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Antes que nada, quiero disculparme con todos los que leen esta historia. Espresso es un fanfic que en verdad amo y tiene un lugar muy especial en mi corazoncito. Estaba muy emocionada e inspirada cuando empecé a escribir esta historia. Sin embargo, he pasado por ciertas situaciones a lo largo de estos años que me han apartado un poco de mi lado de escritor. Estoy tratando de retomarlo y de antemano me disculpo por los capítulos que continuarán a este, puesto que estoy algo oxidada y me tomará un tiempo para volver a retomar el camino jajajaja. También quiero comentarles que he leído cada uno de sus comentarios y que en verdad se los agradezco. Me gustaría poder responderlos todos pero no sabría qué decir antes sus palabras tan bonitas o graciosas que me han sacado más de una risa. En verdad se los agradezco y espero no decepcionarlos. Siempre estaré infinitamente agradecida con ustedes.




San Sábado a mediodía. Sirius observa desde el mostrador el cabello pelirrojo de esa tal Evans menearse cerca del rostro de Remus. Y, junto a ella, hay una cabellera negra grasienta para nada agradable. Odia la idea de que Remus tenga compañía y no poder tener tiempo A SOLAS con él. Aunque Sirius tampoco está solo. James por fin ha llegado de su viaje de España y está justo en frente de él, con la boca a abierta y babeando como perro; con toda su atención puesta en Evans. Genial. Hasta a su mejor amigo le quita esa mujer.

—¿Por qué no mejor vas y le pides que te limpie los calzones? 

—Cielos, hermano. ¿Por qué nunca me dijiste que Remus tenía una amiga tan bonita?

—No sé, tal vez porque no me interesa su amiga. Además tiene un humor raro y voz de mandona. 

—Pues que me mande lo que quiera.

—Te va a mandar directito a la mierda. — Ignorando los reclamos de su amigo, Sirius se pierde en lo que está pasando frente a sus ojos: Evans ha dicho algo y Remus se ríe, su mirada se ilumina primero para darle paso a una risa ahogada y discreta. La pelirroja lo toma del hombro y se ríe con él. Lo agarra como si se tratara de cualquier ser humano, común y corriente. Lo agarra con tanta familiaridad que Sirius se siente ajeno a ellos, como si no los conociera. No puede evitar sentir una punzada en el estómago, un ardor en el pecho; con una ganas inhumanas de empujar a esa chica lo más lejos posible de Remus. El sentimiento es tan grande que James lo nota, preocupado.

—¿Estás bien? — Sirius se fija en su amigo, en sus ojos marrones tan amables y humanos que se siente avergonzado. James lo conoce mejor que nadie, incluso mejor que él mismo. Sirius está acostumbrado a ser juzgado y señalado por sus actitudes, sus emociones. Ha olvidado que James no es así.

—¿Alguna vez has tenido la necesidad de que algo sea solo tuyo? 

—Me pasa con los pastelitos que guardo en el refri y mi papá se termina comiendo. — James no lo entiende, claro que no. Más lento ni mandado a hacer. Sirius bufa, para nada sorprendido con la respuesta, y espera hasta que su descanso empieza para ir con Remus y poner distancia entre Evans y Él. James lo acompaña, naturalmente.

—Hola, Remus. — Saluda Sirius. Ignora a la pelirroja y al mugriento que está junto a ella. 

—Ya llegó el fortachón. 

—¿Sirius? Si buscas músculos de verdad, me presento. James Potter. — James sale de detrás de Sirius y se sitúa a lado de Evans, la cual lo mira con desdén. Ni cómo ayudarte, hermano. 

—Otro con músculos en lugar de cerebro. — Se escucha una voz gangosa y lastimera. Sirius y James posan su mirada en el enclenque que tienen presente, y, sin poder evitarlo, Sirius pregunta en tono de burla:

—¿Y tú quién eres, que no tienes ninguna de las dos? — Las mejillas amarillentas y demacradas del chico de pelo mugroso se colorean de un rojo intenso; sus ojos negros miran con odio a Sirius, una furia casi inhumana y aplastante. Remus pone los ojos en blanco para luego desviar la mirada y pretender que no ha escuchado nada. James se ríe sin pena mientras que Evans frunce el ceño y sus ojos verdes brillan molestos. Se pone de pie, muy erguida, y dice con voz firme: 

—Ya nos vamos, Remus. Hay mucha gente por aquí. — Se despide de Remus con un beso, ignora por completo a James y a Sirius, y toma del brazo al desnutrido muchacho que la acompaña.

—Qué amistades tan peculiares tienes, Remus. — El mencionado se adentra en el mostrador, poniéndose en marcha para preparar el espresso que Sirius aún no le ha pedido.

—No es mi amigo. — Sirius observa a Remus preparar el café. Luce concentrado en lo que hace, pero su mirada lo delata. Esa mirada que no puede engañar a Sirius. Hay algo que incómoda a Remus, de una manera muy diferente a la incomodidad que Sirius le ocasiona. Esa incomodad que ha visto tan de cerca y que Sirius ha deleitado; que se transforma en luces y el sonido de los metros llegando y yéndose de la estación; en piel rozándose y labios deseosos de tocarse. Una incomodidad que Sirius también siente, muy dentro, palpitante, entre sus piernas, entre su ser.

—Pero ella sí es tu amiga, ¿No? — James salva a Remus del escrutinio de Sirius. Este observa a su amigo y roda los ojos.

—Remus, te presento a Jimmy. — La mirada de Remus se transforma. Una creciente curiosidad aparece en ella y por unos segundos deja de lado lo que está haciendo para centrar toda su atención en James.

—Sirius me ha hablado de ti. — El rostro de James se ilumina. Se acerca al mostrador y se recarga en la barra acercándose mucho a Remus.

—Ah, ¿sí? ¿Qué te ha dicho? ¿Qué soy el único que lo soporta? ¿Qué sin mi no podría vivir? — Remus se ríe entre dientes, mira a Sirius con picardía y sonríe con amplitud; luce divertido, lleno de vida, se contagia de la energía natural que emana James.

—Ha comentado algo sobre eso. — Remus termina de preparar el espresso de Sirius, y James pide un frappé Venti con Crema batida extra y leche light, para mantener la figura. Platica como si no hubiera un mañana. Parlotea de aquí a allá, invade a Remus como solo James sabe hacerlo. Sirius los observa. Bebe su café en un silencio parcial. Disfruta de la escena que le están regalando las dos personas más importantes en su vida. Las dos personas que han marcado un antes y un después. Sirius ve a Remus. Se deleita con sus reacciones ante la espontaneidad de James; con los pensamientos que se quedan en sus labios, los cuales James no permite que se liberen. Remus no está acostumbrado a hablar sin haber pensado bien antes lo que tiene que decir. Aunque lejos de verse abrumado, hay un brillo en sus ojos que Sirius reconoce. El mismo brillo que se refleja en la mirada de James. El brillo que Remus ha escondido muy bien por tantos años pero que ya le es imposible ocultar. El brillo de lo gamberro.

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