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A Remus se le dificultad poder concentrarse en sus tutorías. La pobre chica que está con él no da ni una y se encuentra desesperada ya que el examen final es en un par de semanas. Sin embargo, la mente de Remus no está puesta en las pocas probabilidades que tiene la chica de aprobar, sino en la invitación que le ha hecho Sirius unas horas atrás. Aún puede oír la voz del chico pidiéndole que lo espere al finalizar su entrenamiento. Normalmente los chicos terminan sus respectivas actividades al mismo tiempo, y se van juntos de la escuela. Sin embargo, el entrenador de Sirius ha entrado en un tipo de preocupación extrema por no ganar las nacionales, y ha alargado las sesiones de práctica a altas horas de la noche. Y esta ocasión no es la excepción.

La tutoría termina y Remus aprovecha el tiempo extra que tiene para hacer sus deberes. Para su sorpresa, los termina todos y Sirius sigue sin salir de su entrenamiento. Le envía un mensaje a Hope, avisándole que llegará tarde a casa, y se dispone a enviarle un mensaje a Lily. La chica no le contesta y Remus supone ha de estar estudiando, o enfurruñada por el poco tiempo que tendrá para poder ver a James. A Remus le causa cierta curiosidad ver ese lado de su amiga, ya que siempre se ha mostrado muy seca e incluso escéptica respecto al tema del romance. Ahora se ve bastante diferente y muy feliz con James, lo cual también hace feliz a Remus. Y como el noviazgo de Lily ya no es un secreto, Remus puede salir con todos sus amigos al mismo tiempo. Se siente dichoso y muy afortunado, a veces siente que su vida es un sueño, y trata de no pensar en lo mucho que le aterroriza despertar de él.

El tiempo pasa más lento de lo normal. Remus decide estirar un poco las piernas y sale de la biblioteca para caminar por los desiertos pasillos de la escuela. Es bastante tarde ya, y está seguro que los únicos que se encuentran en el colegio son él y el equipo de Rugby. Vagabundeando sin rumbo, Remus piensa en lo cerca que está por terminar el año escolar. Hay una ligera emoción creciendo en su pecho. A veces le resulta increíble lo mucho que ha cambiado su vida. Casi dos años atrás conoció a Sirius y nada ha vuelto a ser como antes desde ese entonces. Sirius le ha dado oportunidades con las que Remus solo podía imaginar; le ha enseñado a vivir de una manera espontánea, emocional. Le ha mostrado que sentir no es malo, que dejarse llevar no siempre termina en catástrofe. Sirius es esa adrenalina que faltaba en la vida de Remus; es ese espresso en la mañana que te impulsa el día y lo transforma en algo muchísimo mejor. Su dotación personal de cafeína.

El ensimismamiento de Remus se ve interrumpido cuando este ve el salón de música abierto. Un ligero cosquilleo impulsa a Remus a entrar y, en cuanto ve el enorme y negro instrumento, decide que ahí esperará a Sirius. Cierra la puerta con sigilo y le envía un mensaje a Sirius para decirle dónde está. Remus camina con mucho cuidado y toca suavemente con sus dedos el liso y brillante material del piano de cola. Recuerda todas las veces que tocó en la iglesia y la nostalgia lo invade. No ha podido tocar durante un tiempo, así que se sienta en el banquillo que hay frente al instrumento y levanta la tapa para dejar al descubierto unas relucientes teclas blancas. Y como si apenas hubiese sido ayer la última vez que tocó, sus dedos se mueven grácilmente; inunda la habitación de la música que va recordando, de las melodías que en más de una ocasión lo ayudaron a sentirse mejor.

Perdido en la música, no escucha cuando la puerta se abre.

—Yo pensaba formar una banda contigo, pero veo que le tiras a otro lado. — Remus se sorprende al oír a Sirius. Deja de tocar y se gira para ver la sonrisa de lado que hay en el rostro de su novio.

—No sería la primera vez. — Sirius se sienta junto a él, apenas caben en el banco. El cabello del chico está húmedo y huele a jabón y champú. Remus se acerca un poco más, solo para oler.

—Toca de nuevo. — La voz de Sirius es baja, tiene un ligero tono de orden, pero Remus lo pasa por alto porque la súplica es mucho mayor. Remus toca, vuelve a presionar las teclas. No es el mejor pianista, ni el más talentoso. Las canciones de la iglesia se las sabe de memoria, y las que aprendió por su cuenta le cuesta un poco recordarlas. Batalla varias veces para hacerlo correctamente. Y Sirius no deja de mirarlo. Lo mira con una intensidad abrumadora, primero a él y luego a sus dedos. Es tanta la fuerza en esos ojos grises que Remus comienza a sentirse nervioso. Empieza a equivocarse más de lo normal y termina por detenerse.

—Me sé mejor las de la iglesia. — Dice y se da cuenta de lo seca que está su garganta.

—¿Tocabas mucho en la iglesia? — Sirius se acerca, lo sigue mirando con esos ojos de cazador.

—Sí. Todos los fines de semana, y en vacaciones todos los días. — Remus siente las manos de Sirius sobre las suyas. Baja la mirada y ve como los dedos del chico lo rozan con suavidad. Primero sus dedos, los delinea con delicadeza. Luego sube al dorso, es un toque casi imperceptible, fantasmal.

—Remus el niño bueno que toca en la iglesia. — Sirius habla más grave de lo normal. Habla demasiado cerca de Remus. Este levanta la mirada, impulsada por el tono de burla que hay en las palabras de Sirius. Sin embargo, se encuentra con una mirada hambrienta, salvaje. Remus traga saliva con dificultad. Siente como su sangre se hace más líquida, como se acumula en su entrepierna; como lo inunda de excitación en segundos. Sirius lo contagia, lo infecta de la lujuria que se ha apoderado de él. Remus corta la distancia que los separa, roza los labios de Sirius al hablar.

—No sólo sé tocar el piano. — Sirius se abalanza contra Remus. Le come la boca sin piedad. Los labios resbalan entre el exceso de saliva que se va creando. Sirius jadea, gime con cada movimiento que Remus hace al encontrarse con su lengua, al succionarla y al delinear el contorno de su boca con esta.

—Remus, el chico de la iglesia. — Jadea Sirius cuando el mencionado busca desesperadamente desabrocharle el pantalón. Pega su frente contra la de Remus. Este siente el cálido aliento de Sirius sobre su cara, siente como esos ojos grises se lo han comido infinidad de veces en los pocos segundos que lo lleva mirando. Remus tiene la mirada fija en el miembro de Sirius que salta en cuanto le abre el bóxer. Está húmedo, brillante y erecto. — ¿Qué pensarían si te vieran ahorita? — Es ahora Sirius quien, con premura, le abre el pantalón a Remus. No deja de hablar mientras lo hace, mientras junta sus miembros y los mueve. Remus se pierde en todo lo que Sirius le dice. Eres un pervertido. Le susurra al oído entre jadeos. Haciendo obscenidades en la iglesia. Remus se puede ver claramente sentado en el banquillo del viejo piano vertical de su iglesia. Se ve junto con Sirius. Ve sus manos. Ve sus miembros a punto de explotar. Con todos mirándote. Remus se muerde los labios para no gemir. Cierra los ojos y los aprieta con fuerza. Sirius y su voz lo están volviendo loco. Siente que en cualquier momento va a terminar, y no puede creer que la imagen mental que lo está invadiendo lo excite de sobremanera. Que las palabras de Sirius tengan tanta fuerza sobre él. El roce de los miembros parece no serle suficiente. Remus quiere más, quiere... Que te coja enfrente de todos los puritanos y vean lo enfermo que estás, Remus Lupin.

Remus tiene un orgasmo intenso. Lo siente desde su cerebro hasta la punta de sus pies. Siente que se desvanece, que se libera y que entra en un sopor donde todo se transforma en nubes de vapor. De alguna forma logra encontrar el hombro de Sirius y se recarga en él. Es bastante duro y firme, pero para Remus parece algodón. Aún se encuentran el trance del placer, cuando Sirius lo toma del rostro. Le toma un poco al chico poder enfocar a su novio. Y ahí está. Con una expresión seria y bastante lujuriosa. Se ve realmente guapo.

—Vivamos juntos, Remus. Cuando vayas a Oxford. Seguiré trabajando con mi padre y también buscaré un trabajo local. Buscaré una casa en la que vivamos los dos. Solo tú y yo, Remus. — Remus no encuentra su voz, no se encuentra a si mismo. Debe de ser un sueño. Debe de estar alucinando debido al orgasmo. Vivir con Sirius...Claro que viviría con él. Por el resto de su vida, hasta el último día de su muerte. Siempre será Sirius.

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