Capítulo 62

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~ Julietha ~
Cara a cara

No supe porque lo hice, ni porque quería enfrentarme a eso de una vez, lo tenía allí y me aterró ser conscientes de que mis miedos tenían vida propia, nombre y compartían mi apellido.

Vi el Ave fénix de mis recuerdos. Revisé en mi celular las fotos divulgadas en los artículos de mi exposición en Francia, las escasas que fueron tomadas a escondidas con mi autorización, me encerré en la habitación al llegar a la casa de la playa, me sumí en silencio tras haberle advertido a mi progenitor que no se acercará a mí y por ese motivo no entendí porque a la medianoche, tomé mi celular y marqué su número.

—En el café de la esquina del parque. A las 10 de la mañana. Te veo allí.—no esperé a que respondería, dejé el mensaje en el buzón de voz y me dormí.

Recuerdo tener pesadillas, despertarme y caminar en vela por la casa de la playa a sabiendas que Aarón dormía en un cuarto cercano ya que supo entender tácitamente que necesitaba mi espacio para procesar esa sacudida de mis recuerdos tan inesperada.

Me descubrió una hora después de que rondaba por la sala, me tomó de la mano acercándome hasta su pecho, besando mi frente y llevándome hasta la habitación como una niña pequeña diciendo que todo estaba bien, que no debía preocuparme más, que ya nada me pasaría; nos recostamos, yo acodándome a su lado, él construyendo un abrazo como escudo para mis demonios y quedándome dormida a los minutos.

Me desperté subida en su pecho prendida como un mono a su árbol, estaba apresada pero conseguí zafarme de su agarre. Me di una ducha y él aún seguía dormido, volví a su lado, pasé una mano por su cabello con delicadeza, quise despertarlo, contarle de mi encuentro secreto y luego me arrepentí. Le dejé un mensaje diciendo que volvería para el almuerzo o tal vez antes, que no me llamara y que estaría bien.

Llegué 9:47 AM a la cafetería, volví a tomar café después de casi un mes sin ese vicio amargo, sentir ese sabor impregnado en mi lengua fue gratificante. No esperé mucho, tan solo fueron tres minutos hasta que se apareció allí, con una camisa suelta parecida a la del día anterior y una gorra que no parecía decidido a sacársela. El perro negro a su lado también fue invitado a entrar; y al verme se dirigió directo hacia la mesa, apoyó sus codos sobre la madera en plan amistoso y yo me recliné para atrás por inercia.

—Buenos días, hija.—me saludó y yo le respondí con educación.

Llegó la mesera para atender su orden, se pidió un café idéntico al que me gustaba a mí y yo añadí otro igual, se mostró sorprendido al notar ese detalle; sus ojos igual de azules se desviaron hasta mi taza vacía y el pedido anotado en el bloc de la joven, me miró confundida y luego prosiguió.

—Supe que te fuiste a Francia. Quería intentar tener esta charla antes.—mencionó siendo así como empezaría su lamentoso discurso—No conseguí verte hace tres años, a pesar de que lo intenté tras romper mi vicio con el alcohol—comentó y vi sus uñas mordidas, quizá una evidencia de la ansiedad que producía la abstinencia—esta solo fue una casualidad que agradezco.

—¿Qué quieres saber?—le pregunté directa, si me tenía aquí era porque algo debía querer o sino no me hubiera atormentado por tanto tiempo, cuando algo no te importa en lo más mínimo se te olvida que existe ¿no es así?—¿Qué quieres que te cuente? ¿Qué deuda necesitas saldar para olvidarte de mí?

—Vine porque quiero enmendar mis errores contigo,—confesó y lo noté algo honesto—con tu hermanito, quiero conocerlo y formar parte de su vida.—¿tan siquiera sabría cómo era Santiago?—Sé que estuvo mal alejarme de ustedes sin más, princesa.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora