67

1.3K 205 110
                                    

El primero en saber es James. Pero, joder, claro que el primero en saberlo tenía que ser James. Después del beso con Remus este se ha evaporador tan rápido como llegó y Sirius no pierde ni un segundo para subirse a su moto y manejar a 150 k/h hasta la casa de James. Durante el trayecto, siente que todo ha sido un sueño. La adrenalina corre por sus venas. Repite el momento indefinidamente. Aún siente a Remus, aún lo huele, aún saborea sus labios, su lengua, su calor...

Sirius se detiene frente al hogar de su amigo. Se quita el casco y se sacude la cabeza para enfriarse un poco. Ni el clima helado de Londres le sirve para apagar ese fuego que se ha apoderado por completo de su ser. Sirius está extasiado, eufórico, toca desesperadamente a la puerta, la aporrea sin descanso hasta que su amigo la abre y arremete contra él. Sirius lo aprisiona con sus brazos y lo zarandea hasta que las gafas de James terminan en el suelo.

—¿Qué carajos te pasa, Black?

—A partir de hoy soy Lupin, muchas gracias. — A James se le olvida colocarse los lentes ante lo que ha oído. Sus ojos se abren, su boca se abre, los lentes se le caen de nuevo. Sirius sonríe, se ríe, brinca y vuelve a reírse. Jamás se ha sentido así antes, está seguro que no habrá nada más que lo haga sentir así de nuevo. Podría comerse el mundo entero y aún sentirse hambriento.

Le cuenta a su amigo cómo sucedió todo, no omite detalles, ni siquiera por pura vergüenza. James lo escucha con una enorme alegría en el rostro, se contagia de la emoción que exuda Sirius. Platican durante una hora en la entrada de la casa de James, este último protegiéndose del frío únicamente con un suéter raído y el furor de Sirius. Se despiden cuando el sol empieza a meterse, y se abrazan con muchos ánimos. James le da unas palmaditas en la espalda a su amigo y, antes de que este se suba a su moto, le grita:

—¡Espero mi invitación! — Sirius suelta una risotada.

—¡Serás el puto padrino!



Las vacaciones en Lacock son extremadamente aburridas y estresantes. Sirius está a nada de subirse a las paredes de la casa de sus abuelos ante el tedio que inunda el jodido pueblo. Todo el día se la pasa rodeado de olor a anciano, aguantando los comentarios filosos de sus primas y soportando la falsedad de su madre e indiferencia de su padre. No hay un lugar en el que pueda fumar, beber o drogarse. Y lo peor de todo, lo que hace la situación un millón de veces peor es la abstinencia que se carga. No ha habido día que no se la haya jalado pensando en Remus y en ese beso aprobado por el mismísimo pecado de la lujuria. Sirius trata de no pensar mucho en cuántos tuvo que dar Remus para besar así de bien. Le es difícil. Todos los días platica con el chico, lo cual lo hace feliz en una medida inimaginable. Se mandan mensajes, se hablan por teléfono, se etiquetan en varias publicaciones en Facebook... Sirius está viviendo el sueño.

En Año Nuevo, justo después de hacer el brindis y obligarse a convivir con su familia, Sirius recibe una llamada de Remus. Sirius aprovecha que sus parientes siguen dentro de su hipocresía felicitándose entre ellos, y sale al invernal aire de Lacock. Camina por las calles vacías mientras escucha a Remus contándole sobre su día. Poder escuchar su voz lo tranquiliza y excita en cantidades exorbitantes, ni siquiera sabe si eso es posible, pero él sigue caminando con tremenda erección entre las piernas y una paz que empieza a hacerse habitual.

Remus habla con parsimonia, guarda silencio durante unos segundos antes de continuar con su plática. Su tono es tranquilo. Sirius se lo imagina acostado en su cama, con esas piernas largas y delgadas sobresaliendo de la orilla de la cama. Sus delgados y gráciles dedos sosteniendo el celular mientras que su otra mano juguetea con su cabello. Sus labios curvándose con ligereza después del resoplido ante algún comentario de Sirius. Sus ojos entrecerrándose, esas abundantes pestañas revoloteando. Su nariz sorbiendo cada que su alergia vuelve a hacer mella en él. Y Sirius se ve ahí con él. A su lado. Acurrucándolo entre sus brazos. Llenándolo de besos, en el rostro, en el cuello, en su pecho... Sirius escucha y se imagina follando como salvaje con Remus, se imagina haciendo el amor con Remus, se imagina su vida junto a Remus y es lo único que necesita para que el comienzo de su año sea el mejor de toda su putrefacta existencia.



Sirius agradece a la vida en cuanto las vacaciones terminan y se regresa a Londres. Es justo en la madrugada del primer día de clases. Llega a su casa a las dos de la mañana y se pregunta si sería muy imprudente ir y ver a Remus en ese mismo instante. Cree que no, pero aún así le envía un mensaje. Son dos semanas sin ver a Remus, dos semanas en las que ha sobrevivido porque así lo ha querido el universo. Dos semanas en las que se tuvo que conformar con su mano y su imaginación. Si espera un día más explotará.

Sirius se queda dormido esperando la respuesta de Remus. Sueña con él, yno deja de soñar aun cuando despierta.

EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora