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Remus no logra comprender, y se reprocha más de lo que debería, su nula capacidad para poder negarle algo a Sirius. Al día siguiente de que este se presentó en su casa, Remus se encuentra en el Aeropuerto Heathrow, con una pequeña maleta de mano y listo para subirse al avión que los llevará directo a Paris.

Es el primero en llegar, puesto que Sirius y James han pasado por Peter para escuchar las indicaciones que siempre les da la madre del chico, las cuales nunca llevan a cabo. Remus se sienta en una de las sillas del área de espera que ofrece el aeropuerto, y mira su boleto sin poder evitar pensar en el día anterior. Recuerda los miles de nos que le dio a Sirius después de escuchar su propuesta. Recuerda los ojos grises implorar y preguntar por qué no quería aceptar. Recuerda a su mamá llegar temprano a casa, puesto que se sentía cansada, y quedar fascinada con la idea del viaje. Aún siente la incredulidad invadirlo cuando ve de nuevo en su memoria a Sirius y a Hope puliendo los pequeños detalles para ir a Francia. Remus en verdad no lo podía creer. La sonrisa de satisfacción y alegría que tenía Sirius no deja de invadir su mente desde que su madre aseguró que Remus definitivamente iría al viaje. Fue cuando iba a negarse, de nuevo, que Sirius lo vio y le sonrió, y Remus ya no pudo decir que no.

Sus amigos llegan justo a tiempo para abordar el avión. Los tres chicos desbordan excitación y ansia; platican, ríen, se gastan bromas... Remus también participa, aunque no sabe cómo sentirse. Está emocionado por salir con sus amigos e ir a otro país; sin embargo, saber que Sirius está gastando tanto dinero en él es algo que lo hace sentir realmente incómodo. Lily le dijo que aprovechara y desquitara todo lo que pudiera, si Black quiere, que le cueste. Pero Remus obviamente no puede hacer eso, ¿cómo podría? Después de lo que Sirius ha hecho por él, después de todo lo que Sirius hace por él... y Remus no ha podido regresarle ni la mitad de lo que Sirius le ha dado. En el avión se ha sentado junto a Peter, y James y Sirius se encuentran en los asientos de a lado. Remus se estira un poco para poder ver a Sirius. Este tiene los audífonos puestos y los ojos cerrados. Luce relajado. Remus tiene que contener un suspiro porque está seguro se escucharía hasta la cabina del piloto. Está consciente de qué manera poder agradecerle a Sirius, de qué manera poder hacerse feliz a sí mismo y terminar con su flagelación mental. Aún no está listo. No puede, no cree lo suficiente. Y se censura, porque las pruebas están frente a sus ojos y él no quiere creerlas. No quiere ya que sabe que dolerán, siempre terminan doliendo.

El viaje a Francia no se concentra solo en París. Tres días en la ciudad del amor para luego volver a pasar tres días en Lyon, cambiar de destino a Niza, recorrer Montpellier, y terminar en Toulouse.

La primera noche para Remus es una experiencia completamente nueva para él. Es la primera vez en toda su vida que duerme con personas que no sean su familia. Ver a esos chicos, que se han vuelto muy importantes para él, interactuar en un ambiente más íntimo, logra crear lazos más fuertes entre ellos. Además, se permite el lujo de poder conocer mejor a sus amigos. Es ahí que se entera de James y su gusto por bañarse con el agua hirviendo aunque haya calor; que Peter se desespera con demasiada rapidez cuando hay que hacer fila para entrar a algún lugar, que Sirius extrañamente es bastante bueno para desestresar a Peter; que también Sirius solo duerme en calzoncillos sin importar la época del año, que James no desayuna hasta después de las 11 de la mañana porque no se siente cómodo ingiriendo comida tan temprano en el día, que Sirius tiene una mirada inhumanamente penetrante cuando desea algo, el objeto de su deseo está justo frente a él, y no puede tenerlo.

Justo cuando entran a la habitación del hotel, un cuarto doble para los chicos, James asigna las parejas para las camas: él y Remus, y Peter y Sirius. Obviamente este último rebuzna y se queja hasta que llega la hora de dormir, pero James es tajante en su decisión. No quiero que coman pan frente al hambriento. Remus se sonroja en cuanto escucha esa frase. No puede evitarlo y desvía su mirada al piso. Piensa en él y en Sirius durmiendo juntos, y está seguro que su fuerza de voluntad se destruiría en cuanto el chico rozara la cama. No puede evitarlo. Lo desea. Lo desea con tanta fuerza que Sirius también lo siente y lo mira directamente, sin pudor, sin vergüenza. El desacuerdo parece haber terminado y James y Peter se ponen cómodos en la habitación. Sin embargo, Sirius y Remus aún comparten ese encuentro. Lo comparten por tres semanas. Cada que Sirius se remueve en la cama, cada que Remus contiene sus suspiros y suplica por no despertar con una erección. Cuando oye que Sirius hace un sonido de frustración, es imposible que Remus no se pregunte si ambos se sienten de la misma manera. El cuarto es amplio y aún así Remus se siente enjaulado, como si el espacio no fuera suficiente; como si Sirius no estuviera a un par de metros pensando en él. Porque Remus piensa, y no hay nada más en su mente que Sirius y todas las posibilidades que habría si durmieran juntos.

De regreso a Londres, Remus ve a Lily con urgencia. Le cuenta todo sobre el viaje: a los lugares que fue, los sitios que visitó, le muestra las fotos que tomó; pero, en específico, le habla sobre Sirius. Sobre los malos modales que tiene en las mañanas, la evolución de su humor durante el día, lo curioso que es por naturaleza, lo exigente que es con la comida y el buen servicio, la elegancia que no puede evitar tener al de comer, lo fácil que es hacerlo feliz y lo mucho que disfruta del momento. No se detiene hasta que se da cuenta que Sirius es su único tema de conversación.

—No sé qué voy a hacer, Lily. — Remus se recuesta en la mesa del café al que ha ido con su amiga. Suspira, por fin, y saca todo lo que ha acumulado por tres semanas. Sirius parece una droga, una droga peligrosa. Una droga que desea más que a nada y a nadie, y a la que le tiene demasiado miedo.

—¿Qué necesitas para permitirte ser feliz? — Los pensamientos intrusivos y las ideas irracionales que atacan a Remus son tan fuertes que le impiden querer dar ese paso, salir de su zona segura, vivir todo lo que el enamoramiento conlleva. Y a pesar de que lo está viviendo, se reprime lo más que puede.

—Nada. Soy un miedoso. — Lily le asegura que no lo es, que es normal no querer ser lastimado de nuevo. Remus lo sabe. Y también sabe que en cualquier momento caerá; no podrá soportarlo más. Se drogará de Sirius, se llenará de él. Solo es cuestión de tiempo.

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