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En el último mes de las vacaciones de verano, Remus no logra conseguir un trabajo y dedica su tiempo a estudiar, lo cual su madre siempre le ha dicho tiene que hacer en lugar de ponerse a trabajar. La ironía llega cuando Sirius le pregunta a Hope si Remus puede salir a divertirse con sus amigos, y ella siempre le dice que sí. Obviamente Remus no se queja. Disfruta salir con sus amigos, y reconoce que son las primeras vacaciones de verano en las que tiene amigos con los que salir y pasar un buen rato. Es un sentimiento nuevo y bastante agradable; es como una felicidad persistente.

Esa mañana Remus se despierta un poco más tarde de lo usual. Faltan tres días para que empiece el nuevo ciclo escolar, y está dispuesto a aprovechar el tiempo al máximo y estudiar lo más que pueda. Es cuando se está preparando el desayunado que cae en cuenta que su mamá aún no llega del trabajo. Tuvo el turno de la noche y eso significa que llega a más tardar a las 7 de la mañana del día siguiente. Remus revisa el reloj que se encuentra colgado en la pared de su cocina. Son las 9:30. Frunce el ceño y apaga la parrilla de la estufa que está ocupando. Camina hasta su recamara, con una sensación extraña en el pecho, cuando escucha que le están llamando al celular. Abre la puerta del cuarto con aprehensión y agarra contesta la llamada. Ni se ha fijado en quien lo está llamando.

—¿Hola? — El corazón de Remus se encoje. Su pecho lo asfixia. Su pulso le impide comprender lo que está escuchando. No entiende nada, no quiere entenderlo. La habitación se vuelve aun más pequeña. Todo se le viene encima, todo le da vueltas. Las palabras que le ha dicho el doctor se repiten en un bucle sin fin. Infarto. Infarto. Infarto.

Sin perder ni un segundo más, Remus guarda su cartera, sus llaves y su celular en los bolsillos de su pantalón. No desayuna. No tiene estómago en ese momento. El recorrido de su cuarto a la puerta principal de su casa le resulta infinito; siente que pasan horas hasta que, por fin llega, y se topa contra algo cuando la abre.

—¿Te vas sin invitar? — La voz de Sirius inunda su ser. El tono juguetón que hay en su voz le brinda un poco de aire para no morir ahogado. Sus miradas se encuentran y Remus ve como los ojos grises se transforman. Ya no lucen divertidos, la preocupación se refleja en ellos. —¿Estás bien?

—Mi mamá está internada en el hospital. Tuvo un infarto.

Remus escucha al doctor sin escucharlo. Ve como el hombre mueve la boca, como mueve sus manos, pero Remus no logra comprender ni una palabra de lo que le está diciendo. Tu madre tiene insuficiencia cardiaca. A su lado, Remus siente a Sirius, siente que también habla; sin embargo, incluso su voz le es imposible de procesar. Es el segundo infarto que tiene. Todo se siente tan lejano, ajeno a Remus. No quiso que te llamáramos cuando tuvo el primero. Remus se ve a si mismo. Su mirada desenfocada, la ausencia de su presencia. Ve a Sirius. Su ceño fruncido, sus brazos cruzados, la tensión que se acumula en su cuerpo. Y ve de nuevo al doctor. Un hombre pulcro de cabello ligeramente rubio, muy profesional al hablar, aunque con un poco de tristeza en sus ojos. Remus deduce que es compañero de su mamá. Hope necesita un bypass coronario.

—Ten. — Con la vista fija en el piso, Remus no ve cuando Sirius se sienta junto a él y le extiende algo. Sus ojos tardan un poco en enfocar el vaso de café que Sirius le ha llevado. — Y esto también. — En la otra mano Sirius sostiene un pequeño paquete rectangular. A Remus le toma menos tiempo poder reconocerlo.

—Gracias por quedarte. — Remus agarra lo que Sirius le ha ofrecido, aunque no lo mira al rostro. No tiene la fuerza necesaria para soportar esa mirada gris. Sirius no responde, se mantiene callado por un buen rato. En otra situación, Remus sentiría intriga por el silencio de Sirius; pero ahora su mente está llena de tanta culpa que no deja espacio para otra cosa. No puede creer que nunca notó la enfermedad de su mamá. ¿Qué clase de hijo es? Es un egoísta. Estaba tan encerrado en su propio mundo, que su mamá dejó de formar parte de él. Todas esas veces que regresaba antes del trabajo, cuando le decía que solo se sentía un poco cansada... ¿cómo no pudo darse cuenta?

Mientras espera para poder ver a su mamá, hay una rabia inhumana que crece dentro de Remus. Una rabia hacia sí mismo tan fuerte que lo impulsa a querer golpearse; golpearse hasta quedar inconsciente, golpearse para poder sentir aunque sea un poco el sufrimiento por el que está pasando su mamá. Remus se muerde el labio inferior, se lo muerde mientras gruesas lágrimas resbalan por sus mejillas. Sus manos tiemblan, el café que Sirius le ha llevado tiembla también. Remus tiembla, se desmorona, trata de controlarse y le es muy difícil. No quiere causar una escena en el pasillo del hospital. No quiere que Sirius lo vea en ese estado tan deplorable. Pero es cuando este posa su mano en el hombro de Remus que ya nada le importa. Levanta la vista y se encuentra con unos ojos grises que lo miran como solo los de Hope lo han visto. Remus deja el café en el piso y se cubre el rostro con las manos mientras se permite externar sus sentimientos. Los cálidos y fuertes brazos de Sirius lo rodean, y Remus esconde sus lagrimas y sus berridos en ellos.

Un par de horas después, Remus ya puede ver a su madre. Solamente le han permitido pasar a él, así que Sirius se queda afuera esperando. Antes de entrar a la habitación, Remus suspira y trata de hacerse el fuerte lo más que puede. No quiere que su madre tenga otra cosa más por la que preocuparse.

Hay varias camas y la de Hope se encuentra al fondo. Remus camina hasta ella y siente como sus piernas flaquean en cuanto la ve. Su mamá luce bastante peor de lo que imaginaba. Tiene los ojos cerrados, pero los abre con lentitud en cuanto lo oye llegar. Hope hace el amago de decir algo, pero Remus se lo impide. Se sienta en la pequeña y destartalada silla que hay junto a la cama, y toma la mano de su mamá entre las suyas.

—Perdóname, mamá.

—Perdóname tu a mí, Remus. — La voz de Hope es débil. Remus quiere volver a impedirle hablar, y ella se niega. — Debí haberte dicho. Creí que el medicamento sería suficiente.

—Mamá...

—No quiero que descuides tus estudios por tener que cuidarme. No quiero ser una carga para ti. — Las palabras de Hope hieren a Remus. Después de todo lo que ella ha hecho por él, después de todo por lo que ha tenido que pasar, lo que ha sufrido por Remus...

Remus le asegura que jamás será una carga, y que no tiene quepreocuparse por absolutamente nada, que él se encargará de todo. Sin embargo,suena más convincente de lo que se siente.

EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora