Epilogo

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~ Julietha ~
La promesa que no pude cumplir

Todo lo que debían saber de mí era que estaba bien hasta ese momento. A pesar de cada obstáculo, a pesar del riesgo que me jugué al irme, a pesar de sentirme perdida en cada lugar nuevo que conocía, a pesar de haber estado al borde del colapso.

Me abrigué con el chal que llevaba encima y que me había regalado una señora que me solía hablar acerca de maternidad y darme nombres con significados muy bonitos para niñas. Porque sí. Tendría una pequeña guerrera, que llegaría a conocer este mundo porque de mí dependía que así fuese.

Era muy consciente de que quizás todos estuvieran muy preocupados por irme sin avisar y no contactar a nadie, pero no podía arriesgarme más de lo debido. Los teléfonos podían localizarse y Elliot debió haber alertado a Logan o Dominik, y uno de los dos a Aarón.

A estas alturas él ya se habría enterado que esperaba un hijo suyo y nos estaría buscando por mar, cielo y tierra. Al volverlo a ver le pediría disculpas por tener que irme, por haberle prohibido ver cómo su pequeña hija crecía cada día un poco más y ya comenzaba a moverse, hacia unos días fue cuando la había sentido por primera vez.

Lloré como no tenían idea y lo grabé con la cámara que no soltaba por nada del mundo, y que fue una de las cosas que pude conservar tras el incidente antes de terminar en aquel nuevo lugar con una vista preciosa.

Cada nuevo descubrimiento lo documentaba para algún día enseñarle a mi hija los lugares que ambas habíamos conocido sin mencionar que estábamos tratando de buscar un lugar donde creciera sin peligro alguno acechándola.

Comenzaba a entender que la única cosa que te daba poder era el dinero. Era lo único que compraba al mundo y te colocaba en cualquiera de los diversos pedestales de la vida. Ya algunas personas comenzaban a perderlo y eso nos traía la calma a nosotras, nos acercaba a la oportunidad de volver con Aarón.

Esperaba que el cuadro ya hubiera llegado a sus manos. Había dejado de pintar, o mejor dicho, era muy rara la vez que tomaba un pincel. En uno de esos días, en Vancouver, cuando me quedé con los amigos de Elliot, que nunca asistieron a la boda aunque fueron testigos de la pedida de mano, me recibieron al pedirles que me acogieran por un par de días que se convirtieron en semanas al comentarles acerca de que las cosas con Elliot habían terminado mal y ahora estaba en "la calle".

Mi estancia en su casa se prolongó por dos semanas, en uno de esos días me dispuse a rehacer el cuadro que ya estaba hecho pero no me convencía. Esa vez no lo pensé mucho y terminé pintando algo que empaque y envié hasta Los Ángeles junto a un sobre con algo que le serviría a Aarón para cambiar las reglas del juego. Ese mismo día tomé mis cosas y me fui sin avisar. Sin explicación alguna terminé en Seattle. Quizás en busca de un aroma que me produjera el sentimiento de hogar que hace varias semanas no experimentaba.

Fue donde mi cacería empezó y mi tormento se reanudó. Un error que de haber previsto jamás cometería. Y en un intento de huida terminé en aquel lugar, con aquella señora que se llamaba Hilda, sentándome frente una ventana cada tarde con el chal y una taza oyendo como eran los primeros meses de una madre primeriza.

Las noches eran las más tormentosas, porque las pasaba sola y mis demonios acudían, y aquella pesadilla se repetía como disco rallado en mi memoria. Una pesadilla que viví en carne propia y me hizo alejarme todo lo posible de casa.

Esa noche también me pasó, me levanté como un resorte de la cama con la frente sudorosa y el cuerpo tembloroso, sentí una punzada en la espalda, ya no era factible moverme con tanta facilidad con casi cinco meses de embarazo. Cada vez menos tiempo para conocer a mi niña. Y antes de ello debía encontrar un nuevo lugar para vivir los primeros meses tranquilas.

Había vuelto a cambiar de número. Solía hacerlo constantemente, ya que conocía a nuevas personas y era mi manera de comunicarme con ellas. Así que al cambiar de locación desechaba aquellos números pero conservaba la tarjeta SMS del número que mi familia tenía registrado. Y revisaba mensajes, y el buzón de voz.

Me partía el corazón oír la voz de Dominik llorando, de Logan pidiendo que me cuidara y me comunicara cuanto antes, cerca de veinte llamadas perdidas por día. Hasta que vi el contacto de Aarón en la pantalla y oí los mensajes que había dejado en mi buzón de voz. No soporte más y volví a cambiar la tarjeta SMS, guardándola con cuidado de perderla.

Tomé la cámara y contemplé la última foto, el cuadro que había pintado para Aarón. Las dos manos agarradas, solo siluetas pintadas de negro con un detalle un poco más claro haciendo referencia a nuestros anillos, aún los conservabas, los tenía colgados en la cadena porque una vez casi llegué a perderlos y no aguantaría si eso sucedía ya que era lo único que conservaba para recordar a Aarón, claramente sino contaba a aquella hermosa pequeña que crecía fuerte y sana.

El fondo era la playa, esta vez un amanecer, un nuevo comienzo. Lo que lo unía al anterior no solo eran los colores, sino que uno de los que conformaban la pareja volvía a esfumarse progresivamente. En el primer cuadro, ella era quien se desintegraba en pedazos y en aquel, era él quien se evaporaba como humo. En la parte de abajo con mi letra, con la misma tipografía y siguiendo la línea en que fueron pintados los cuadros escribí nuestra promesa:

CONTIGO HASTA EL INFINITO

Todos merecemos ser amados de una forma única, al menos ser protagonistas de una historia memorable. Aquella donde no muchas veces se tiene su final feliz pero que aprendes que si se puede salir a flote de la corriente más intensa, qué hay abrazos más cálidos que los rayos del sol y que existen amores que sobrepasan el cielo, que no tienen límites y perduran hasta el infinito.

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Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora