71

1.1K 192 88
                                    

Sirius llega por Remus cinco minutos antes de lo acordado. Estaciona su motocicleta justo enfrente de la biblioteca y se dispone a esperar al chico. Está usando su celular como distracción cuando le entra una llamada de su madre. Hace un mohín en cuanto ve el nombre de la señora aparecer en la pantalla y suspira lleno de irritación.

—¿Qué quieres? — Usa el tono más grosero posible. Walburga lo ignora, como siempre, y le responde en un tono igual de tosco:

—Mañana tienes que estar listo muy temprano. ¿Dónde estás?

—Ocupado.

—Ni se te ocurra llegar tarde. Recuerda todos los favorcitos que me debes. — La llamada termina, gracias al cielo, y Sirius vuelve a suspirar, lleno de molestia. Detesta que su madre lo obligue a ir a sus eventos de caridad llenos de hipocresía, pero lo que lo jode monumentalmente es el hecho de no poder librarse de ellos. Walburga lo tiene agarrado de los huevos debido al enorme favor que te costará creces, en palabras de su amada madre, que le hizo para poder internar a Hope en el hospital privado y que su operación fuera lo más rápida posible. Sirius no se arrepiente de haber vendido su alma al diablo. La felicidad de Remus vale eso y más.

—Lo que sea que te haya hecho el celular, estoy seguro que no es su culpa. — La voz llega a los oídos de Sirius y tienen un efecto mágico en él. Su cuerpo se relaja, su rostro se suaviza, y se olvida por completo de cualquier cosa que lo haya hecho sentir enojado. Levanta la mirada y sonríe casi por inercia al ver a Remus aproximarse. La expresión cariñosa en el otro chico hace que Sirius casi se aviente a Remus para abrazarlo. La escena del baño se dispara en su mente, y Sirius se contiene de puro milagro. Mantiene el trasero pegado al asiento mientras refunfuña internamente.

—¿Helado o malteada?

—Helado.



La heladería a la que van los chicos se encuentra escondida en uno de los callejones cercanos al centro. Es un local diminuto y muy exquisito del cual Remus se ha enamorado perdidamente. Es un buen lugar para que Sirius pueda cagarla sin que Remus termine odiándolo. Después de comprar su helado, Sirius propone caminar un poco, otra acción pensada para el bien de su futuro. Remus acepta. Caminan en silencio mientras comen. El helado está delicioso, pero Sirius no lo disfruta como le gustaría. Su cabeza está llena de los consejos que le dio James sobre expresar su sentir. Sin embargo, el miope de su amigo no le dijo que es más difícil hacerlo que decirlo. Sirius se da por vencido. Nunca ha sido bueno para expresarse.

—Remus...

—¿Ya vamos a hablar sobre lo que pasó en el baño? — Sirius mira a Remus por unos segundos. Se pierde en esos ojos con pestañas larguísimas y párpados caídos. Navega en la sinceridad y pureza de Remus. Es un momento cortísimo y suficiente para que Sirius caiga en cuenta que jamás podrá ocultarle nada a Remus.

—¿Cómo lo supiste? — Remus se encoge de hombros, una leve sonrisa amenaza en sus labios.

—No eres muy difícil de leer. — Sirius resopla. Al menos Remus ya le ha ahorrado la introducción al problema.

—No sé cómo coger con un hombre. Pero eso no quiere significar que no quiera hacerlo contigo. Y eso tampoco significa que solo quiera hacer eso contigo. — Sirius habla rápido y vomita lo primero que le dicta su mente. No filtra nada. Espera una reacción de Remus, y la que recibe no es para nada lo que había imaginado. Remus se ríe. Primero con discreción y luego con descaro. Se ríe con tantas ganas que se empieza a doblar y a abrazar su estómago. Se ríe mientras Sirius se queda estupefacto sin entender que carajo está pasando. — ¿Conté algún chiste o qué mierda?

—Ay, Sirius. — La risa de Remus disminuye y una sonrisa queda en su lugar. El chico mira a Sirius. Hay una ternura, un amor inexplicable e indescriptible, en los ojos de Remus. Sirius ha sido visto de muchas formas, pero jamás, absolutamente nadie, lo ha visto así. Es la primera vez en su vida que Sirius se siente amado, se siente protegido, querido, a salvo, seguro de querer ser visto así hasta su último aliento. Solo por esos ojos. Nadie más. — Gracias por decirme lo que sientes. — La voz de Remus es suave, amable y comprensiva. — No tienes que preocuparte por eso. Comprendo que tu situación ha de ser...algo nueva para ti.

—No quiero que lo hagamos en un baño. Y en verdad no quiero cagarla. No dejo de tener erecciones cada que pienso en el faje que tuvimos. — Sirius habla como si estuviera a punto de llorar. No se había dado cuenta de lo frustrado que se siente hasta ese momento. — Me gustaría tener más contacto físico, pero eso hace que se me pare, y no sé si tú quieras que nos toquemos más...

—Si haces algo que no me gusta, yo te lo diré. — Remus levanta su mano y la posa en la mejilla de Sirius. Es un movimiento suave, lleno de inocencia y de amor, y aún así Sirius no puede evitar tener una reacción ante eso. Su pulso se acelera, su corazón brinca y vuela y salta lleno de alegría, anhela poder sentir más de Remus. — Es importante que tengamos comunicación. Yo tampoco me he abierto mucho contigo.

—No como me gustaría, pero bueno. — Remus pone una cara seria muy graciosa, y luego ambos chicos se ríen. Terminan su helado en una banquita que encuentran por ahí y Sirius habla sobre lo que le ha estado molestando. Remus escucha en silencio, con esa mirada que hace que Sirius pueda seguir hablando sin temor a nada. Cuando termina, Remus lo tranquiliza con palabras bondadosas, lo llena de seguridad y le asegura que no estará solo en la travesía que han decidido emprender. Sirius le cree. Le creería aunque no fuera verdad, aunque esos labios le gritaran mentiras o lo acariciaran con falsedad. Le cree porque sabe que no es fácil, y Remus se lo ha dicho. Le creerá hasta que los hechos demuestren lo contrario.

EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora