace un gran esfuerzo para no abrir la boca y verse como un estúpido. Pero, joder, lo que está viendo es imposible. Remus le había dicho... Él les había contado... — ¿Sabes si Remus se encuentra en casa? — Sirius no sabe qué responder. ¿Qué debería de hacer? ¿Debería de hablarle? ¿Debería de darle información sobre Remus? ¿En verdad es la persona que Sirius cree que es? Mierda. Es bastante, BASTANTE parecido a Remus. Más parecido de lo que Remus se parece a su mamá. Sus párpados caídos, su nariz larga y grande, las pecas en su rostro... Sirius tiene que estar alucinando, no puede ser verdad lo que está viendo.

Sirius abre la boca y emite un sonido de duda. Sin embargo, se detiene justo en cuanto escucha que alguien dice su nombre. Aleja su vista del hombre que tiene en frente, y la sitúa un poco más atrás; en donde ve a Remus, el cual luce confundido. El hombre desconocido se gira y el rostro de Remus se transforma. Es un cambio demasiado drástico. Es algo que Sirius pensó que jamás vería en su vida. La expresión de horror y aborrecimiento en el rostro de Remus va apareciendo cada vez con más intensidad con cada paso que da el desconocido hacia él. Ah, pero si es un verdadero imbécil. Claro que ese hombre es el padre de Remus. El hombre del que Sirius tanto ha querido saber; la persona que es un enigma dentro de la vida de Remus, de la que nunca ha dicho nada más que está en la cárcel. Estaba.

Es difícil que Remus deje expresar algo más que simple felicidad o ligero enojo. Sirius puede contar con los dedos de una mano las veces que en las que Remus ha dejado que su verdadero sentir se muestre en su mirada, en su rostro, en todo el lenguaje corporal de su cuerpo. No hay absolutamente nada bien en la escena que tiene Sirius frente a él. El padre de Remus lo abraza, pero este ya no tiene la expresión de aborrecimiento más intensa que Sirius ha visto jamás, y vaya que Walburga es experta en hacerlas. Los ojos de Remus están perdidos, idos, en cualquier otro lugar, menos en el presente. Su cuerpo tenso e inerte se ha encorvado tanto que casi está siendo sostenido.

Sirius no puede soportarlo más. No ha pasado ni un minuto del abrazo, y ya se encuentra junto a padre e hijo. No le importa no estar al tanto de la situación, no le interesa la curiosidad que lo carcome por dentro, le vale una mierda las ganas que tiene de hacerle mil preguntas a Remus. Todo lo hace a un lado, lo ignora, lo entierra, porque nada es más importante que el sufrimiento que CLARAMENTE Remus está sintiendo. Tomando al hombre de los hombros, lo jala lo más fuerte que puede para separarlo de Remus. Este no pierde ni un segundo y se refugia detrás de Sirius.

— ¿Qué te pasa? — La voz del hombre ya no suena insegura como la primera vez que la escuchó Sirius. Hay demanda y molestia en las palabras del señor. Esos párpados caídos que en otro rostro son amables y bondadosos, en este sostienen una mirada agresiva y furiosa; como si se tratase de una persona por completo diferente a la indefensa de hace un momento atrás.

— Lárgate. — Sirius se para lo más erguido que su jodida espalda le permite. El hombre que tiene enfrente es por mucho más alto que él, pero Sirius fácilmente pesa tres veces más; sin contar que también es más joven y atlético.

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