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Remus sabe que algo no está bien en cuanto ve a Sirius al abrir la puerta de su hogar. El chico entra sin saludar, tiene el ceño anormalmente fruncido y murmura cosas que Remus no logra comprender. Cuando le pregunta si está bien, Sirius lo mira con mucha seriedad y tarda bastante tiempo en responder.

—Los exámenes de ingreso a la universidad ya pasaron. — Sirius habla demasiado rápido, pega mucho las palabras y Remus le pide repita lo que dijo.

—Fueron el año pasado, Sirius. En la escuela no dejaban de decirlo. — Remus no comprende el tema de conversación por el que ha optado su novio. Está casi seguro que Sirius no quiere ni tiene interés en ir a la universidad, así que no le encuentra sentido a la preocupación que el chico demuestra claramente respecto a eso.

—¿Por qué no me dijiste?

—Creí que no querías ir a la universidad.

—¿Yo? ¿Qué? ¡No! — Sirius se acerca a Remus, demasiado, lo penetra con esa mirada gris y lo toma de las manos. Antes de que el chico pueda decir algo, Remus lo interrumpe. Ya sabe a que ha ido Sirius, sabe lo que le dirá y sabe qué hará para poder ayudarlo.

—Definitivamente no. — Le toma a Sirius un par de minutos hacer que Remus lo escuche. Es casi imposible cuando este se niega ante cada sonido que sale de la boca de Sirius. No quiere que suceda de nuevo. No quiere que Sirius tenga que sacrificarse por él. No quiere ser una carga. No de nuevo.

—Tómalo como regalo de cumpleaños. — Remus levanta una ceja. Ya no debería de sorprenderle la casi nula capacidad de Sirius para poder leer el ambiente. — En verdad no me cuesta nada. Además, estamos hablando de tu futuro. Mientras más rápido termines la universidad, más rápido empezarás a laborar. — Remus suspira, le da la espalda a Sirius y camina a refugiarse en la cocina. Como era de esperarse, Sirius lo persigue. No deja de decirle los múltiples beneficios que tiene cursar la universidad lo antes posible. Remus no difiere de lo que escucha, y eso lo dificulta todo. Tener otra oportunidad para poder ingresar a Oxford parece un sueño hecho realidad. Es demasiado tentadora la oferta. Lily le diría que la aceptara, su madre le diría que la aceptara; hasta un desconocido le diría lo mismo. Remus no puede. No puede cuando esos ojos grises tienen que pagar por ello. No puede cuando Sirius lo único que ha hecho por él es ayudarlo y no dejar se hacerlo. No puede porque nunca podrá hacer lo mismo por Sirius. Remus no quiere depender de que Sirius le arreglará la vida siempre. No quiere que Sirius piense que es por eso que está con él. Remus vuelve a suspirar, perdido.

—Sirius. — El tono de Remus es serio. Mira a Sirius directo a los ojos. Se pierde en esa marea gris llena de amor desinteresado. Se deja envolver por ese deseo de ayudar que exuda Sirius. Está a punto de flaquear, casi. — Agradezco tu ayuda...

—No me vayas a rechazar, Lupin.

—Pero no la necesito. — Sirius frunce el ceño, luce demasiado guapo al hacer ese gesto. Se cruza de brazos y hace un puchero con los labios.

—Dame una razón.

—Porque no. — Remus camina hacia el comedor y Sirius lo sigue, de nuevo. Su casa es demasiado pequeña para escapar de la insistencia de Sirius.

—Esa no es una razón.

—Sirius...

—Mira, Remus. Détente. — Sirius sujeta al mencionado por el hombro y este se ve obligado a mirarlo de frente. El chico aún tiene esa expresión que acentúa su belleza, decidido a no darse por vencido. Si tan solo no fuera tan guapo y tan necio sería un poco más fácil. — Si estás pensando que voy a sacrificarme o algo, ya te dije que no es un sacrificio, que lo hago porque te quiero y porque siempre buscaré lo mejor para ti. — Remus hace el intento de hablar, pero Sirius lo detiene. — Y si también estás pensando que voy a hacer que pases directamente a la universidad, no será así. Te conozco y sé que no te gustaría hacer eso. — Es la curiosidad lo que hace que Remus pregunte:

—¿Cómo? — Sirius no disimula, el muy descarado. Una sonrisa de triunfo aparece en su rostro, quiebra las negativas de Remus, toma la ventaja que el chico le ha dado.

—Sólo haré que te dejen hacer el proceso de aceptación un poco después que los demás. Si te aceptan o no será cosa tuya. — Remus ve en Sirius lo que las palabras del chico causan en él. Se rinde. Imposible no hacerlo. Nadie podría. No cuando Sirius siempre ve detrás de su camuflaje. No cuando conoce las palabras exactas y los gestos justos para dejarlo sin aliento. No cuando lo toma del rostro y lo acuna entre sus manos para acercarse a sus labios. Cuando lo besa, cuando su aroma a madera y cigarrillos le azotan la nariz. Su boca se abre y lo inunda su lengua. Remus se derrite en esos brazos fornidos que lo aprietan con fuerza. Ya no recuerda porque se negó a Sirius. No recuerda nada. Nada más que esos labios.

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