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El domingo Remus despierta más tarde de la normal. La escuela lo tiene bastante agotado puesto que, debido a la beca completa que ha conseguido, le exigen más que a los otros chicos. Tiene ganas de quedarse un par de horas extras en la cama, pero debe ir a la iglesia y ayudar a su madre con la venta de galletas. Así que se levanta, sin muchas ganas, y sale de su habitación.

Hope está sentada en la mesa del comedor, terminando su desayuno. Saluda a Remus en cuanto la ve, y se dispone de inmediato a hacer el desayuno de su hijo. Remus se sienta donde ha estado ella y sonríe para sus adentros. Tanto él como su madre han estado ocupados en sus respectivos asuntos y no han podido platicar mucho en la semana. Y, aún así, Hope siempre le pregunta sobre la escuela y cómo le ha ido. En verdad aprecia mucho sus esfuerzos.

—¿Cómo va todo con Sirius? — La somnolencia de Remus desaparece en cuanto escucha la pregunta. Controla su expresión y oculta muy bien el caos que se ha creado dentro de él.

—¿Sirius?

—El muchacho muy guapo del cual estás enamorado, cariño. — La sonrisa en la voz de Hope es palpable. Le da la espalda a Remus así que esté se permite mostrar vergüenza. Su madre siempre lo ha aceptado tal y como es. Remus cuenta con el apoyo incondicional de ella y se siente con toda la libertad de hablarle sobre sus gustos sin sentirse juzgado. Sin embargo, Remus también es un adolescente. Y como buen adolescente es inevitable sentir un poco de pena al hablar sobre la persona que te gusta, y mucho más cuando no has dicho en voz alta que te gusta. Aunque no hace falta. Hope lo ha sabido desde que el primer día que Remus le habló de él.

—Todo bien.


La misa termina y Remus se dispone a vender galletas junto con su madre cuando recibe una llamada de Sirius. Se aleja un poco de Hope para contestar.

—Paso por ti en media hora para ir a casa de James. — Sirius luce agitado al otro lado de la línea. En el fondo se escucha música a un alto volumen y un sonido parecido a tubos de hierro cuando se rozan. Remus mira de reojo a su madre, quién está atendiendo a una pareja que se ha acercado curiosa a probar su mercancía. Le encantaría ir con Sirius. Quiere verlo y estar con él. Ingenuamente había creído que verlo todos los días disminuiría el deseo de estar a su lado. Qué ironía. Ahora es más cuando anhela su compañía. Sin embargo, también desea estar con su madre. La ve muy poco y los domingos son los únicos días que pueden pasar tiempo juntos. Remus suspira antes de responder.

—Lo siento. Es mi día de estar con mi mamá. — No lo ve pero Remus sabe que Sirius ha fruncido el ceño y puesto esa expresión de irritación que tanto lo caracteriza. Es un acto reflejo que Sirius hace cuando el resultado no es el esperado, le sale aunque no quiera.

—Vale. Pero mañana te invito a comer.

—¿Y James y Peter? — Sirius gruñe. Remus sonríe con ligereza. No quiere arriesgarse a pasar mucho tiempo a solas con Sirius, a pesar de que es lo que más quiere. Y está consciente que Sirius odia que arruine sus planes. Dos seguidas parecen ser demasiadas para el pobre chico. Aunque también sabe que no negaría una salida con sus amigos, y muy difícilmente cuando Remus la ha pedido.

—Está bien. — Accede a regañadientes. — Pero la próxima vez saldremos SOLO los dos. Bye. — Sirius cuelga antes de que puedan cambiarle la jugada de nuevo.

Remus regresa junto a su madre, quien no pierde ni un segundo para preguntar quién le ha llamado. Cuando Remus responde que ha sido Sirius, Hope observa a su hijo con detenimiento. Remus está acostumbrado al escrutinio de su madre y a ser descubierto más rápido de lo esperado. Siempre se ha considerado bastante hábil para despistar hasta a la persona más recelosa. Hope siempre ha sido la excepción.

—¿Te ha invitado a salir?

—Me dijo de venir por mi para ir a casa de James. — Responde Remus, derrotado.

—¿Y tú le dijiste que no porque quieres quedarte con la aburrida de tu madre a vender galletas? — Hope sonríe irónica. Remus la mira, sonriendo ante la belleza de mujer que tiene enfrente.

—Efectivamente. — Remus nunca ha sido una persona de muchos amigos. Hasta hace unos meses, Lily era la única amiga de Remus. De pequeño siempre le costó trabajo crear lazos con los demás niños, y su madre está muy consciente de eso. Nunca lo ha dicho en voz alta, pero Remus sabe que su madre haría todo lo posible para que no esté solo. Teme que la soledad de Remus lo perjudique. Sin embargo, Remus no cree que su soledad sea mala. A veces la disfruta, aunque no la ha echado de menos en las últimas semanas. Muy en el fondo sabe que su madre tiene razón. La soledad podría consumirlo.

—Remus, si no sales con tus amigos me voy a molestar contigo.

—Mamá...

—Un chico saludable de dieciséis años sale por lo menos 4 veces a la semana con sus amigos, sin contar las veces que se ven durante clases. — Remus levanta una ceja no muy convencido de lo que le ha dicho su madre.

—¿Los que atiendes en el hospital que llegan ebrios y drogados? — Hope hace un ademán con la mano, restándole importancia al asunto.

—Además, tengo planeado salir de compras. Y tú no estás invitado. — Remus mira a su madre fingiendo indignación. Hope trata de esconder una sonrisa de diversión, y Remus atesora en su memoria el momento que está teniendo con su madre. — Así que llama a Sirius para decirle que sí vas porque puede que cambie de opinión. — Remus le lanza una última mirada a su madre; no muy seguro si merece la libertad que esta le ha ofrecido sin que él la haya pedido. A veces piensa que actúa de esa manera por la culpa que siente. Remus nunca la ha culpado, jamás lo haría. Su madre cree todo lo contrario. Aún tiene esa melancolía en los ojos cuando lo mira. Aún ve el reproche que se hace a sí misma por no haber estado cuando él la necesitaba. 

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