19

1.9K 313 72
                                    

Sirius, Remus y Hope comen en el pequeño comedor. Sirius no está acostumbrado al sabor casero de los alimentos, ni al ambiente cálido y cariñoso que hay en el lugar. Al observar a Remus y a Hope platicar, no puede evitar compararse con él y su madre. Ni volviendo a nacer podría convivir así con Walburga. Y aunque la envidia podría muy fácil corroer su corazón, es otro sentimiento lo que lo invade. Ver a Remus en un entorno familiar le enternece el alma, lo hace sentir mucho más íntimo con él. Sin embargo, aún está ese “secreto” que no deja de rondar en la cabeza de Sirius. La escena que tiene ante sus ojos es hermosa, mas no la puede disfrutar tanto como quisiera debido a ese pequeño detalle.

La comida termina y Hope le ofrece a Sirius las galletas caseras que ha preparado la noche anterior. Sirius las acepta a pesar de que siente que podría explotar en cualquier momento; y la mujer aprovecha el sopor que ha causado la comida en los muchachos para sacar un álbum familiar y dejar en vergüenza a su hijo, lo mejor que una madre sabe hacer. Remus objeta que preferiría ahorrarse la humillación, pero Hope hace oídos sordos y planta el libro enfrente de Sirius. Este se siente como en un sueño, incrédulo de que está viendo todas esas fotografías donde sale un Remus chiquito con múltiples facetas mostrando a la cámara. Embelesado ve a Remus y a su mamá, Remus con sus abuelos, Remus en el jardín de infantes, Remus excursionista, Remus embarrado de chocolate, Remus llorando y sin un diente… es hermoso. Pero nunca ve a Remus y a su papá.

Una vez terminado de ver el álbum y comentar sus anécdotas, Remus propone ver una película. Sirius se emociona DEMASIADO con la idea, pensando que así tendría una oportunidad para poder estar a solas en un cuarto obscuro con Remus. Sin embargo, la desilusión lo golpea cuando Remus se dirige a la pequeña sala y le dice que la verán ahí puesto que no tiene televisión en su cuarto.

Está sentado en el sofá, esperando a que Remus ponga la película, cuando el celular de Sirius vibra. Este lo saca de su bolsillo y ve que James le ha enviado un mensaje.

¿Cómo te está yendo con Remus? ¿Ya cogieron?

Sirius no puede evitar soltar una carcajada, la cual toma por sorpresa a Remus pero no dice nada al respecto. Sirius agradece la discreción del chico puesto que no sabría cómo explicar la situación, y mucho menos cuando quiere que Remus tenga otra impresión de él.

No. Vamos a ver una película.

La respuesta de James llega al instante.

Entonces, ¿ya van a coger?

NO. Ya deja de chingar la madre, Jimmy. Ya sabes que ando en abstinencia.

James expresa su burla con un sticker, y Sirius le respondo con otro denotando su “enojo”. Aunque no está enojado. Aún no asimila que está en con Remus, en su casa y a punto de ver una película; que ha comido con su madre, ha visto fotos de su infancia, que le ha abierto un poco de su intimidad, una muy diferente a la que Sirius está acostumbrado. Piensa en cómo sería la situación si fuera al revés y no puede evitar sentirse un poco incómodo. Es cierto que Remus ya ha ido a la casa de Sirius, pero jamás ha llegado al grado de sentarlo a comer en la misma mesa que Walburga y Orion Black. Muy probablemente su padre no podría por “cuestiones del trabajo”, y su madre no dejaría de hostigar a Remus sobre su familia y la posición que ocupan en la sociedad.  Es una intimidad que solo James conoce, y eso solo porque las familias de ambos chicos son “amigas”. Es hasta ese momento que Sirius realmente se plantea el significado de “conocerse más” que Remus ha propuesto. No se trata solo de saber algo sobre el otro,  sino de ir más allá; como, por ejemplo, que Remus le hable sobre su padre.

La película termina justo a la hora del té, el cual beben sin la compañía de Hope ya que ha salido a realizar algunos mandados. Sirius aprovecha la oportunidad y le insiste a Remus, cual niño, que le muestre su habitación. Remus se niega, obviamente, pero termina cediendo, obviamente. Así que ambos entran al pequeño cuarto que está confirmado por una cama individual, un buró, una cómoda y un escritorio en el que Sirius duda quepa Remus. A pesar de lo simple y amontonado que luce la habitación, Sirius está fascinado por su simple existencia. No puede evitar imaginar a Remus ahí, en la cama perfectamente tendida, leyendo algún libro; o sentado en esa silla, apretujado aunque muy concentrado, mientras hace sus deberes. Nunca ha visto a Remus hacer los deberes, mas se lo imagina con ese rostro de concentración que pone cuando prepara los cafés en su trabajo, sereno con una ligera arruga en su frente. Sin embargo, lo mejor no son los muebles. Lo mejor es el olor a Remus que hay en el ambiente. Huele a chocolate, a vainilla, a Remus por todos lados. Huele tanto y tan fuerte que Sirius no ha probado droga tan asombrosa como la que hay que ese diminuto espacio. Inhala hasta que el aire le llena el cerebro y se graba en sus entrañas.

—¿Podríamos quedarnos aquí hasta que me vaya? — Remus entre cierra los ojos, tratando de averiguar las intenciones de Sirius.

—No cabemos los dos. Anda ya, que mi cuarto no es museo. — Sirius está seguro que Remus se equivoca y que su habitación es el museo más interesante que ha visitado en su vida. No quiere irse, pero no tiene opción. Está a punto de salir cuando algo llama su atención. Justo a lado de la cómoda hay un pequeño espacio en el que se encuentra una mochila con un colgadijo en ella. Sirius reconoce al personaje de la serie que tanto veía cuando era niño, y se acerca por inercia.

—Esta serie me encantaba cuando era niño. — Toma el cogadijo entre sus manos mientras un sinfín de recuerdos lo adelantan de improviso.

—Es muy buena. — Remus también se acerca, aunque mantiene cierta distancia, lo suficiente para evitar incomodidades.

—A mi padre no le gustaba que la viera. O más bien que viéramos la televisión. Decía que podríamos estar invirtiendo nuestro tiempo en algo mejor. Lo cual es gracioso ya que nunca se interesó en nosotros. — Hay una ligera espesura que comienza a crearse en la pequeña habitación. Sirius lo ve venir, ve esa oportunidad que tanto ha esperado y se aferra a ella.

—Supongo que es algo que algunos padres tienen en común.

—¿Y tú, Remus? ¿Tu padre tampoco se interesaba en ti?

EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora