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Es inevitable que todo el alboroto causado atraiga la atención de las personas, y en cuestión de segundos los chicos se ven rodeados por una pequeña multitud. Lamentablemente, entre esas personas se encuentran el directo quien estuvo a punto de irse a su casa pero un par de papeleos se lo impidió. Los bravucones son llevados a la enfermería, mientras que a Sirius, Remus y Peter los llevan a la dirección.

La mente de Remus está hecha un caos. Trata de ordenar sus pensamientos y le es realmente difícil cuando una posible suspensión está de por medio. También se preocupa por las heridas de Sirius, quien se negó de ir a la enfermería alegando que se encontraba en perfecto estado. Su ojo izquierdo demuestra todo lo contrario.

—Quiero una explicación y la quiero ahora.

—Esos hijos de puta estaban molestando a Remus.

—Su lenguaje, señor Black. — El director desvía su severa mirada de Sirius, y la posa en Remus.

—¿Es eso cierto, señor Lupin? — Remus se mantiene en silencio por unos segundos. Sirius está junto a él con los brazos cruzados, y el ceño fruncido. Lo apremia con la mirada. Aun y con el ojo hinchado y amoratado, luce bastante molesto. Remus le explica al director lo ocurrido. Este lo escucha con un poco de incredulidad en la mirada. Al terminar, hay un silencio incómodo y espeso.

—¿No va a hacer nada? ¡Expulse a esos malditos! — Sirius se levanta de la silla y manotea al aire. El director camina hasta su escritorio y se sienta con parsimonia. Le explica a Sirius que tiene que seguirse un procedimiento riguroso, revisar los videos de vigilancia y dictaminar si, en efecto, fue un ataque hacia Remus. Sirius está por aventar las cosas del escritorio al piso, pero Remus lo detiene justo a tiempo. Sus miradas se encuentran. Es por unos segundos que la furia y rabia de Sirius llena a Remus. La siente, y es demasiado fuerte, demasiado intensa como para que un ser humano pueda soportarle. Son unos segundos, y Remus se calma. Sirius también. Es un efecto inmediato, casi magia. Sirius serena la mirada, y se vuelve a sentar.

—Yo también lo vi, señor. — Habla Peter, por fin, con una voz temblorosa y no muy convincente. El director levanta la ceja y les pide se retiren, que el proceso se iniciará el lunes, puesto que ese día es viernes.

Sirius sale pisando fuerte y en su rostro se muestran las ganas que tiene de patear a alguien. Peter se disculpa con ambos por su actuación tan pobre y también se disculpa por Remus por no haber hecho nada más que correr a buscar a Sirius.

—Pero, ¿de qué hablas, Pete? Lo que hiciste estuvo más que bien, gracias a ti no pasó a mayores. — El animo de los chicos para salir ha muerto, así que cada uno se dirige a su casa. Peter se despide de ellos y le pregunta a Remus si se encuentra bien. Este sonríe con amabilidad y le asegura que todo está perfecto. Le miente en su cara y Peter se retira mucho más calmado.

—No sabía que eras tan bueno mintiendo. — Sirius no lo voltea a ver cuando habla. Camina con las manos en los bolsillos y la mirada al frente. Remus no se sorprende al verse descubierto. Sabe que Sirius lo observa más que a nadie, lo siente siempre, esos ojos grises puestos sobre él todo el tiempo. Vuelve a sonreír, tiene que sostener su mentira, todos esos años de mentiras lo han vuelto un experto.

—Estoy bien. El que debería de ir a un hospital eres tú. — Sirius se detiene y Remus lo imita. No están junto al otro, como de costumbre. Remus ve la amplia espalda de Sirius y su cabello negro casi rozando sus hombros.

—No mientas. — Hay una pausa. Remus siente el esfuerzo que hace Sirius por no gritar todo lo que pasa por su mente. Lo ve en sus hombros que se tensan y sus manos que se hunden aun más dentro de los bolsillos. — No me mientas. — Remus no puede. ¿Cómo podría? Sirius se voltea y no hay nada que Remus no hiciera por él. Es la suplica que hay en su rostro que destroza cualquier rastro de habilidad para mentir. Es Sirius y su agresividad, su salvajismo, su corazón puro y lastimado que impiden a Remus poder decir tan siquiera algo. Deja de suprimir sus sentimientos. Libera el miedo y el trauma que vivió. Se deja influenciar por lo vivido y cae. Cae enfrente de Sirius. Cae por primera vez en muchos años en frente de otra persona. Se deja vulnerable y se permite sentir, de nuevo.

Remus frunce el ceño, intenta controlar su rostro, no puede. Las comisuras de sus labios se curvan hacia abajo; sus ojos se entrecierran y su nariz se arruga. Se cubre el rostro, casi en automático, lleno de vergüenza. Nunca ha tratado de hacerse el fuerte, simplemente no quiere preocupar a sus seres queridos. No tiene que decir que está bien, solo que no pasa nada. Todos le creen, siempre le creen. Hace que pueda soportar el sufrimiento con más facilidad. ¿Por qué Sirius? ¿Por qué él?

Una calidez inunda a Remus. Se ve envuelto de improviso por unos brazos fuertes y un cuerpo fornido. El olor a tabaco y madera le llenan los pulmones, le revuelven el cerebro y el alma. Se siente un poco mareado. Ha abrazado a Sirius con anterioridad, siempre siendo él quien lo haga. Es la primera vez que siente lo aplastante que puede ser Sirius; toda esa virilidad, la masculinidad innata que posee. Remus lo siente. Y es... indescriptible.

Sirius se separa con torpeza, como si no estuviera acostumbrado a dar abrazos. Remus lo ha visto abrazar a James miles de veces, incontables. Pero es la primera vez que Sirius tiene esa mirada en el rostro, apenado como si no supiera qué es lo que tiene que hacer o decir. Su cara empieza a inflamarse debido a los golpes, aunque es imposible ocultar el ligero color rosa que sube por sus mejillas. Remus no puede evitar sino imitarlo. Verlo sonrojado es hermoso, la belleza más grande que ha visto y verá en su vida.

—Creo que te manché de sangre. — Al final, Sirius es Sirius. Necesita hablar, vomitar lo que piensa. Remus se ha dado cuenta que parece odiar el silencio. Este sonríe muy ligeramente, casi imperceptible. Se encoge de hombros.

—Vamos a mi casa. Te voy a ayudar con esas heridas. 

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