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Probablemente no publique hasta dentro de unas dos o tres semanas. Tengo que terminar una historia que he dejado pendiente desde hace años, y ahora una paga depende de eso. Así que decidí posponer las actualizaciones de Espresso. 

Espero les guste el capítulo y gracias por sus comentarios y visitas. 
¡Nos leemos pronto!


La mujer que los recibe tiene una larga cabellera pelirroja, pecas en todo el rostro y unos ojos azules que la diferencian mucho de su hijo. La sonrisa, alegría y actitud son iguales a la de James.

—¡Pero qué muchacho tan apuesto! — Comenta en cuanto ve a Remus. — Tú debes ser Remus, ¿No? — Este se sorprende un poco al saber que James le ha hablado sobre él a su madre. Sonríe con timidez y confirma la suposición de la mujer, la cual los invita a pasar a su casa. — Yo soy Euphemia, pero puedes decirme Euphy.

—Ni esperes que Remus te diga así. — Salta Sirius desde atrás, quien parece estarse divirtiendo con la situación. Euphemia le hace un puchero a Sirius, un gesto muy parecido al que hace James. Al igual que con James, Remus encuentra realmente interesante a la señora Potter. Personas así de extrovertidas parecen ser seres de otro mundo los cuáles Remus admira demasiado.

Euphemia les indica a Sirius y a Remus que James y Peter están en la habitación de su hijo, así que los chicos se dirigen ahí.

—No creí que la mamá de James fuera pelirroja. — Comenta Remus mientras suben las escaleras. Detrás de él, Sirius frunce un poco el ceño.

—¿Por el color de James?

—Por su gusto por Lily. — Al llegar al segundo piso, Remus puede ver la expresión perpleja que pone Sirius. Incluso sorprendido luce muy guapo.

Remus nunca ha sido de jugar videojuegos. No porque no los encontrara interesantes, sino que las consolas son un lujo que Remus no puede costearse. Tampoco tenía amigos que lo invitaran a jugar, así que lo único que podía hacer era ir a los arcades cuando el trabajo y la economía de su mamá lo permitían. Es por eso que, al igual que en los deportes, Remus es pésimo jugando. Sin embargo, ni James, ni Peter, ni Sirius lo molestan por ser malo o no haber crecido con una consola. No se burlan de él o lo hacen sentir inferior.

La tarde de los chicos pasa entre risas, pláticas y videojuegos. Peter se encarga de enseñarle todo lo necesario a Remus para ser relativamente decente, mientras que Sirius y James le hablan sobre, según su criterio, los mejores videojuegos de la historia. Remus luce sereno y concentrado, muy atento a todo lo que le dicen. Pero por dentro no puede soportar la calidez que lo embarga. Es aceptado e incluido. No hay hastío por parte de ninguno de los chicos ante la lentitud de Remus por acostumbrarse a algo nuevo. Son pacientes y muy amables. Está tan feliz que podría llorar en ese mismo instante. Solo él sabe las veces que ha intentado integrarse y perecido en el intento. Las veces que se ha perdido a si mismo por tratar de agradar a los demás. Y ahora que ha decidido no mentir más, lo han aceptado. Esos tres chicos. Tal cual como es. Pobre, aburrido, nerd, gay....

Un par de horas después, cuando el sol amenaza con desaparecer en el horizonte, Remus recibe una llamada de su madre. Al parecer, esta ha terminado sus compras y quería saber si Remus ya iba a casa para acordar en una estación del metro e irse juntos a casa. Remus accede de inmediato y le hacer saber a sus amigos que ya se retira.

—Yo te llevo. — Se anuncia Sirius enseguida. Remus sonríe ligeramente, agradecido con la oferta de Sirius.

—Gracias, pero he quedado con mi mamá de ir a casa juntos.

—Yo los llevo. — Sirius emana una emoción indescriptible que Remus no logra comprender. Sus ojos grises brillan con intensidad, y el ligero esbozo de sonrisa que surca su rostro le dan un aire de niño recién despertado en plena Navidad. Remus frunce el ceño, desaparece todo rastro de agradecimiento y deja paso a la confusión e ironía.

—En verdad agradezco la oferta, Sirius. Pero no creo muy óptimo llevar a mi madre en tu motocicleta. — La sola idea es una locura. Sirius se ríe ante el comentario de Remus, y se pone de pie.

—Nos iremos en el auto de James. — El mencionado no se inmuta, parece muy acostumbrado a que Sirius use su carro sin pedírselo prestado. Incluso James le indica a su amigo donde ha dejado sus llaves. Es un intercambio muy natural entre ellos, una intimidad que ha tomado años y años en construirse. Remus es ajeno a ese sentimiento. ¿Serán así todas las amistades de la infancia? Piensa en Lily, y está seguro que confía en ella más de lo que confía en si mismo. Sin embargo, James y Sirius son diferentes. Ambos confían en si mismos y en el otro, son un complemento; capaces de funcionar muy bien por separado, pero juntos poseen una fuerza imparable. Es algo que, Remus está seguro, nunca podrá experimentar.

Una vez dentro del carro de James, Remus le habla a su madre para decirle que Sirius les hará el favor de llevarlos a casa. Le indica que pasarán por ella fuera de la estación del metro, y también le dice el color del carro para que esté pendiente. El trayecto al punto de reunión es en silencio, algo inusual en Sirius. Remus lo ve con disimulo y nota cierta tensión en su quijada y en sus manos que se aferran al volante.

—¿No te gusta manejar? — Sirius ve a Remus, el ceño fruncido y la mirada muy seria. Hace un puchero antes de responder.

—Estoy nervioso.

—¿Por manejar? — Sirius parece estar buscando las palabras correctas, de nuevo algo muy poco común en él. Más que preocuparse, Remus encuentra ligeramente hilarante la situación. Oculta muy bien la sonrisa que amenaza con mostrarse en su rostro.

—Porque tu mamá va a estar con nosotros. — Esta vez Remus no puede evitarlo y se ríe. Parece inverosímil que el chico que buscó a su madre para convencerla de que Remus fuera a una escuela muy lejos de sus posibilidades, fuera el mismo que luce intranquilo por la presencia de esa misma mujer en un auto. Sirius mira a Remus algo molesto, lo cual incrementa la risa en el chico. — No es gracioso, Remus. ¿Qué tal que se me sale un movimiento brusco? ¿O tengo un accidente? O peor, ¿que a tu madre no le guste como manejo?

—No es la primera vez que estás con mi mamá. — Hay ternura en la voz de Remus, la cual refleja lo que siente en ese momento.

—Pero estas son primeras impresiones importantes que definirán nuestro futuro.

—¿En serio? ¿Cómo?

—Pues, — el tono de Sirius es realmente circunspecto, una nueva cara para Remus — para cuando vivamos juntos. Si no le gusta cómo manejo, no querrá que salgamos en familia mientras yo esté al volante. Cualquiera estaría nervioso en una situación así. — Remus se queda mudo. Su corazón empieza a latir con tanta fuerza que es lo único que se escucha dentro del coche. Sería una broma si no fuera por la expresión de Sirius. Aunque debe serlo. Vivamos juntos. Familia. Se repiten a velocidad luz dentro del cerebro de Remus. Es un caos lo que esa frase ha generado.

Remus se resguarda en la ventanilla. Observa la ciudad posar ante sus ojos. Y también ve su expresión reflejada en el vidrio. Ilusión. Es lo que muestra su mirada. Una bomba que lo matará sin lugar a dudas. Es lo que menos puede permitirse sentir. Desea olvidarlo, eliminarlo de su memoria. Pero no puede. Sirius no sabe el daño que ha causado; ni la felicidad embriagante que también ha generado.

El viaje con Hope logra distraer a Remus solo un poco, aunque no lo suficiente. Su madre aligera la densidad del ambiente, y Sirius parece también relajarse. Todo resulta bien y tanto Remus como su mamá llegan sanos y salvos a casa. Antes de irse, Remus logra ver la expresión de satisfacción en Sirius. Toda tensión parece haberse ido de su cuerpo y le regala una sonrisa a Remus de despedida. Una sonrisa que Remus no logra responder. Se despide de Sirius con cierta sequedad y se resguarda en su habitación. Sin embargo, Remus es incapaz de huir de su propia mente, la cual lo martilla sin cesar por toda la noche. 

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