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Lamento no haber publicado la semana pasada. Comencé un nuevo tratamiento para mi ansiedad, y tal parece que eso me causó depresión de nuevo; aunque supongo que haber perdido mi trabajo tampoco ha sido de mucha ayuda jajajajaja. No me he sentido con los ánimos de escribir, pero no me rendiré. Terminaré Espresso por ustedes, por mí y por la historia que ya está terminada y solo falta escribirla. ¡En verdad gracias por leer esta historia! 

Remus divide su tiempo entre el hospital y la escuela. Termina aceptando a regañadientes la loca idea de sus amigos y sus "rotaciones"; así que los lunes, miércoles y viernes, él está toda la mañana en el hospital, con el debido permiso del director, mientras que Sirius, James o Peter lo suplen para cuidar a su mamá los martes y jueves. Es un tanto complicado, pero terminan acoplándose bastante bien al nuevo sistema.

No es hasta una semana después de haber empezado las clases que Hope es trasladada al hospital privado al que acuden Sirius y su familia. A pesar de los intentos de Remus por saber cómo y qué ha tenido que hacer Sirius para arreglar el pago y el papeleo del traslado de su mamá, el chico se niega a dar respuesta alguna. Cada que insiste, Sirius siempre le responde: un mago no revela sus secretos, Lupin, y no hay manera de sacar más información de él. Remus desiste después de unos días. No quiere hostigar a Sirius y mucho menos cuando se está tomando tantas molestias para ayudarlo.

A finales de octubre, el médico especializado decide que Hope está un poco más estable para su operación y la mujer es operada un miércoles por la tarde. Remus pasa toda la noche en vela y por obvias razones no va a la escuela. Se siente tan cansado que los ojos se le cierran, pero está tan ansioso que no puede quedarse dormido. En cuanto sale del quirófano, el doctor se lo comunica a Remus y este se lo dice a sus amigos. El procedimiento ha sido exitoso y se espera que la recuperación de Hope también lo sea.

Son casi las doce de la noche y Remus se sorprende cuando ve a Sirius llegar al hospital. Es como si un rayo de luz se estampara contra el pasillo y dejara a Remus ciego y perplejo. Parece un sueño que Sirius esté ahí; parece un sueño que haya contado con el apoyo incondicional de ese chico, con el de sus amigos... Sirius tiene una expresión de preocupación en el rostro, combinada con un alivio que no le veía en semanas. Toma a Remus de las manos, un gesto que se ha vuelto muy común en ellos, y pregunta por Hope. Remus sonríe, sonríe en su alma y en su ser. Sonríe al ver a Sirius tan comprometido con el bienestar de su mamá, incluso más si se tratara de la propia madre del chico. Es gracias a que Sirius está ahí, a su lado, acompañándolo, sosteniéndolo como un roble, que Remus descansa, por fin. Hablan por un rato y luego se queda dormido.

Hope se recupera espléndidamente y es dada de alta dos semanas antes de que termine el periodo de otoño. Aunque aún tiene que mantener reposo y ciertos cuidados especiales, Remus se alegra muchísimo de poder tener a su mamá en casa. También sus días regresan a la normalidad, puede ir a la escuela todos los días, ve a sus amigos durante las clases, y Lily y él estudian en la casa de este último ya que Remus se niega a dejar a su madre sola por más del tiempo que dure el colegio. Sin embargo, es un sábado por la mañana que Sirius se aparece en su casa, dispuesto en sacarlo de ahí y divertirse un poco Antes de revelar sus verdaderas intenciones, Sirius saluda a Hope y platican por un rato. La mujer no sabe cómo agradecerle al chico por todo lo que ha hecho por ella y él simplemente le dice que no hay nada que agradecer.

—Tú bienestar es lo más importante, Hope. El tuyo y el de Remus. — El mencionado ve a su madre sonreír como muy pocas veces lo ha visto. Inmediatamente posa sus ojos en su hijo y este sabe lo que su madre le quiere dar a entender, lo que esa sonrisa significó. Ella lo aprueba. Aprueba a Sirius. Ahora más que nunca. Más que aprobarlo, desea que Remus y Sirius estén juntos, juntos como pareja, que sean felices por todo el tiempo para compartir que la vida les otorgue.

Sirius aprovecha el pequeño intercambio de miradas entre Remus y su madre para comentarles sobre el verdadero motivo de su visita. Remus se niega de inmediato, no termina ni de escuchar a Sirius hablar. Se mantiene firme por unos minutos en su decisión hasta que su madre interfiere. Convence a Remus con el argumento que una de sus amigas enfermeras irá a visitarla y mejor atendida no podría estar. Remus entre cierra los ojos, seguro que una vez más a confabulado con Sirius para salirse con la suya. Remus acepta, no sin antes esperar a que la amiga de su mamá llegue para poder irse.

Ese sábado, Remus y sus amigos se divierten como no lo han hecho en mucho tiempo. No hacen mucho: van a un par de plazas, caminan por el centro, y terminan en la casa de Sirius. El clima naturalmente frío de diciembre no los motiva a meterse a la alberca, así que suben al cuarto de Sirius a jugar videojuegos. Mientras este último y Peter están concentradísimos en su pelea de KOF, los otros dos chicos bajan a la cocina por chucherías y para estirar un poco las piernas. James ha ido tantas veces a esa casa que ya sabe en qué lugar se guarda cada cosa sin necesitar la la ayuda de las empleadas domésticas.

—Me alegro que hayas aceptado venir. — Comenta James mientras husmea en la alacena. — Le gané una apuesta a Peter. — Ambos chicos se ríen ante ese comentario.

—Imposible que le diga no a Sirius.

—Así es, y mucho menos cuando estamos festejando su cumpleaños. — Remus parpadea perplejo ante lo que ha dicho James. Remus no recuerda lo que hizo Sirius en su cumpleaños, así que saca su celular y revisa qué día fue 3 de noviembre. A pesar de ver el calendario y tener la vista fija en él, Remus es incapaz de recordar qué sucedió en ese jueves, ni siquiera está seguro de haber felicitado a Sirius, y ni se diga de haberle dado algún regalo o haber ido a la fiesta que le hacen sus padres.

—No me dijo eso. — James no se sorprende No responde hasta después de unos segundos, los suficientes para que Remus se hunda en la culpa y el remordimiento que lo han invadido sin previo aviso. Después de todo lo que Sirius ha hecho por él, por su mamá, ¿cómo Remus puede pagarle de esa forma?

—Nah, Sirius no te lo iba a decir.

—No recuerdo si lo felicité. — El tono de Remus es deprimente, tanto que James se aleja su vista de la alacena. Los bondadosos ojos café lo escrudiñan sin juzgarlo, lo comprenden sin haber escuchado alguna excusa ante el comportamiento tan lamentable de Remus.

—En ocasiones Sirius puede ser un insensible, pero contigo nunca, Remus. Todos vimos por lo que estabas pasando y Sirius más que nadie comprendió que no era momento de festejar. — James esboza una ligera sonrisa y posa su mano en el hombro de Remus. Las palabras de su amigo son honestas y verdaderas. Remus lo mira agradecido, con miles de sentimientos dentro de él. Se siente demasiado sensible, demasiado volátil ante sus emociones. Su mente está fragmentada entre flagelarse por la grosería que le hizo a Sirius y entre agradecerle infinitamente a James por ser tan afable.

—Gracias, James. Aún sigo un poco sentimental por todo lo que pasó.

—No te preocupes. Sirius es un buen chico. — James deja escapar una risita antes de decir: — Una oportunidad no le caería mal. — Remus no le daría una, sino todas las oportunidades del mundo a Sirius.

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