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Trataré de publicar los fines de semana. Me parece que después de este capítulo ya estaremos entrando al arco final, por fiin!! Me ha tomado creo que cinco años poder llegar hasta aquí jajajaja. Gracias a todos los que han leído, leen o siguen leyendo. Lamento que estos capítulos hayan estado aburridos. Me ha costado un poco de trabajo poder escribir y seguir con el ritmo que tenía la historia. He dejado mis notas del arco final en México, pero creo acordarme de lo importante ajajaja.
Cuando Sirius se despierta, aún está sobre el pecho de Remus. Es la primera vez que amanece junto a alguien con quien no ha tenido sexo y con quien en verdad quiere estar. Recuerda que hace un tiempo atrás pensó en lo mucho que deseaba poder despertar a lado de Remus. Y, joder, vaya que si creyó que pasarían siglos para que eso fuera verdad. Pero ahí está. A su lado. Sintiendo su pecho subir y bajar suavemente, escuchando su corazón latir tranquilo y en paz.
Haciendo todo lo posible por no despertar a Remus, Sirius se levanta de la cama y se dirige al baño para mear. Mientras está de pie sacando todo lo que se tomó la noche anterior, recuerda las palabras que le dijo Remus. Una sonrisa involuntaria aparece en su rostro y siente como la emoción le inunda el cuerpo al recordar lo vivido. De repente se llena de energía. Tiene ganas de gritar, correr, brincar, despertar a Remus y obligarlo a hacer juntos todas esas cosas. Pero, bueno, obviamente no va a despertar a su novio por la incapacidad de disipar su energía. Así que, justo en el momento que su estómago ruge hambriento, decide que comer sería una buena opción. Y que despertar a Remus con el desayuno en la cama sería algo muy romántico. ¡Ja! El simple pensamiento le hace mucha gracia. Él. Sirius Black. Queriendo ser romántico. No hubiera creído ni a punta de madrazos que algún día sería así. De esas personas que le preparan el desayuno a su pareja, que se emocionan por los recuerdos de los momentos juntos, que con solo verlo y estar a su lado es suficiente para sentirse pleno. A lo mejor ha quedado como un estúpido al renegar de todo eso en el pasado. No le importa. Por Remus sería el hazme reír de todo el universo.
Sirius camina a la cocina con mucho cuidado de no hacer ruido. Revisa el lugar y, después de una exhausta investigación dentro del refrigerador vacío, confirma que no hay nada para comer. Se debate seriamente entre pedir a domicilio o ir por Remus y salir a desayunar. Revisa su celular y ve la hora. No es tan temprano, aunque tampoco tan tarde. No recuerda a qué hora se durmieron anoche, así que no está seguro si Remus ha dormido lo suficiente. Al final, decide esperar a que Remus despierte por su cuenta y regresa a la habitación para poder sentarse en el sillón que hay ahí. Al entrar, Remus está sentado en la orilla de la cama. Tiene el cabello echo una maraña y la mirada cansada. La camisa que trae puesta le queda bastante holgada y deja entrever las clavículas del chico. Los ojos de Remus se levantan del piso y se posan en Sirius al verlo llegar. Un sentimiento familiar empieza a ebullir dentro del pecho de Sirius. Recorre su cuerpo, acelera su pulso, sus latidos, su respiración; inhibe el pensamiento claro, el hambre que siente. Lo nubla todo y lo impulsa a caminar hasta donde está Remus, con esa mirada confundida y esa boca entreabierta que lo invita con descaro.
Sirius toma a Remus de la cintura, lo empuja hacia atrás y caen sobre la cama. Sirius siente el cuerpo que hay debajo de él. Siente el calor. Siente el deseo que desprende. No besa a Remus directamente en la boca. Baja desde su cuello a esas clavículas que lo han estado seduciendo. Las muerde con ligereza, muy suave, rozando los dientes y sellando con los labios. Sirius escucha como la respiración de Remus se acelera, como su pulso incrementa y como la erección empieza a sentirse debajo de la suya. A diferencia de la humillante primera vez, Sirius se siente un poco más tranquilo. Al menos ya tiene una idea de cómo hacerlo y qué esperar respecto a eso. Así que ahora trata de concentrarse solo en Remus. En sus manos que buscan su rostro y lo suben para, al fin, poder unir sus bocas. Cada que se besan, que sus lenguas se persiguen y se encuentra, Sirius recuerda su primer beso. La electricidad corriendo por su cuerpo, sentirse al borde de un abismo para caer y flotar y volver a caer. ¡Joder!, la excitación tan grande que lo inunda es descomunal, es animal. Es completamente nueva para Sirius. No solo es su cuerpo, sino su mente, todos sus sentidos, anhelando y deseando solo por una cosa: Remus Lupin.
En esta ocasión, Sirius no solo es capaz de disfrutar más libremente; también se da la oportunidad de deleitarse con Remus, de poder verlo cuando él es incapaz de impedírselo. Ve su bello rostro: las mejillas y la nariz encendidas; los ojos cerrados y el ceño fruncido con la boca ligeramente abierta. Sirius no puede evitarlo y le besa toda la cara, los pómulos, la frente, la barbilla, los labios... Ve su hermoso cuerpo: tiene pecas en sus hombros y un poco menos en su pecho. Hay unas cicatrices cerca de sus costillas que le causan curiosidad. Es la primera vez que las ve. Remus muy difícilmente lo deja verlo desnudo. Pero ahí lo tiene. Completamente para él. Entregándole no solo su cuerpo. Le entrega todo lo que es, todo lo que tiene, material y espiritual. Y Sirius hace lo mismo. Todo lo que es, todo lo poco que tiene, se lo da a Remus con los ojos cerrados y con la certeza de que serán bien recibidos. Nunca se ha entregado así con alguien. Solo ha tenido sexo. Ha sentido placer. Ha sentido excitación. Se ha sentido bastante bien. Sin embargo, lo que está sintiendo en ese mismo instante, es algo que jamás creyó existía. Es una sensación abrumadora y aterradora. Entregarse y no ser correspondido... Sirius no quiere ni imaginar el dolor que se ha de sentir.
Antes de terminar, de sentir esa explosión de éxtasis embriagarlo por completo, Sirius abraza a Remus. Es un abrazo intenso, lleno de fuerza, de todo lo que está por explotar dentro de Sirius. Los gemidos y jadeos de Remus quedan justo junto a su oreja. Lo vuelven loco, lo ponen irracional. Lo hacen decir lo que ha estado pensado desde hace mucho tiempo pero que había estado dispuesto a controlar. Aunque sea un poco. Y ya no puede. Tiene que decirlo, maldita sea. Decirlo o no podrá hacerlo en otro momento cuando esté cuerdo y consiente.
—Te amo, Remus. Te amo, joder. — Lo dice y termina. Llega, por fin. Siente que se libera, que un sopor lo envuelve y lo deja levitando por unos segundos. Aún se mueve, trata de prolongar lo más que puede la sensación. Tiene los ojos cerrados y, cuando los abre, no puede creer lo que sus miserables ojos están viendo. Ah, es lo más hermoso y puro que su desgraciada vista ha observado nunca. Remus también ha terminado. Parece que aún sigue con los efectos del orgasmo. Sin embargo, esos ojos de pestañas inmensas y párpados caídos lo miran sin pudor. Lo miran y Sirius no sabe cómo describir todo lo que muestran; todo lo que esos ojos le hacen sentir.
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Espresso
FanfictionRemus trabaja enfrente del trabajo de Sirius, el cual no puede evitar caer perdidamente enamorado de él. Portada hecha por: @JORGEAKUANDOMNGUEZ