De lunes a jueves los chicos solo pueden verse durante las pocas clases que comparten juntos. Terminando la escuela, Remus se va directo a su casa para pasar toda la tarde y la noche estudiando. Y Sirius va directo al campo de entrenamiento en donde practica Rugby hasta quedar molido. La tensión de la escuela es casi palpable: el examen de los chicos de último año es el viernes, y la final de rugby también. Es una semana bastante pesada en la que Sirius tiene que repetirse una vez cada cinco minutos que solo es por un par de días y, que después, podrá pasar tiempo con Remus, y, en un par de meses, tenerlo solo para él.
Pese a la gran molestia por la falta de Remus durante la semana de locos, Sirius trata de disfrutar lo más que puede los entrenamientos que le quedan. El jueves que llega a su última práctica de rugby, hay una extraña sensación dentro de él que difícilmente puede ignorar. Ama el rugby. Lo ha jugado desde que aprendió a sostener una pelota con las manos, y nunca pensó que su tiempo para poder disfrutarlo iba a ser finito. Podría haber extendido por un par de años más la posibilidad de jugar yendo a la universidad, pero Sirius no pertenece a ese lugar. Ha nacido en una cuna privilegiada en donde tiene todo lo que quiere. En el rugby no importa si eres rico o pobre, si naciste con privilegios o sin ellos. Es ese lugar en donde Sirius puede ser quién es, y no quién lo han hecho ser. Y ahora, lo ha perdido. Aunque hace todo por intentarlo, no puede disfrutar su entrenamiento. No puede quitarse esa sensación de incertidumbre y ligero temor que se repiten constantemente en su mente. En su vida viene un gran cambio, un cambio que ansía y desea que suceda, pero del que también tiene un poco de miedo. El rugby le daba cierto control a su vida, saber que año con año ahí estaba pese a que se hacía mayor. Y ahora, ya no está.
—Hermano, tienes una cara de funeral. ¿Todo bien? — James se acerca a él antes de que los chicos entren a los vestidores. Sirius mira a su amigo cubierto de barro y chorreado de sudor, con las gafas deportivas apretándole hasta el alma. Es así como ha visto a James durante catorce años, cada maldito día después de la escuela. Sirius suspira, más fuerte de lo que le gustaría. Ve a su amigo a los ojos y también siente esa sensación de nostalgia dentro de él.
—Mañana es el último partido. — Su voz es baja, como si estuviera diciendo algo prohibido. James logra escucharlo, y también suspira. Aunque su suspiro es un poco menos deprimente que el de Sirius.
—Nuestro último juego juntos. — Sirius no puede evitar sentir un cosquilleo en sus ojos. Siempre ha sido sensible a sus emociones. Y, a pesar de que ahora puede nombrarlas y decir que se siente jodidamente triste, sigue sin gustarle la idea de admitirlas o demostrarlas como se debe.
—Te iré a ver jugar en Cambridge. — Sirius ve a su amigo. Un poco de esperanza no le iría mal. Al menos uno de los dos seguirá jugando. Sirius puede vivir con ello, tal vez podría ayudarlo a entrenar...
—No jugaré. — La voz de James suena apagada. Mira a Sirius como muy pocas veces lo ha visto, una mirada que James solo ha puesto en momentos realmente tristes para él. Las esperanzas de Sirius se destruyen en segundos, las ganas de llorar incrementan. Maldita sea. Si tan solo todo fuera para siempre... — Quiero concentrarme solamente en la universidad. Pero puedes seguir entrenando, Sirius. En la ciudad hay un par de escuelas independientes de rugby que...
—Voy a irme a Oxford. — Es la primera vez que Sirius habla sobre sus planes con alguien más que no sea Remus. Y le parece que James es la mejor primera opción para hacerlo.
—¿Estudiarás con Remus? — James se sorprende, dando por hecho de que su amigo se refiere a la universidad. Sirius no lo culpa, nadie piensa en la ciudad cuando se dice Oxford. Aunque, bueno, James debería de saber que Sirius no estudiaría por cuatro años más, o quién sabe cuántos, ni aunque su vida dependiera de ello.
—Nah, ¿qué va a ser? Iré a vivir a la ciudad. Buscaré un empleo, una casa, lo más cerca que se pueda de la universidad. Orion no ha dejado de chingar enviándome trabajo, así que no me preocupo mucho por eso. Viviré con Remus. empezaré una nueva vida. — Decirlo en voz alta suena mucho mejor que tenerlo en la mente dándole vueltas. Sirius se escucha seguro, decidido. Y lo está. El rugby ha sido su vida hasta este momento. Le toca dejarlo ir para comenzar algo nuevo. James sonríe, su mirada se transforma. Su amigo, que siempre ha estado para él, quien lo escucha y le da los mejores consejos a los que difícilmente les hace caso. James, quien lo ha recibido en su casa y lo ha tratado como si en realidad fueran hermanos. Es en ese momento, cuando el miope de su amigo le sonríe, se ríe, y lo abraza porque comparte su dicha, que Sirius se da cuenta de lo que realmente lo hace sentir mal. No solo dejará de jugar rugby a partir del viernes, sino que, en cuanto empiece el nuevo ciclo escolar, también se despedirá de su amigo.
Ya entrada la noche, estando en su habitación, Sirius y Remus hablan un rato por teléfono. Ninguno de los dos está muy platicador. Sirius tiene la cabeza metida en todos los cambios que tendrá su vida, y Remus, Sirius está seguro, no puede pensar en otra cosa que no sea el examen del día siguiente. Sin embargo, escuchar la voz de su novio ayuda a Sirius a relajarse solo un poco. Sabe que no estará solo en esta nueva etapa, aunque eso no significa que las cosas vayan a ser más fáciles. Es más, podría incluso ser peor. Podría haber peleas entre ellos, Remus todo el maldito día metido en la universidad, Sirius se sentiría ignorado o muy solo, eso ocasionarían discusiones, problemas...
Antes de irse a dormir, Sirius se sienta en la cama y hace un par de ejercicios de respiración que encontró en internet. Mientras respira, se repite una y otra vez que todo estará bien, y lo único que logra es sentirse como un estúpido. ¿Por qué todo tiene que estar bien? ¿Hay algo malo en que no todo esté bien? ¿Es de a huevo que todo esté jodidamente bien? Sirius se desespera. Tiene el último partido de su vida en unas horas, y lo menos que debería estar haciendo es desvelarse mientras piensa en cosas que no han ni empezado. Odia ser positivo sin sentido, y odia tener que repetirse cosas que ni sabesi van a ser verdad. Tampoco espera que le vaya de la fregada. No cree que encontrar un lugar para vivir sea tan difícil, tal vez le tome un poco conseguir empleo, pero aún tiene suficientes ahorros como para tener una vida holgada por un largo tiempo. También cuenta con Orion y su carga estúpida de trabajo. Respecto a Remus y la universidad... ¿cómo carajo va a saber que es lo que va a pasar? Claro que tiene miedo, ¡joder!, está aterrado, de todas las posibilidades habidas y por haber. Aunque, bueno, Remus y él han tenido sus momentos, y, no tiene ni puta idea de cómo, pero han sabido salir adelante. Piensa en Remus, en su mirada hermosa y amable, llena de compresión y cariño. Remus, quien lo escuchó cuando se sentía de la mierda y le dijo que su sentir era tan válido como el de cualquier otro. Remus, quien hace un esfuerzo monumental en comprenderlo y apoyarlo, ayudarlo, aunque sea solo con escucharlo desahogarse, con no darle la espalda, con siempre tenderle los brazos para un abrazo y decirle que todo estará bien, porque, con un demonio, si Remus se lo dice, Sirius lo cree. Ya no está solo. Se repite eso una y otra vez. Al menos eso sí es cierto. Ya no está solo. Y nunca más lo estará de nuevo.
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Espresso
FanfictionRemus trabaja enfrente del trabajo de Sirius, el cual no puede evitar caer perdidamente enamorado de él. Portada hecha por: @JORGEAKUANDOMNGUEZ