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Sirius se duerme tarde, se despierta tarde, y llega tarde al trabajo. El supervisor lo regaña y le recuerda que cualquier otro error que cometa le causará el despido definitivo. Sirius se aguanta las ganas de decirle que hay más probabilidades de que el despedido termine siendo él, y soporta los regaños de sus superior hasta que los primero clientes se hacen presentes. Por si fuera poco, se equivoca al tomar la orden de una mujer que causa un alboroto ENORME por recibir nuggets en lugar de papas fritas. Al borde del colapso, y con los gritos de su jefe ambientando el lugar, Sirius huye al baño de la plaza. La rabia hierve por su sangre y está buscando a la víctima perfecta para desahogar su frustración. Lamentablemente, es Remus quien paga los platos rotos. 

—Hola. — Sirius no responde. Está lavándose las manos e ignora el hecho de que Remus ha entrado al baño. Extrañado por la actitud de Sirius, Remus vuelve a saludar. 

—¿Puedo responder al saludo o también necesitas tiempo para eso? — El tono de voz que usa es cruel, vil. Escupe las palabras, destilan furia y veneno. Ver como el dolor se refleja en los ojos de Remus calma a la bestia que ha crecido dentro de Sirius. Saborea la indignación que se expresa en su rostro, y disfruta cuando el chico baja la mirada, afligido, y pasa junto a él sin responder. La pequeña parte racional que aún conserva Sirius lo hace sentir culpable, lo suficiente para no opacar la dicha que ha crecido en la bestia. Lo lleva en la sangre, no puede evitarlo. Los Black son animales sin corazón. Y aunque ha luchado contra eso por años, tarde o temprano siempre sale a relucir. 

Ya más calmado, y habiendo pasado unas horas, Sirius reflexiona sobre lo que ha hecho. No se le da bien reflexionar, al igual que tampoco se le da bien pedir disculpas. Nunca nadie le ha enseñado cómo, nunca nadie se disculpa en su familia. Es consciente que lo que ha hecho está mal; ha lastimado a Remus cuando juró no hacerlo. Las clásicas miradas que comparten a distancia no se han hecho presentes en el día. Una punzada ataca dentro de Sirius cada que Remus finge no verlo, que evita encontrarse con los ojos grises que gritan desesperados por su perdón. 

Sabe que merece el trato que le está dando Remus, pero no puede evitar sentirse molesto. Así que, en cuanto empieza su descanso, se dirige al Starbucks. Olfatea el terreno. Se acerca como perro regañado, con las orejas agachadas y la cola entre las patas. Remus lo ve llegar y sus miradas se encuentran. Se miran por unos segundos; los suficientes para saber que Remus es una persona gentil y bondadosa, mil veces mejor ser humano que Sirius. En esos ojos de parpados caídos, Sirius encuentra el perdón. Y es una sensación nueva. Por primera ve en 16 años, Sirius siente que no se merece algo. No merece esa mirada que deja de ser dura y se ablanda. No merece esa suave expresión, esa nobleza que lo atraviesa, llega a su alma y lo marca.   

Sirius saluda, con más confianza de la que aparenta. Pide un espresso y una rebanada de pastel de chocolate. Remus toma su orden en silencio. Luce calmado y sin rastro alguno de querer iniciar una conversación. Sirius se muerde el labio inferior, ansioso por decir algo, y vomita lo primero que se le viene a la mente. 

—Peter me dijo que te dijera que le caíste muy bien. — Remus le está sirviendo la rebanada de pastel cuando una sonrisa involuntaria surca su rostro.   

—Él también me cayó muy bien. — Su voz es suave, como terciopelo. Le entrega a Sirius su orden, y aprovecha que no hay nadie en el café para recargarse en la barra. Hay un silencioso en el que Sirius le da un sorbo a su espresso, no muy seguro de cómo continuar la conversación. Remus parece encontrarse en la misma situación, mas al final decide hablar. — Estuve muy a gusto. Me divertí mucho con James y con Peter. También contigo, Sirius. Nunca me había sentido así. Gracias. — La sinceridad de Remus es aplastante. Y solo hacen sentir a Sirius aún más culpable de lo que pasó un par de horas atrás. No lo ha notado hasta ese momento, pero Remus en verdad es una persona como ninguna otra. Sirius está acostumbrado a estar  rodeado de gente falsa y pretenciosa: su familia, sus compañeros de la escuela, casi todo aquel que tenga su mismo estatus social... y aunque James sea diferente, su amabilidad, bondad y humildad difieren a las de Remus. Sirius se siente embelesado, tanto que no cree sea normal. Está seguro que Remus lo ha hechizado, en cuerpo y alma. Y por eso odia tener que esperar. Quiere a Remus, y lo quiere ya, ahora, en ese mismo instante. Lo quiere tanto que se asusta de ese sentimiento que lo invade sin tregua. Lo quiere tanto que tiene miedo de mancharlo con sus manos, con la sangre maldita que corre por sus venas.   

—No tienes nada que agradecer, hombre. — Un aire denso se ha formado alrededor de ello. Y Sirius siente la necesidad de aligerarlo, de pisar terreno firme. — Si nos has caído bien es porque eres como nosotros. — Remus pone esa mirada astuta que le recuerdo a Sirius que detrás de todas esa cosas buenas, hay un chico gamberro, lleno de malas intenciones. 

—¿Y qué es ser como ustedes? — Sirius se acaba el espresso de un trago, mira a Remus con intensidad y sonríe. 

—Dímelo tú, Lupin. — El descansando de Sirius ha terminado. Hace el amago de irse, no sin antes ser detenido por Remus.   

—Olvidas tu pastel.   

—Es tuyo. Nos vemos. — Sirius le da la espalda a Remus y se va. Siente la mirada del chico sobre él; la siente donde jamás ha sentido la de nadie más. Por pura inercia revisa el vaso de su espresso, y encuentra unas pequeñas letras apretujadas. "Espero tu día haya mejorado". Remus no lo sabe, pero el día de Sirius nunca ha estado mejor. 

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