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Bueno, desde que retomé este fanfic he esperado por este momento. No tienen idea de las veces que imaginé en cómo sería, me tomó un poco de tiempo, pero aquí está. Con este cap doy por concluida la segunda mitad, cada vez más cerca del final. Lo más probable es que no publique la próxima semana, aún tengo que poner mis ideas en orden, pero no es un hecho.

Quiere agradecer por todos los comentarios de apoyo que recibí, en verdad muchas gracias por tomarse su tiempo y darme ánimo, no saben lo mucho que significó para mí. Gracias infinitas por absolutamente todo. !Los amo! ❤


—Creí que ya lo habías hecho. — Remus mira a su amiga con angustia. Lily suspira y lo toma de las manos al mismo tiempo que suaviza su expresión. — ¿Por qué no te decides, Remus?

—Aún tengo miedo, Lily.

—Y es normal tenerlo. Pero no puedes permitir que eso te impida ser feliz. — Lily aprieta su agarre y frunce un poco el ceño. — No puedes evitar vivir tu vida para protegerte del sufrimiento.

—¿Cómo se lo digo? — ¿Cómo decirle a Sirius que está dispuesto a darle una oportunidad?, ¿cómo decirle que ya no soporta un segundo más sin sentir su calor, oler su aroma, probar sus labios?, ¿cómo convencerlo que también está enamorado de él, que siempre lo ha estado, y que ahora se permite tener ese sentimiento? No sabe si Sirius lo aceptará; no sabe si Sirius aún quiere ser más que amigos. Y eso es lo que aún lo detiene, lo que lo frena. El rechazo de Sirius es algo que no podría soportar.

—Estoy segura que no importa cómo se lo digas, Black lo entenderá. — Lily sonríe y Remus la imita sin mucho éxito. No solo tiene miedo, está aterrado. Ha vivido aterrado toda su vida, pero Lily tiene razón. Se pregunta una vez más si Sirius vale todas las inseguridades que lo carcomen, y una vez más se responde que el tiempo que pase junto a Sirius lo vale todo.

Las vacaciones decembrinas han empezado y, al igual que el año anterior, Sirius festejará las fiestas fuera de Londres y junto al resto de su familia. El chico no para de refunfuñar y de quejarse respecto a eso, así que James se apiada de él y hacen su propio festejo dos días antes de que Sirius se vaya. El lugar destinado es la casa de Peter, y aunque es la primera vez que Remus visita el hogar de su amigo, los nervios le impiden disfrutar plenamente el momento. Toda la tarde se la pasa ausente, con la mente llena de Sirius y en mil maneras de cómo expresar sus sentimientos. Tenerlo tan cerca, con esos ojos grises y esa sonrisa salvaje que roba el aliento, le complican la situación a Remus. Quiere gritarle y decirle todo en ese mismo instante; quiere vomitar lo que está pensando y besarlo frente a James y a Peter y a toda Inglaterra. Se contiene por pura fuerza de voluntad. Sabe que aún no es el momento, aunque tampoco le queda mucho tiempo. Quiere pasar Navidad y Año Nuevo con la mente tranquila y despejada, o al menos no con ese pendiente.

Es al día siguiente que, después de darle muchas vueltas al asunto, Remus se decide y va a casa de Sirius. Es la primera vez que va por iniciativa propia y sin que Sirius lo haya invitado. Eso lo pone aún más nervioso, y con mano temblorosa toca el timbre. Espera unos segundos y la puerta se abre dando paso al mayordomo de los Black: un hombre bastante poco agraciado que mira con desprecio a Remus. El señor le pregunta a Remus qué quiere y este busca el poco valor que le queda para responder que ha ido a visitar a Sirius. El mayordomo frunce el ceño, no muy seguro de dejar pasar a Remus, pero al final lo hace.

Hay un silencio sepulcral dentro de la casa de los Black, como si nadie viviera ahí. El hombre de ojos saltones le indica a Remus que el joven Black se encuentra en su habitación y Remus le da las gracias. Camina con paso tembloroso hacia el cuarto de Sirius, un camino que ya se sabe de memoria. Mientras sube las escaleras, su mente divaga en todas las veces que ha estado ahí, y se detiene en un momento en específico. Recuerda el sol sobre su piel, la aplastante presencia de Sirius sobre su espalda, los labios de Sirius acercarse a él, su mirada llena de deseo y lujuria... Es hasta ese momento que Remus comprende lo que Sirius sintió en ese momento. Toda la frustración, toda la impotencia del chico al no poder hacer nada por poder sentir un poco más de la persona de la cual está enamorado. Remus la siente, y la vive, y se ve reflejado en Sirius. Aprieta sus manos en puños y duda por unos segundos antes de tocar la puerta. Suspira un par de ves, y llama muy quedamente.

Toca tres veces y no obtiene respuesta alguna. Remus se pregunta si sería muy descortés entrar a su cuarto sin que Sirius se lo haya permitido. Concluye que no tiene nada que perder y abre la puerta con sigilo. Sirius está sentado al borde de su cama, tiene unos audífonos puestos y la guitarra eléctrica en sus manos. Hay un par de cables en el suelo, al igual que un amplificador y algo parecido a un pedal con varios botones. Remus suspira al verlo tan concentrado en lo que hace que no está muy seguro de poder interrumpirlo. Pero es el mismo sentimiento de amor que lo impulsa a acercarse a él y rozar su hombro con ligereza. Sirius se gira de inmediato al sentir el roce y levanta la mirada. Una enorme sonrisa surca su rostro casi por inercia.

—¡Remus! — La alegría en su voz es contagiosa. Se quita los audífonos y recarga la guitarra en el borde de su cama. — Vaya sorpresa. — Remus también sonríe, sin darse cuenta. Da un par de pasos hacia atrás en cuanto Sirius se pone de pie.

—Espero no ser inoportuno.

—Para nada. — Hay un silencio entre ellos, en el que se miran y se pierden en el otro. Remus ve a Sirius, y ve todas las noches que estuvo con él en el hospital, lo ve apoyándolo y dándole ánimos para seguir adelante; lo ve en la escuela, lo ve en las veces que han salido, lo ve y no puede verse sin él, sin Sirius. El deseo que hay en los ojos grises se refleja en Remus, lo inunda y lo impulsa hacia adelante. Sus miedos ya no le importan, ni se acuerda de ellos. Qué tonto fue al creer que esos labios no valían la pena. Qué ingenuo fue al pensar que podría vivir sin ellos.

Remus y Sirius se encuentran, sus labios chocan, se mueven al compás; al principio en un movimiento titubeante, pero luego con fiereza. Llevan un año esperando encontrarse. Un año que se desvanece en ese beso húmedo. Remus siente que su cuerpo se electrifica, una corriente que lo recorre y que explota dentro de él. Su mente se nubla, no hay rastro de raciocinio en su interior. Sirius lo toma de la cintura y lo pega a su cuerpo. El calor golpea a Remus, hace que su sangre fluya y se acumule en su entrepierna. El pecho de Sirius contra el suyo, sus manos tomando su rostro, inclinando su cabeza y profundizando el beso... Hay un sonido que toma a Remus desprevenido. Es un sonido que retumba dentro de Sirius y sale de sus labios en cuanto sus lenguas se encuentran. Sirius gruñe y frunce el ceño, gruñe y Remus tiembla, sus piernas flaquean, se separa para poder tomar aire.

Ambos chicos se miran, se miran como nunca antes se han visto. Sirius jadea, Remus jadea, ambos con la misma desesperación de poder sentirse de nuevo. Remus baja la mirada y Sirius lo toma del mentón para levantarle el rostro. Remus lo ve acercarse y cierra sus ojos en cuanto siente el beso en su frente. Sirius suspira y lo rodea con sus brazos. Remus lo imita. Lo abraza y se inunda de Sirius, de ese olor a madera y a cigarros que tanto lo caracteriza. Se droga de él, lo marca con fuego en su memoria.

—Te tomó un tiempo, eh. — Sirius se ríe, lleno de alivio, lleno defelicidad. Remus lo imita. Ríe como nunca ha reído, ríe con el corazón en lamano, ríe lleno de esperanza y dicha.

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