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Remus decide que lo mejor para él y sus nervios es mudarse a Oxford una semana antes de que empiecen sus clases. Así que, diez días antes de que comience su vida universitaria, ya tiene absolutamente todo lo que se va a llevar empacado y listo en una esquina de su habitación. Tres días más, y estará en Oxford, por fin. No piensa en nada más que en lo emocionado y nervioso que está. Bueno, piensa en otra cosa. Con algo que no ha dejado de pensar desde que Sirius se lo propuso. Con algo con lo que sigue pensando aún y cuando el noventa y nueve por ciento de su cerebro está ocupado por Oxford y todo lo que eso conlleva.

Las vacaciones le han dejado a Remus el deseo de empezar a vivir con Sirius en cuanto antes. Está seguro de que su vida junto a Sirius comenzará el mismo día que se mude a Oxford, y el hecho de que Sirius no le haya dicho nada al respecto no le preocupa tanto porque, es Sirius: siempre hace todo al último minuto. Aunque, no lo niega, la falta de información por parte del chico le causa cierta intriga. Remus tampoco ha preguntado al respecto. Tal parece que ambos están muy ocupados en sus cosas y difícilmente encuentran tiempo para tener una plática decente. A Remus le causa cierta nostalgia la situación, le recuerda a la época de exámenes cuando estaban en la escuela. No es algo que extrañe, y está seguro de que, en un futuro, una vez que ya puedan él y Sirius vivir juntos, todo será diferente.

Pese a lo mucho que Remus aseguraba no estar preocupado respecto a Sirius y su falta de información por la mudanza, sí lo está. Los tres días han pasado, ya se va a Oxford al día siguiente, y Sirius no ha sacado el tema en ninguna de las pocas oportunidades que han tenido para hablar. Remus está en su habitación, repasando por enésima vez su equipaje y asegurándose de que nada se le olvide. Se debate seriamente entre si llamarle a Sirius o ir a casa de James, aunque ya es algo tarde y no está muy seguro de encontrar a Sirius ahí, puesto que, últimamente, pasa más tiempo de lo esperado en casa de los Black (otra situación de la que Sirius tampoco le ha hablado al respecto).

Sigue sin decidir qué hacer cuando escucha el timbre de su casa. Su corazón brinca, emocionado, y prácticamente corre a abrir la puerta. El chico que le sonríe es jodidamente guapo, con el cabello a los hombros y bastante ondulado. Los ojos grises que lo miran con intensidad son profundos y pícaros, algo muy característico de Sirius.

—¿Extrañándome, Lupin? — Remus roda los ojos. Suprime la sonrisa que amenaza con salir de sus labios, y se hace a un lado. Sirius entra a su casa y, como siempre, parece como si la habitación se hiciera diminuta con él ahí.

—Eso quisieras. — Están solos, Hope tiene el turno nocturno, y es la última noche que tendrán juntos hasta que vivan en Oxford. Es inevitable que eso pase.

Sirius lo toma del rostro y lo besa con urgencia. El olor a cigarro que desprende el chico es tan fuerte que Remus da un paso hacia atrás. Se preocupa un poco, no lo suficiente para detener el beso. Sirius apesta a cigarro, pero lo ha extrañado tanto que decide pasarlo por alto. Entre besos y caricias, llegan a la casi vacía habitación de Remus. La cama es demasiado pequeña para los dos, no importa. Encuentran espacio para caber sin problema.

Esa noche Remus es capaz de sentir una intensidad en Sirius que nunca antes había sentido. El chico parece extasiado, insaciable, y no solo en un aspecto sexual; al terminar, Sirius no lo suelta ni para ir al baño, lo llena de besitos a cada rato y procura siempre verlo a la cara, intensa y perdidamente, con esos ojos grises que le prometen todo con lo que solo había podido soñar.

—¿Me vas a acompañar mañana?

—¿A dónde? — La inocencia tan bien actuada con la que responde Sirius hace que Remus entrecierre los ojos. Se pone lo más serio que puede y pregunta:

—¿A dónde crees tú, Sirius? — Este se encoge de hombros y Remus no puede creer el control que tiene el chico para fingir demasiado bien. Sin embargo, tal parece que la mirada acusadora de Remus es su punto de quiebre y una ligera sonrisa se esboza en sus labios. Aún siguen en la diminuta cama, solo que Sirius está sentado con la espalda en la pared, y Remus lo ve desde la orilla.

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