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Bueno, ya tenía un tiempo que no actualizaba, una disculpa por ello. He estado mucho mejor, he vuelto a tener trabajo y me mantengo ocupado toda la semana. Lo malo que no me dan muchas ganas de escribir, aunque tenga la idea de lo que quiero hacer. Mis actualizaciones serán lentas pero seguras jajaja y como ya estamos cerca del final, comenzarán a disminuir. Muchas gracias por seguir leyendo esta historia, y espero no haya perdido su encanto. 


Sirius llega a la escuela demasiado emocionado para ser un lunes en la mañana. Remus le pregunta si está bien y este lo mira con la intensidad suficiente para saber que algo ha pasado. Sirius no le dice qué es, y Remus le da su espacio. Durante el resto del día, Remus trata de ignorar esa curiosidad que pica por su cuerpo. Se contiene de volver a preguntar sobre la emoción del chico y este le corta cualquier duda con un abrazo o un beso. Una estrategia que le ha estado funcionando bastante bien. Remus no se queja. No por el momento.

Las clases finalizan con la gratitud infinita de los alumnos por ser libres. Remus tiene una hora disponible antes de verse con Lily en la librería y, casualmente, Sirius también. Sin pedir explicaciones, Remus sigue al otro chico hasta el campo de Rugby. En cuanto pisan el campo, Sirius lo toma de la mano y hacen el largo recorrido hacia una pequeña bodega. Así. De la mano. Juntos.

—¿Me trajiste aquí para que tengamos sexo? — La mano de Sirius es grande y áspera. Se siente fuerte y llena de seguridad. Tiembla un poco cuando Sirius se ríe, pero no lo suelta. Los ojos grises se posan en Remus, quien se siente casi desnudo ante la mirada intensa y llena de deseo de Sirius. Permanecen ahí de pie por un tiempo. Remus no sabe cuánto. Parece una eternidad, parecen solo unos segundos. Al final entran a la vieja bodega, la cual está increíblemente limpia para sorpresa de Remus. Son casi palpables las ganas que desborda Sirius porque la pregunta de Remus sea verdad. Sin embargo, Sirius no responde y se limita a abrir la puerta vieja y correosa de la bodega.

—Creí que un lugar para pasar un rato a solas estaría bien. — Es hasta ese momento que Sirius suelta a Remus. El choque de la mano contra el aire es brutal. El aire frío, la piel descubierta, la soledad... son tan fuertes que Remus baja la mirada hacia su extremidad. La abre y la cierra, verifica que todo esté en orden. Y lo está, parcialmente.

—Ya. — Sirius sonríe de lado, se ríe entre dientes. Remus ve de reojo que el chico cierra la puerta. Un hormigueo recorre su cuerpo, pica en su entrepierna y acelera su pulso.

—Siéntate donde gustes. — Sirius permanece en la puerta, se recarga en ella y Remus siente como lo observa desde atrás. La mirada intensa y penetrante del chico taladra a Remus mientras este trata de aparentar serenidad y compostura. Sería una gran mentira si no admitiera que está nervioso ante el aura sexual que desprende Sirius. Es aplastante, abrumadora, lo hace querer abalanzarse al chico y derretirse entre sus brazos. Es un logro casi inhumano caminar hasta el sitio más alejado de la entrada y sentarse. Evita mirar a Sirius para no sucumbir ante la tentación.

—¿Tú no te sientas? — A pesar de no querer estar tan cerca de Sirius, Remus anhela tener más proximidad con el chico. Le gusta poder olerlo, sentir su calor, rozar su piel, su cabello... Sirius tiene una expresión llena de intenciones para nada buenas. Se acerca a Remus sin quitarle la vista de encima y se sienta justo enfrente de él. Le mantiene la mirada por unos segundos, y luego la baja hacia las manos de Remus. Las toma entre las suyas, con mucha delicadeza, y las roza suavemente con sus pulgares. Remus lo observa. Se da cuenta que el chico está inmerso en sus pensamientos, algo demasiado extraño en Sirius.

—No haré nada que tú no quieras. — Una ligera sonrisa se asoma en los labios de Remus. Espera a que Sirius levante la cabeza. Para su sorpresa, se encuentra con unos ojos grises muy serenos. Hay deseo en Sirius, el mismo que hay en Remus. Y, aún así, el chico permanece ahí. Sosteniendo las manos de Remus, con suavidad, como si fuesen de porcelana. Permanece ahí. Quieto. Inmerso en todo lo que podría hacer pero no hace. Por Remus, por respeto a él.

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