85

619 70 15
                                    

N/A: 

Tardé un poco pero aquí está. En verdad me está costando mucho trabajo escribir JAJAJAJAJAJ la pausa que tomé de unos meses me está cobrando con creces ahorita. Al menos tengo mejor planeado el arco final, el cual empieza en el siguiente capítulo, gracias a Dios. También gracias a ustedes que siguen leyendo aunque esto vaya cada vez peor. Les agradezco mucho. 

Antes de irse de Oxford, Sirius hace uso de sus encantos y logra convencer a Remus, a base de besos y suplicas, de caminar un poco más por la ciudad. Se detienen el tiempo suficiente para tomarse fotos y lucir como la pareja que son. A pesar de no ser la primera vez que salen juntos, Sirius siente que está viviendo una experiencia completamente nueva. El cielo logró ponerse de acuerdo con Sirius y el sol brillante de invierno hace lucir a Remus como un ángel impregnado de luz divina. No puede evitarlo y suspira por dentro. Si suspirara físicamente exhalaría todo el aire de su cuerpo.

Los chicos comen en un pequeño restaurante, platican un rato y regresan, por fin, al estacionamiento del departamento en el que se han quedado. Suben por sus cosas y Remus checa por segunda vez el lugar para cerciorarse de no haber dejado nada. Sirius lo espera en la puerta, con las maletas listas y con una extraña sensación de que a Remus le pasa algo. No es como que Remus se encuentre serio o lo ignore, o parezca distraído; simplemente hay algo que a Sirius le causa curiosidad. Nunca ha sido bueno para leer a las personas, pero el tiempo que lleva observando a Remus le ha servido para poder notar cuando el chico se pone nervioso. Y, durante todo el día, cada que Sirius lo mira, cada que le sonríe, o simplemente hace una muestra de cariño hacia él, Remus se pone nervioso. Esos ojos de párpados caídos y pestañas larguísimas se mueven de un lado a otro; sus cejas se curvan en un ángulo peculiar y las comisuras de sus labios se bajan lo suficiente para pasar desapercibidas por un observador inexperto. Si se trata de una mirada, Remus desvía la suya; si se trata de un toque, Remus se aparta. Son movimientos sutiles, aunque no lo suficientes para que Sirius no los note. Sirius trata de darle su espacio, aunque sea pésimo haciendo eso. Le cuesta bastante trabajo no hostigarlo con el tema. Ha hecho su mayor esfuerzo en lo que va del día. Tampoco es que le moleste que Remus se ponga nervioso. Le causa intriga y quiere saber por qué. Pero, joder, no quiere cagarla.

Remus regresa de la habitación asegurando que todo está bien y que ya pueden irse. En cuanto salen, Sirius siente una extraña sensación en su pecho. Quiere prolongar ese momento. Quiere que Remus y él se queden solo los dos juntos por más tiempo. Quiere no tener que regresar a Londres y caer en la realidad de la cual se ha escapado. Quiere ya poder vivir con Remus, compartir su vida y su tiempo con él; formar un hogar en el que Sirius al fin pueda llegar. Se detiene un momento ante ese pensamiento. ¿En verdad está sintiendo eso? ¿En verdad ha encontrado a alguien que le haga tener esas intenciones? Sirius está perplejo, atónito. Tiene unas tremendas ganas de reírse y mofarse de si mismo, y, al mismo tiempo, es una emoción tan grande la que lo inunda que no está seguro de poder contenerla. Al fin.

A diferencia del viaje de ida, Remus no se duerme en el de regreso. Los chicos están en la camioneta, con la música de Sirius a un volumen aceptable para Remus, en silencio. Remus mira por la ventana mientras la curiosidad respecto al nerviosismo particular del chico crece de nuevo dentro de Sirius. No sabe cómo sacar el tema a relucir indirectamente así que hace lo que mejor sabe hacer.

—¿Por qué estás nervioso? — Remus tarda unos segundos en voltear a ver a Sirius. Este despega su mirada de la carretera y se encuentra con unos ojos de pestañas enormes y párpados caídos mirándolo acusadoramente.

—No sé de qué hablas. — Responde entre dientes. Sirius pausa la música y de reojo vuelve a ver a Remus. Hay un coche enfrente de él qué va demasiado lento y tratar de mantener su distancia mientras intenta sacarle la verdad a su novio parece ser más complicado de lo que es

EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora