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El agua helada recorre los pies de Remus para retirarse y dejar una sensación de hundimiento bajo estos. Remus observa la arena mojada, y da un paso, para ser atacado de nuevo por otra corriente de agua fría. Más al fondo se encuentran sus amigos. Se ponen contra las olas, rompiéndolas con sus cuerpos. James y Peter se caen ante la fuerza, pero Sirius permanece férreo. Se gira hacia Remus y levanta un brazo para indicarle que se acerque más. Las gotas que resbalan por su marcado abdomen bailan y se pierden de nuevo en la profundidad. Su cabello húmedo luce aún más negro, e incluso cuando lo trae pegado a la cara, se le ve fabuloso. Sirius bajo el sol, dentro del agua, y en traje de baño, son una de las pocas cosas que Remus no puede soportar sin tener un paro cardíaco. Aún no comprende por qué Dios le daría a alguien tanta belleza, tanta masculinidad, tanto garbo, siendo que a otros les falta y por mucho.

La sensación de ir contra corriente es nueva para Remus y le cuesta bastante caminar sin caerse. Sirius termina acercándose a él, y lo ayuda a llegar a mar más profundo, donde no tenga que batallar con la arena. Hay contacto de sus pieles. Remus trae la playera que siempre se pone debajo del uniforme, y aún así siente la tibia piel de Sirius. Parece que se encuentra entre electricidad, cada que sus brazos se rozan, que la mano fuerte y grande de Sirius lo sostiene para no tropezar, le dificultan a Remus no tener una erección dentro del mar. Y es casi justo antes de que el suelo desaparezca de sus pies, que una ola amenaza con tirarlo. Sin embargo, el chico logra sostenerse gracias al cuerpo de Sirius. Es la primera vez que lo siente así de cerca. Sirius se le pone por detrás y lo rodea con uno de sus brazos mientras que el otro lo equilibra. Es más de la mitad del cuerpo de Sirius pegado al suyo. Es el amplio pecho de Sirius contra sus hombros. Es su miembro demasiado cerca de su trasero. Remus lo siente, como hubiera sentido el de cualquier otro que estuviera en el lugar de Sirius. Pero es Sirius, y es un bochorno que Remus no puede evitar se note en su rostro. Es su propio miembro amenazando con dejarlo en evidencia. Es la marea que los mueve y hace la presión aún más profunda. Es Sirius también sintiendo y apretando su agarre. Es ambos chicos deseosos de poder sentir más y, cuando es demasiado peligroso, se alejan. Remus ya puede mover sus piernas con libertad, y se distancia lo más que puede de Sirius. Aunque aún lo siente, en su miembro, en su piel.



Los chicos pasan un par de horas dentro del agua, y es hasta que su piel está demasiado arrugada y su boca demasiado seca, que deciden salir. Es ahí que se dan cuenta que ninguno ha ido por los hielos y terminan siendo James y Peter los que van a comprarla, siendo este último aleccionado por James sobre lo importante que es saber manejar.

Remus camina hasta el pequeño campamento que armaron horas antes, y toma una de las toallas para secar sus brazos y sus piernas. Sirius lo imita para luego extender la toalla y sentarse sobre ella.

—¿Por qué no usas la silla? — Sirius prende un cigarro y, cuando exhala el humo, responde:

—Son para James y su inexistente trasero. Y por si tú o Peter querían sentarse. Me gusta más la arena. — Remus no se lo piensa mucho y se sitúa junto a Sirius, aunque con suficiente distancia para no crear alguna incomodidad. Remus contempla absorto el mar, en lo maravilloso que se ve y en la sensación que provoca. Está tan ensimismado que la mirada intensa de Sirius le pasa desapercibida, o casi. — ¿Me vas a decir sobre lo que no sé? — Remus desvía la vista del hermoso color azul y se encuentra con ese gris que lo trae loco. Levanta la ceja, irónico.

—¿Cómo sobrevivir a una quince con un sueldo mínimo? — Sirius frunce el ceño en un intento por reprimir su sonrisa.

—Tú sabes a qué me refiero. — Se miran por uno segundos que bien pudieron ser horas. Se pierden en el otro. Remus está más que consciente a lo que se refiere Sirius. No es que no sea obvio, pero el chico es bastante impaciente. No entiende como se ha mantenido al margen con respecto a "darle su espacio". Supone que aguantarse tanto lo pone realmente ansioso, así que decide alivianar su estrés. Es lo menos que puede hacer por él. Toma el cigarro que tiene Sirius en la mano y le da una calada. Exhala el humo y habla:

—Bueno, nunca he tenido novio. Todos se van antes de que eso pase y después de haber obtenido lo que querían. — Otra calada. — Me apresuraba mucho a las cosas, y creía que ellos querían lo mismo que yo. Nunca fueron claros, y yo creía que eso estaba bien. — Sirius lo mira confundido. Parece que la información que está obteniendo no es la deseada, sin embargo, hay cierto enojo en su expresión, indignación y molestia.

—¿Tuviste sexo con ellos? — Remus se ríe con suavidad, aun con el cigarro entre los dedos.

—Hacía todo lo que me pedían. — La sonrisa de Remus se desvanece poco a poco, dejando paso a una tristeza que se refleja en su ser. — Buscaba en ellos algo que nunca me iban a dar. — La mente de Remus se llena de todos los momentos en los que perdía cada vez más un poco de su alma. En los que dejaba de ser él y se volvía en otra persona dispuesta a complacer para sentirse amada. Recuerda lo difícil que fue para él darse cuenta que si no hacía algo terminaría muerto en vida, y en el conflicto que pasó para poder aceptarlo. Recuerda y se siente mejor al saber que ha logrado sobreponerse, ha aprendido a respetarse, y que aún le falta mucho más por aprender.

—Remus... — La voz de Sirius está cargada de una vergüenza enorme. Parece un niño al que han descubierto en plena travesura y no sabe cómo disculparse. Remus le devuelve el cigarro y se encoge de hombros. Con la vista al frente dice:

—Ya estoy mejor. Si no lo estuviera, no te lo estaría contando. — Hay un silencio en el que solo se escucha el mar. El sol amenaza con meterse, y el cielo se pinta de diferentes colores. Es un paisaje realmente hermoso... hasta que Sirius habla.

—¿Es tu padre también así?

EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora