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Remus siente que se quema. Siente como su sangre hierve, como su pulso se acelera; siente el aliento de Sirius contra su cuello y no puede evitar jadear. Se muerde el labio para no gemir y que todos en la escuela los oigan. Sirius lo toma del trasero y lo aprieta con sus fuertes y grandes manos. Apresura el movimiento de sus pelvis y Remus siente que está a punto de estallar. Los labios de Sirius le omiten los gemidos, pero no pueden evitar la respiración jadeante que sale por su nariz.

Sirius se separa de Remus, no sin antes haberle besado toda la cara. Los ojos de los chicos se encuentran y Remus se pierden en ese mar gris que lo mira llena de deseo. No puede con todo a la vez; la intensa mirada de Sirius, el movimiento de esa pelvis tan sensual y tan rítmico, el agarre de sus manos, sus miembros rozándose, el sonido de pasos a fuera del baño...

—Sirius... — Remus jadea. Siente la adrenalina correr su cuerpo. Siente que en cualquier segundo va a llegar. Siente esos pasos cada vez más cerca. Sirius no responde. Ha cerrado los ojos. Tiene el ceño fruncido y la nariz arrugada. Se ve demasiado sexy que no Remus no puede evitar darse unos segundos para apreciar su belleza, esa varonilidad que lo inunda de pies a cabeza, que vuele loco a Remus; que lo llena de fuego y lo hace jadear, lo hace gemir; lo hace cerrar los ojos también y sentir como se libera. Dentro de los pantalones. Dentro de los calzoncillos. Ah, si tan solo le importara.

Remus aún tiene su respiración acelerada, aún siente los restos del orgasmo en su cuerpo, cuando es jalado por Sirius, deduce, y es colocado sobre la tapa del escusado. Ve a Sirius subirse encima de él, y recuerda fugazmente una escena parecía ocurrido no mucho tiempo atrás. Sirius sigue jadeando. Esos ojos grises lo miran con una intensidad aplastante, con hambre qué sigue sin ser saciado, con lujuria qué amenaza en atacar en cualquier momento. La meno de Sirius se posa sobre el rostro de Remus. Lo recorre con los dedos, suave, y se detiene en sus labios para delinearlos. Remus no puede creer que su cuerpo empiece a palpitar de nuevo. Tiene menos de 5 minutos de haberse venido, un poco de cordura no le vendría mal. Pero no puede evitarlo. El anhelo que ve en Sirius lo puede sentir dentro de si mismo. Lo desea. Lo desea demasiado. Lo desea tanto que empiece a doler.

—Shhh. — Sirius posa un dedo en medio de la boca de Remus. Sonríe de lado y se acerca al oído del chico. — Aunque me mires así no podemos hacer más. Alguien va a entrar al baño. — Parece que sus palabras hacen magia, porque justo en ese momento la puerta se abre y las voces de otros dos estudiantes se hace presente. Platican sobre chicas y lo mucho que les gustaría poder tener sexo con ellos. Remus trata de ignorar la conversación, de ignorar las voces. Sirius ha dejado caer su peso sobre sus piernas y es la primera vez que piensa en lo pesado que es. A pesar de tener los músculos definidos, Sirius es esbelto, o al menos en lo que cabe. A diferencia de Remus que es delgado sin gracia, Sirius tiene una muy buena figura corporal. Espalda ancha, cintura estrecha, piernas frondosas y fuertes... Aunque a Remus no le interesa su porte de dios griego. Físicamente hablando, lo que a Remus más le gusta de Sirius son sus ojos, su mirada. Ojos profundos y grises que te envuelven y te atrapan como un remolino que te arrastra sin piedad. Una mirada expresiva que te dice tanto con tan poco. Justo como en ese momento. Sirius tiene la mirada puesta en algún punto detrás de Remus, y este solo tiene que verla para saber qué está pasando por la mente del chico. Algo no anda bien. El ceño fruncido y la molestia en ese gris mar de emociones traen a Remus de vuelta a la cabina del baño de su escuela.

—¡Qué asco! ¿Por qué me preguntas esas cosas?

—No lo sé. He estado pensado desde que vi a Black con ese otro chico.

—¿Te refieres al naco y pobre que se aprovecha del idiota de Black? — El chico responde con un tono de burla. Remus puede sentir el enojo de Sirius. Lo siente en su cuerpo que se tensa, en sus manos que se cierran con fuerza en puños.

—¿Crees que sea así?

—¿Pues qué más va a ser? A esa zorra solo le interesa el dinero de Black, todos los tipos como él son así. Lo que no entiendo es cómo demonios Black se dejó embaucar por un hombre.

—Tal vez se siente muy bien hacerlo con uno.

—¿Acaso eres gay también?

—Obvio no.

—Yo creo que Black está muy pendejo y la zorrita sabe cómo hacer bien su trabajo. — Remus siente el momento exacto en el que Sirius amenaza con levantarse y salir de la cabina para encararse a los chicos. Así que toma a Sirius del rostro y lo obliga a mirarlo a los ojos. Hay una furia demoledora dentro de Sirius. Remus la siente como si fuera suya propia. Él lleva años recibiendo comentarios de ese tipo y es capaz de poder ignorarlos. Pero Sirius no. Sin embargo, Remus sabe que Sirius no está endemoniado porque le hayan dicho idiota o pendejo. Sirius de nuevo piensa meterse en problemas por él, por Remus. Por las calumnias que le han levantado, por las ofensas que le han dicho.

Remus logra tranquilizar a Sirius el tiempo suficiente para que los chicos salgan del baño, finalmente. La tormenta dentro de esa mirada gris se calma poco a poco, muy paulatinamente, dejando en su lugar un tipo de tristeza peculiar. Remus no puede evitar recordar cuando Sirius le habló sobre la pelea que tuvo con su madre. Le costó bastante a Sirius poder decirle cómo sucedieron las cosas y por qué. Remus recuerda el esfuerzo que tuvo que hacer el chico para explicarle que su madre no solo detestaba la idea de que su hijo estuviera con un hombre, sino que aborrecía que tal hombre no fuera del estatus social esperado. Sirius no quería decirlo, no quería lastimar o hacer sentir mal a Remus. Mas Remus se lo pidió. La tristeza de ese entonces es la misma que Remus ve en la cabina del baño. Tristeza llena de injusticia por estereotipos arraigados en las personas. Remus ha aprendido a vivir con ellos, a Sirius aún le cuesta.

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