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El capítulo anterior fue demasiado largo y no me di cuenta de ello. Creí que a penas llevaba dos páginas cuando en realidad eran cinco. Me sorprendí bastante. Debo avisarles que ya he conseguido trabajo (yay), así que no estoy segura qué tan seguido podré publicar, ya que el trabajo depende de lo que me envíen para traducir. Haré todo lo posible por al menos traerles un capítulo semanal. 

De nuevo gracias por votar, comentar y leer Espresso. ¡Los amo!


Remus se pierde la mitad de su primera clase ya que es llamado a la oficina del director. Al entrar, Sirius está ahí. Tiene el ceño fruncido y luce muy molesto. El hematoma de su cara se ha vuelto más pronunciado, lo cual significa está por buen camino.

El director los invita a sentarse y él hace lo mismo detrás de su escritorio. Los mira no muy seguro de lo que va a decir, y, cuando habla, es como un balde de agua fría que cae sobre Remus. Les explica que en las cámaras de seguridad no se ve a nadie haciendo algo "indebido" a Remus, pero sí se ve como Sirius golpea a Malfoy a sus otros dos compañeros. Sirius estalla cuando escucha esto y se levanta de golpe de la silla, señalado con un dedo al director y amenazándolo que se va a arrepentir de haber tomado esa decisión.

—No es ninguna decisión, señor Black. Son las pruebas que hay. Si sigue así terminará expulsado de la escuela. Usted es el único que se ve agrediendo a el señor Malfoy. — Remus tiene que sostener a Sirius para que este no se abalance contra el director. Es una bestia dispuesto a matar a su presa.

—¡Viejo maldito, asqueroso de mierda! ¡Mi familia le dio ese puesto, pero de seguro los Malfoy le han pagado más dinero del que ha visto en su puta vida! — Remus ha visto enojado a Sirius en varias ocasiones, y ha visto los diferentes tipos de enojos que tiene. Los explosivos son los menos espeluznantes, aunque son los que más preocupan a Remus.

—Sirius, basta. — Hay un pequeño forcejeo entre los chicos. Sirius tiene la mirada en rojo y fija en el director, el cual parece temer por su vida. Remus zarandea a Sirius hasta que este lo mira. Sus ojos son agresivos y Remus no duda que también amedrentará contra él. Se mantiene lo más sereno que puede y, al final, Sirius se calma, solo un poco. Se suelta de Remus en un movimiento brusco y sale de la habitación. Remus se queda de pie, frente al director, quien parece haber entrado en un estado de shock. Al final también se retira, con las imágenes de lo ocurrido aún en su mente.

En los días subsecuentes, Remus nota un cambio a su alrededor. Es muy sutil, e incluso pasaría desapercibido para alguien distraído como James. Pero Remus lo nota, siempre lo nota. Las chicas lo miran y murmullan; algunas, las más atrevidas, lo critican y censuran con la mirada sin mostrar alguna señal de pudor. Algunos de sus compañeros de clase ya no le dirigen la palabra, ni siquiera se dignan a mirarlo. Otros lo miran con desagrado, no el desagrado con el que lo miraban por su estatus social, sino otro tipo de desagrado. Cuando entra al baño y hay más chicos, estos hacen sonidos de burlas e incluso obscenos. En más de una ocasión ha escuchado a alguien murmurar "marica" o diferentes adjetivos despectivos cada que Remus está cerca. A pesar de las intenciones, Remus lo sobrelleva bastante bien. En su escuela anterior lo molestaban por lo mismo, e incluso llegaban a agredirlo físicamente. Nada grave, nada que Remus no pudiera ocultar. Antes estaba Lily, y ahora están James, Peter y Sirius. Decide enfocarse en lo bueno, en los excelentes amigos que la vida le ha regalado, e ignorar todo lo demás. A veces es fácil, a veces es más difícil.

—¿No has pensado en decirle a tus amigos lo que te está pasando?

—No quiero molestarlos con nimiedades. — El psicólogo levanta una ceja, no muy convencido de la respuesta de Remus. — Ellos me aceptan como soy, Albus. Lo demás no me importa.

—Aún temes al rechazo y por eso no confías en ellos. Les contaste sobre tu encuentro con la chica porque no representaba ningún "peligro". Pero esto podría hacer que ellos decidieran que eres bastante complicado y se distanciaran de ti, ¿no? — Remus se remueve incómodo en el sofá. Sabe que Albus tiene razón, aunque no quiere admitirlo. Creyó que había cambiado, que ya no tenía que mentirse a si mismo ni a los demás para poder tener amigos. Aún está muy lejos de lograrlo.

—Sigo igual que antes. — Es un tono demasiado melancólico. Albus esboza una suave sonrisa.

—Es un proceso largo y lo importante es la paciencia. Lo has estado haciendo muy bien, Remus. Confía en ti. — El mencionado sonríe. Con ironía.

—Albus, me siento muy abrumado. No sé qué hacer respecto a Sirius.

—¿Qué es lo que te detiene? ¿Acaso no te gusta? — Remus trata de ordenar sus ideas. Aprieta los labios por unos segundos, frunce el ceño.

—Me gusta más de lo que me gustaría. — Vuelve a apretar los labios, temeroso a que las palabras salgan de su boca. Su mente le grita que las diga, tiene que decirlas o explotará. Está acostumbrado a callar, se le da bastante bien. Sin embargo, dentro de él hay algo que quiere que todo el mundo sepa lo que quiere omitir. Es un dolor acumulado en su pecho que sube hasta su garganta, parecido a las ganas de vomitar que uno tiene cuando algo le ha caído mal. Se pregunta si es así como Sirius se siente cada que vomita lo que piensa.

—¿A qué te refieres? — Aprieta los labios con más fuerza, y eso incrementa el escozor que hay en su garganta. Lo ha pensado tantas veces, mas decirlo es un viaje sin retorno. No está preparado para escucharlo con su voz, para hacerlo más real de lo que ya es. Para admitirlo por completo de una vez por todas. — Debes dejarlo salir, Remus. — Albus tiene razón. Mantenerlo dentro lo está poniendo enfermo. Lucha por abrir sus labios, es realmente difícil ir en contra de lo que tu mente te indica está bien, aun cuando sabes que no es lo correcto.

—Estoy enamorado de él. 

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