77

1K 144 21
                                    

Remus se está poniendo su gabardina gris, cuando las luces de un auto se dejan ver por las cortinas de las ventanas de su casa. Justo una hora antes de que empiecen las clases. Remus no sabe cómo se ha despertado, pero ahí está. Abriendo la puerta de su hogar y saliendo al invernal aire matutino de Londres.

Lo primero que ve es la Jeep verde. Y luego al chico que está dentro de ella. Remus abre la puerta del vehículo y se sube, agradeciendo infinitamente la calidez que hay dentro. Sirius lo recibe con una sonrisa. Es salvaje y de una emoción mal contenida.

—¿Y la moto? — Sirius se pone en marcha. Su sonrisa se ensancha aún más.

—Creí que esto sería más adecuado para la situación. — Remus entrecierra los ojos. No tiene ni idea de a dónde lo llevan. Él ha decidido confiar en el chico de mirada gamberra que no presagia nada bueno. Siempre elegirá confiar en él. No importa a donde vaya. Si es con Sirius, guiado por su mano, con los ojos cerrados irá con él.


Remus siente su cuerpo agarrotado y se remueve en el asiento. No recuerda el momento en el que se ha quedado dormido. Abre los ojos con parsimonia. La tenue luz le lastima un poco así que parpadea varias veces. Tarda unos segundos en percatarse que la Jeep no está en movimiento y que se encuentran en lo que parece ser un estacionamiento. Es hasta que se endereza y mira a su alrededor que descubre en donde están. Ha soñado con estar ahí durante toda su vida. Imposible no reconocerlo.

—Buenas, bello durmiente. — La voz de Sirius toma por sorpresa a Remus. Se había olvidado por completo del chico.

—¿Por qué estamos aquí? — La mente de Remus está hecha un mar de preguntas que es lo primero que logra soltar. Trata de organizar un poco sus ideas mientras observa la sonrisa de Sirius crecer poco a poco.

—Feliz cumpleaños. — Sirius hace una mueca antes de comentar: — Aunque no sé que tenga de feliz cuando tienes que hacer un examen. — Remus siente una opresión en el pecho, como si su pulso se detuviera y luego galopara sin tregua. No es mucha información la que le da Sirius, pero sí la suficiente para saber que el chico lo ha hecho. Lo ha hecho de nuevo.

—Sirius... — Remus tarda en encontrar las palabras. Tiene sentimientos encontrados en ese mismo instante. Está feliz, emocionado, intrigado; y también está molesto, confuso, y ligeramente traicionado. Sirius no dice nada. Le sostiene la mirada sin vergüenza, con descaro. Al final, es Remus quien desvía la vista. La baja y se taya la frente. Le ha empezado a doler la cabeza.

—Podemos pasarnos aquí todo el día, pero tienes una cita y...

—No. — Remus suena más firme de lo que se siente. Se muerde las ganas de bajarse del auto y correr hasta el antiguo edificio, hacer el examen y poder cumplir su sueño de estudiar en Oxford. Se resiste. Se resiste con una fuerza que solo ha conocido cuando se resiste a Sirius. Se resiste y no sabe por qué. Trata de no saberlo. Es mejor así. No pensarlo. Porque si lo piensa, caerá. — Regrésame a Londres — Sirius roda los ojos. Parece no estar sorprendido por la actitud del chico.

—No regresaremos a Londres hasta dentro de una semana, ¿vale? Así que tienes dos opciones. Quedarte aquí por los próximos siete días, o bajar y entrar a la puta escuela. — Remus frunce el ceño. Hay algo que ha llamado su atención.

—¿Una semana? ¿Y las clases?

—Ya me encargué yo de eso. — El comentario de Sirius es como cualquier otro, no tiene algún tono en específico. Y, sin embargo, acciona algo dentro de Remus que lo molesta.

—Ese es el problema Sirius. — Remus suele no molestarse. Es un sentimiento un poco ajeno a él, con el cual casi no tiene problemas. Pocas situaciones lo ponen en ese estado. Por eso, incluso él se sorprende ante el tono de su voz. Suena muy diferente a la firmeza anterior. Sirius abre los ojos, Remus ve la sorpresa en él. Se refleja en esos ojos grises. No quiere contenerse, al menos no esta vez. — Siempre te encargas de todo tú solo. No me tienes en cuenta. Tomas decisiones por los dos. ¿Crees que quiero faltar a clases? Es el último año, Sirius. Yo sí me preocupo por la escuela. Además, ¿Cómo crees que lo vaya a tomar mi mamá? Ella aún está delicada y no puede tener emociones fuertes. ¿Qué crees que sienta cuando le diga que no estaré por una semana? — Sirius se encoge, muy, muy ligeramente. Luce como un perro con las orejas agachadas. Mira a Remus como nunca lo ha visto. Es la primera vez que esa expresión se hace presente en su rostro. Remus no sabe cómo describirla.

—Hablé con el director. Le expliqué la situación y me dijo que no había problema. También le dije a Hope, ella me dijo que estaba bien...

—Genial. Todos saben mis planes menos yo. Ni siquiera sé cuál es la situación. — Sirius hace el amago de hablar, con esa voz baja y que encima las palabras. Remus lo interrumpe. — Lo tenía que pensar, Sirius. — Remus suspira. Ver a Sirius como un niño regañado lo calma un poco. No quiere hacer sentir mal al otro chico. Remus sabe que Sirius lo hace porque se preocupa por él y solo quiere ayudarlo. No tiene ninguna mala intención tras sus acciones. El problema es que no piensa bien antes de actuar y muy pocas veces comparte sus intenciones con Remus.

—Te demoras mucho en pensar las cosas. — El ceño de Sirius está fruncido. Hay un puchero en su rostro y sus ojos se ven ligeramente vidriosos. Pese a la molestia inicial, una ternura inmensa invade a Remus. Vuelve a suspirar. Suaviza la voz.

—Sirius, ahora somos una pareja. Hay decisiones que se deben de platicar antes de tomarse. Y mucho más si es respecto al futuro de uno de nosotros. No sabes las razones por las que no realicé el examen cuando debía, ¿o sí?

—Me hago una idea.

—Exacto. ¿Qué tal si es por la cuestión económica? ¿O prefiero tomarme un año sabático y viajar por el mundo? — Sirius levanta una ceja. — Son situaciones hipotéticas. — Los ojos grises se posan en el parabrisas. Miran más allá del estacionamiento.

—Entonces habría cometido una imprudencia. — Remus sonríe. Se alegra que Sirius haya entendido su punto de vista. Aunque el gusto le dura unos segundos. — Pero yo sé que no es así. Remus. — Sirius posa su mirada en el mencionado. Es directa y muy penetrante, demasiado intensa. — Siempre que pueda ayudarte, lo haré. Aunque no me lo pidas. Aunque te molestes. Y lo haré no porque piense que no puedas, o para facilitar tu vida, o porque crea que no eres capaz. Lo haré porque sé que puedes, y porque es un pecado no permitir que lo hagas. Lo que sea. — Remus hace un tenue sonido de frustración. No puede creer que Sirius lo ha ignorado por completo. Este lo detiene antes de que siga haciendo un mal juicio. — Yo te prometo no volver a tomar decisiones sin consultarte antes. Pero tú prométeme no impedirme ayudarte. — Remus nunca ha estado tan seguro de algo como lo está en ese momento. Sirius es testarudo, duro como una mula. Y lo ama. Lo ama tanto que cree imposible una sola palabra englobe todo lo que siente por él.

EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora