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Lunes a las siete de la mañana. Sirius aún puede sentir el calor de su cama sobre su piel. Está a tres semáforos de llegar a la plaza en dónde trabaja, y en más de una ocasión estuvo a punto de caerse de la moto por culpa del sueño. Acelera en cuanto el semáforo cambia de color, y junto con el aire fresco matutino, los recuerdos del día anterior le despejan la mente. Recuerda el rostro de Remus, muchas emociones en poco tiempo, la cercanía de sus cuerpos, ese beso provocativo en la mejilla que le da Remus de despedida. La sensación de esos labios cálidos sigue en su piel, y Sirius suspira cada vez que se acuerda.

Llega, por fin, al estacionamiento y deja su moto cerca de la entrada. Se baja y se quita el casco, sacudiendo su cabeza como un perro para arreglar su cabello. Camina hasta el McDonald's en el que trabaja y saluda a sus compañeros cuando entra en el pequeño puesto. Sólo han llegado dos, y junto con Sirius se apresuran a arreglar todo para que el servicio esté listo a las nueve. Y así es como empieza el día de Sirius.

Remus llega media hora después. Sirius lo ve cuando sale para ir al baño. Se detiene a medio camino para contemplarlo y se dirige a él después de unos segundos de verlo. Remus lo ve llegar por el rabillo del ojo y se muerde el labio inferior para no sonreír.

-Oye, ¿Qué tal? – Saluda casual, Remus de espaldas a él.

- Bien, ¿Y tú? – Se voltea después de preguntar. Sirius suspira por dentro, una paz inunda su cuerpo, y siente que su día ya tiene sentido. Reprime las ganas de tocar su mejilla, de acercarse más, de sentirlo dentro, muy profundo. Remus lo mira con esos ojos inteligentiosos que lo hacen ver muy guapo.

-Mejor ahora que estás aquí. – Una sonrisa involuntaria inunda el rostro de Remus, el cual baja la mirada y niega ligeramente con la cabeza.

- ¿Prácticas en tu casa, o es improvisado? – Sirius pega una risotada. Si Remus supiera lo nervioso que lo pone sabría que todo lo que dice lo hace en un momento de estupidez, aunque siempre funciona.

- Un mago no revela sus secretos. – Sirius espera paciente a que Remus entrecierre los ojos y, cuando lo hace, un gran placer se extiende por su pecho. En verdad ama cada expresión que el chico hace: la naturalidad de sus gestos, esa transparencia tan hermosa y perfecta, esas ganas de reír pero resistirse a no hacerlo, esa mirada llena de secretos y dolores guardados en lo profundo de su alma. Remus no dice nada. Se observan por unos segundos, rodeados de un silencio que sólo ellos pueden escuchar; perdidos por completo en la agradable sensación que causa la presencia del otro.



Sirius observa impaciente el reloj. Faltan cinco minutos para que su descanso empiece, para poder ir a donde está Remus y dejar de acosarlo de lejos y hacerlo más de cerca. Y Remus, Sirius ha deducido, también espera ansioso a que el momento llegue. Lo sabe porque esas miradas que le lanza desde atrás del mostrador no son para nada discretas.

Sirius disfruta de la intimidad que ha comenzado a formarse entre ambos. Remus ya responde a sus sonrisas coquetas y a sus miradas fijas; incluso, de vez en cuando, él es quién las empieza. Esa familiaridad, creada tan sólo en una semana, se ha vuelto una de las pocas cosas que Sirius atesora con ahínco en lo más hondo de su corazón. No sabe cómo o por qué ese chico es tan especial para él, casi igual que James, y eso es mucho que decir. Aunque no tiene ningún inconveniente con que así sea; Remus es un sueño hecho realidad, un sueño que Sirius no pidió pero con el que sueña sin darse cuenta. Remus es todo y más.

El reloj marca la hora del descanso, por fin, y Sirius no pierde ni un segundo y sale del pequeño lugar directo al Starbucks de enfrente. Remus lo ve llegar con una sonrisa oculta en los ojos, incapaz de suprimir la emoción que siente al verlo acercarse.

-¿Me extrañaste? – Remus lo observa por unos segundos, hasta que su entrecejo se frunce y hace una expresión graciosa.

- Quisieras. – Da media vuelta para empezar a preparar el Espresso que Sirius no le ha pedido pero "por el cual" ha ido. Mientras que éste último se limita a observar a Remus. Jamás, nunca, ha sentido la paz que lo llena en ese momento; una paz que lo hace sonreír como estúpido, que lo hace sentir bien, simple y escueto. Sirius nunca creyó que algo así existiera, y es asombrosa la manera en la que Remus ha abierto un nuevo panorama en su vida. Invadiéndolo de cosas nuevas, aturdiendo a Sirius sin descanso, aunque dejándolo siempre ansioso de más.

Remus termina de hacer el Espresso y se lo entrega a Sirius con una duda en el rostro.

-Si tu madre te quitó el dinero, y aún no es quincena, ¿cómo has estado pagando por el café? – Sirius levanta una ceja, incrédulo ante la lentitud de Remus. Toma el vaso de plástico y bebé un poco, sin dejar de ver a Remus con intensidad.

-¿Acaso crees que soy tan irresponsable como para no haber abierto una cuenta de ahorro? – Remus observa a Sirius, dejando en claro que lo creía capaz de no haberlo hecho. – Vale, sí soy irresponsable pero no estúpido. Mi madre cree que no tengo en qué caerme muerto, siempre creyó que yo dependía del dinero que me daba. La verdad, mi querido Remus, es que trabajo para mi padre desde que aprendí a sumar sin usar los dedos y como firmé un contrato, he recibido paga hasta el día de hoy. Y de eso, mi madre, no está enterada. – Remus lo mira asombrado, sólo por unos segundos, para luego fruncir el ceño confundido.

- ¿Entonces qué haces trabajando aquí?

- Mi madre estaba segura que no iba a durar ni un día, luego se enteró que trabajo en McDonald's y se enfureció diciendo que se le iba a caer la cara de la vergüenza si la gente se enteraba que uno de sus hijos trabajaba en ese lugar de pobres, entonces decidí que este es un buen lugar para trabajar. – Sirius sonríe, y Remus lo ve con los ojos entrecerrados.

-¿Sólo lo haces para hacer enojar a tu madre?

- Exactamente. Y para estar contigo. – Lo dice sin pensarlo mucho, muy natural. Remus sigue con los ojos entrecerrados, pero su mirada se inunda de diferentes emociones que el mismo Sirius está seguro lo llenan también a él. – Así que tengo suficiente dinero para invitarte hoy al cine. ¿Qué dices?

EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora