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Gracias a todos los que leen y comentan. En verdad me alegran el día como no tienen idea, me la paso sonriendo y con ganas de escribir aún más. Quiero compartirles este vídeo que encontré en Facebook que me recuerda un buen a la situación actual de los chicos. Espero les guste y nos podamos leer pronto!! ❤️

Los días siguientes que quedan de vacaciones son los peores que Sirius pueda recordar haya tenido, hasta el momento, en su jodida existencia. Las únicas palabras que cruza con Remus son cuando lo lleva a su casa. Sirius no sabe cómo, pero a pesar de la incomodidad entre ambos, ha logrado seguir ayudándolo con el transporte. Remus no ha objetado al respecto, simplemente lo sigue en silencio.

Muy por encima del enojo principal, Sirius siente tristeza de la situación actual. Extraña platicar con Remus, y tiene que conformarse con verlo desde lejos. Ni la primera vez que lo vio se aguantó tanto las ganas de ir a platicar con él. Lo peor de todo es que Sirius no busca a Remus por puro orgullo y berrinche. Está desperdiciando los últimos días que podrá tenerlo a su lado por una estupidez que él mismo ha provocado. Está segurísimo que Remus lo perdonará en cuanto entable una conversación decente con él. Pero no toma la oportunidad. Por una parte, quiere que sufra y sienta un poco de lo que él siente todo el tiempo. Quiere que lo deseé al punto de volverlo loco y no dejarle otra alternativa más que arrastrarse por su perdón. Es egoísta, horrible y cruel. No le importa. Está harto de sentirse desesperado. La tristeza puede esperar.

Cuatro días antes de que las clases empiecen, Remus le agradece a Sirius por las veces que lo ha llevado hasta su casa. Están afuera del hogar de Remus. Sirius esconde dentro del casco la felicidad que amenaza con reflejarse en sus ojos al creer que, por fin, Remus se disculpará con él. Aunque no está muy seguro de qué tendría que disculparse el chico, y cree que el que debería de pedir perdón es él. Claramente, su necedad le nubla esa obviedad. Sin embargo, la decepción es quien se hace presente tanto en la mirada como en todo Sirius cuando Remus le notifica que ya no habrán más paseos nocturnos puesto que ha renunciado al trabajo para aprovechar los días que restan de vacaciones y estudiar un poco antes de que empiece el nuevo periodo. Genial.

—¿Qué voy a hacer, James?

—Estoy seguro que ya tuvimos esta conversación y nada bueno salió de eso. — Sirius suspira. Parece que con el paso de los días todo empeora. No podía enamorase de un chico común como cualquier otro. Tenía que caer como idiota por un teto de primera clase. ¿Quién carajo estudia en vacaciones, justo antes de empezar clases? Tenía que ser, claro, ¿por qué no?, Remus Lupin.

—Por lo menos sé en donde vive.

—Hermano, no te sirve de nada saber en donde vive si no te va a abrir la puerta. Habla con él de una vez y déjate de pendejadas. — Parece ser un buen consejo, extraño viniendo de parte de James. Realmente es un buen consejo. Muy buen consejo. Pero Sirius no suele tomar los buenos consejos. Le encanta la mala vida. Así que se resigna, renuncia a su trabajo y se pasa los días que le quedan hundido en la miseria.

Sirius se despierta, desayuna, regresa a su cama y se queda todo el día en ella. Esa es su rutina por dos días hasta que su padre le ordena investigar cómo está la inversión y comercio en China. Sirius acepta a regañadientes solo porque obtendrá una pequeña cuota por sus servicios. Y aunque Sirius trata lo más que puede en enfocarse en su tarea, no puede. No deja de pensar en Remus y el silencio que lo rodea. Dos días sin verlo y sus ganas de vivir por los suelos. Dos míseros días de los muchos en los que no lo va a haber. Morirá, no hay duda. En más de una ocasión ha estado tentado a agarrar su celular y llamar a Remus hasta que este le conteste. No sabe cómo, pero se resiste. Tiene la esperanza de que Remus sea el que lo busque. Solo por una vez quieres sentir qué es ser buscado por Remus y no al revés.

Tres días y Sirius ha encendido y apagado su celular tantas veces que ha perdido la cuenta. La ansiedad de comunicarse con Remus es tan fuerte que opta por apagar su teléfono para no caer en tentación. A los pocos minutos lo enciende puesto que Remus podría contactarse con él en cualquier momento y tiene que ver el mensaje o responder la llamada de inmediato. Es un ciclo sin fin en el que la salud mental de Sirius y el pobre aparato pagan los platos rotos.

Al ver que la necedad y orgullo de su amigo le están cobrando caro, James va por él a su casa y lo obliga a salir de la cama. Sirius no quiere ir a ningún lado. Lo único que quiere es que Remus le hable. Ya ni siquiera recuerda por qué está molesto. No le importa la razón que haya tenido para creer que valía la pena el silencio de Remus. Está seguro que su yo del pasado estaba idiota y estúpido y no pensó en su yo del futuro. Aunque no es novedad que Sirius no piense en las consecuencias. Es por eso que agarra su celular, lo enciende y, muy decidido a ponerle fin a la situación, abre la conversación que tiene con Remus. No envía nada porque un mensaje llega primero.

¿Podemos vernos mañana?

Sirius lee atónito. Revisa el nombre a quien pertenece el chat. Lo ve y no lo cree.

—¿Estás bien? — La voz de James lo toma por sorpresa. Ha olvidado que está ahí, junto a él. Sirius levanta la mirada del mejor mensaje que ha recibido en años, y sonríe.

—Remus quiere que nos veamos. — Su voz suena ahogada. Hay tantos sentimientos dentro de él que es difícil poder descifrarlos todos. La felicidad es la emoción que está más presente. Seguida de arrogancia y alivio.

—¿Ya te escribió?

—Me acaba de escribir. Quiere que nos veamos... mañana. — ¿¡MAÑANA!?

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