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Remus lee por tercera vez la página del libro que tiene en frente, y se da por rendido. Suspira, larga y pesadamente, y cierra el libro. También cierra los ojos y se recarga en el respaldo de la silla. La cabeza empieza a dolerle. O, más bien, su dolor se hace presente después de dejar de engañarse a si mismo sobre que sí podría concentrarse lo suficiente para estudiar. El examen final, la última puerta que tiene que abrir para poder entrar directa y definitivamente a Oxford, está a solo dos semanas de distancia y Remus no puede entender una oración de 5 palabras. Es la primera vez que se siente tan perdido, aunque no puede culparse por ello.

Un mes ha pasado desde que Lyall, el hombre que lo engendró, tuvo la pésima idea de hacerle una visita justo después de haber terminado su sentencia de diez años. Un mes, y Remus lo recuerda como si estuviera sucediendo en este mismo instante. Siente el miedo paralizante, los recuerdos desastrosos, el dolor físico de las heridas, las horas en el hospital, el juicio, los temblores, las pesadillas...a Sirius alejándolo de aquella bestia, Sirius y su enorme espalda dándole la protección que nunca tuvo cuando era niño, Sirius y sus cálidos brazos, Sirius y su apoyo incondicional. También recuerda a su madre, llegando lo más rápido posible después de la llamada que le hicieron los chicos. Ve la preocupación en su mirada, el miedo en sus ojos de haber fallado de nuevo. No espera ni un segundo más, y se van directo a la policía. La orden de restricción como parte de la sentencia sigue en pie hasta que Remus sea mayor de edad. La voz de los hombres que le aseguran que Lyall regresará a prisión no son suficiente para Remus, y mucho menos cuando no tienen idea de en dónde se encuentra el ex convicto. Remus vuelve a sentir el miedo que lo atormentó tantas veces de niño. Lo siente en su presente, lo siente en su pasado, y casi puede asegurar que lo sentirá en su futuro.

Las semanas siguientes al desagradable suceso fueron bastantes...atareadas. Tanto Hope como Sirius estuvieron de acuerdo de que lo mejor para Remus sería vivir por unos días en cualquier casa menos la suya. Remus no se quejó cuando Sirius le dijo que la casa designada era la de Peter, ya que la de James estaba muy llena. Y a pesar de que Peter y sus padres fueron excelentes anfitriones, Remus no pudo sentirse tranquilo ni un solo segundo en toda su estadía. Él no quería estar en la casa de un desconocido, él quería su cuarto, su cama, el olor de sus sábanas, la suavidad de su cobertor. Sin embargo, nunca se quejó. Obedeció dócilmente. Estaba demasiado absorto en su sufrimiento que no podía preocuparse por nada más.

Para su pésima suerte, si es que no podía ser peor, Albus, su psicólogo, no se encuentra disponible. Lo llamó infinidad de veces hasta que recordó que Albus le había dicho sobre unas vacaciones que iba a tener en el extranjero. Remus incluso tuvo que revisar su agenda para ver cuándo es su próxima cita y no pensar que estaba alucinando lo del viaje. En efecto, no va a poder hablar con su psicólogo hasta dentro de tres meses. ¡Tres meses! No se ha vuelto loco gracias al uso de todas las herramientas que Albus le ha proporcionado con el paso de los años. Sin embargo, nunca lo prepararon para lo que vivió. Nunca pensó que algún día tendría que volver a verlo. Nunca pensó que la rabia que tanto había estado reprimiendo durante todo este tiempo fluiría dentro de él con una facilidad abrumadora. Nunca pensó que el miedo iba a paralizarlo por minutos, horas, días, semanas... Remus siempre ha escuchado sobre perdonar a las personas que nos hacen daño, que nos lastiman, que el perdón es el arma más poderosa que podemos tener frente a nuestro perpetrador. Pero Remus no puede, no pudo, y no podrá, y mucho menos con lo que acaba de pasar, perdonar a su padre.

El sonido de llamada de su celular trae a Remus al presente del cual ha estado intentando escapar durante días. Ve el nombre de Sirius en la pantalla y no puede evitar sentir un ligero nudo en la garganta. A diferencia de cuando era niño, Remus ya no está solo. Las herramientas que Albus le ha dado no son lo único que mantienen a Remus a flote. Sirius ha demostrado una vez más por qué Remus ha caído perdida e indiscutiblemente enamorado de él. Todo el apoyo que ha recibido por parte del chico, toda la comprensión, todo el espacio que Sirius ha podido darle pese a que para él es muy difícil poder hacer eso, es algo que Remus jamás, jamás podrá devolverle. Todo lo que ha obtenido de Sirius es apoyo incondicional, y desde que se conocen no ha hecho más que asegurarse de que Remus sienta que es amado. No puede decir que haya sido perfecto, aunque tampoco es que desee que lo haya sido.

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