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Nunca creí que publicaría tres capítulos en una semana, dos en el mismo día. Leí los comentarios que dejaron, sobre una actualización, y aunque me reía de ellos, cuando menos lo supe ya tenía terminado el capítulo JAJAJAAJJAJA. En verdad gracias por leer Espresso. No saben la alegría que me da cada que dejan un comentario, por más simple que sea, los leo siempre, y siempre me motivan a seguir escribiendo. No sé si vaya a publicar la próxima semana, aunque haré mi mayor esfuerzo para que así sea. De nuevo mil gracias, gracias infinitas. ¡Espero sigan leyendo Espresso hasta el final!

Los días pasan tranquilos. Remus ha aceptado de mala gana el obsequio de Sirius; y este se ríe ante lo poco tecnológico que resulta ser el chico. Tres días y aún parece no adaptarse al celular nuevo. Aunque, claro, Remus no dice nada al respecto. Es muy bueno para esconder cuando algo le disgusta. Sirius ha tenido que poner excesiva atención al muchacho para poder descubrir que, en efecto, el iPhone 11 Pro es demasiado para él.

Es el viernes, a los pocos minutos de haber terminado su descanso, que recibe un mensaje de James. No le importa que el supervisor este a lado suyo, abre el chat de su amigo.

Hoy al Battersea Park, cuando salgan del trabajo. Tráete a Remus.

Sirius responde con un simple ok y reanuda sus labores. Terminando la jornada, Sirius decide esperar a Remus sentado en una de las bancas de la plaza mientras juega en su celular. Está tan absorto en el videojuego que no se percata de Remus hasta que este se sienta a su lado, quien lo recibe con una ligera sonrisa.

— James nos espera en Battersea Park. — La sorpresa se refleja en el rostro de Remus, incrédulo de que James también lo haya invitado. — Te dije que le caíste bien a Jimmy. Anda, que probablemente ya haya llegado. — Remus se mantiene callado durante todo el trayecto al estacionamiento. Tiene el ceño fruncido y parece estar pensando muy seriamente en algo. Sirius lo observa, no muy a gusto con el silencio, pero agradecido de poder verlo con más detenimiento sin la mirada recelosa de Remus impidiéndolo. El flequillo pajizo ya le está llegando a los ojos, rozando ligeramente con las largas y claras pestañas del chico. Las pecas de su larga nariz parecen haberse multiplicado; a diferencias de su nulo vello facial, el cual parece no querer salir hasta dentro de un par de años. Sirius corre con la mala suerte de tener que comenzar a afeitarse por las mañanas; aunque ha pensado en dejarse crecer la barba cuando entren al bachillerato. Le gustaría saber qué piensa Remus al respecto. .

— ¿Es James como tú? — Remus pregunta, al fin, justo antes de subirse a la motocicleta. Sirius lo observa, ya sentado en el vehículo, sin comprender muy bien a qué se refiere. — ¿Es su familia como la tuya? — Oh. Sirius se pone el casco, un poco receloso ante esa pregunta. Supone que la curiosidad de Remus va más allá de solo saber un poco más sobre Sirius. James ha sido el único en saber de la situación familiar de Sirius, nadie más que su amigo sabía ese "secreto". Hasta hace tres días. Ni su padre ni su madre le han prohibido a Sirius hablar con alguien más sobre el tema; sin embargo, el chico es lo suficientemente listo como para saber que no es una conversación que se puede sacar a relucir con facilidad. No se arrepiente de lo que le ha contado a Remus, pero tampoco quiere que eso ocasione algún cambio en la relación que con tanto esfuerzo ha ido construyendo. Tampoco quiere que Remus lo vea diferente. Es su familia y no él quien posee todo ese poder y dinero. No es algo que él haya pedido.

— No. Los padres de James son dueños de una línea de cosméticos muy famosa. Mi padre vio potencial en la empresa, así que decidió asociarse con ellos. A los Potter les convenía la asociación. No se quejaron mucho.

— Supongo que esa línea no tiene el apellido de los Potter por sugerencia de tu padre, ¿no? — Remus es un chico listo, aprende rápido.

— Mi padre es un hijo de puta malnacido, pero es muy bueno para los negocios. A diferencia de mi tía, él sí ha sabido manejar bien la herencia del vejete. — La mirada de Remus se llena de nuevo con esa compasión que inquieta tanto a Sirius. Suficiente lástima tiene con la suya propia como para recibir la de otra persona. — No me mires así, Remus. — El mencionado se siente descubierto y desvía la mirada, un poco avergonzado.

— Lo siento. — Remus se pone el casco y se sube a la motocicleta, detrás de Sirius. Está consciente que la compasión de Remus es el resultado inevitable de su alma bondadosa. No es algo que el chico haga para hacerlo sentir mal. Así que, sin poder evitarlo, un sentimiento de culpa se apodera de él. Solo quiere seguir siendo el chico de acento refinado para Remus. Odia la idea de que esa percepción haya cambiado. Porque, después de todo, Sirius solo es eso.

— Sigo siendo Sirius. No quiero que eso cambie para ti. — El mal hábito de escupir lo que dice su mente parece no ser tan malo en ese momento. A veces Sirius puede ser sincero sin siquiera intentarlo. La respiración de Remus se escucha en el silencioso estacionamiento, algo ahogada por el casco que tiene puesto. Esta sufre un ligero cambio, su ritmo se acelera, por muy poco, aunque lo suficiente para que Sirius lo note. No hay respuesta hablada por parte de Remus. Lo que hace es mucho mejor. Deja a Sirius mudo, sin aliento, con el corazón parado y tal vez otra cosa más. Remus lo abraza, se pega a él. Siente el pecho del chico contra su espalda. Siente sus latidos. Siente su calor. Siente su pelvis. Y también siente esa cabeza que se recarga entre sus omoplatos, se acurrucan en medio ellos, como si estos hubieran sido hechos específicamente para él. Parece una eternidad lo que dura ese abrazo, y no es hasta que Remus se separa, parsimoniosamente, que Sirius regresa a su realidad y recuerda que James los está esperando.

Sale del estacionamiento y agradece el frío aire nocturno que le despeja la mente. Aumenta la velocidad, se deja llevar por esa adrenalina que empieza a recorrer su cuerpo. Remus no se queja. Ve de reojo por los espejos externos el hambre que hay en su mirada. Ve como la adrenalina también hace mella en él. Sirius no sabe cuánto más es capaz de soportar, cuánto más tendrá que esperar para poder tener a Remus entre sus brazos, hacerlo suyo para siempre. Ha creído que es el único que se siente así; desesperado, inseguro de no poder aguantar un día más. Pero se equivoca. Son esos ojos quienes lo desmienten. Tarde o temprano, Remus Lupin caerá sucumbido por su propio deseo. 

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