Capítulo 29

268 16 0
                                    

~ Julietha ~
Crecer en soledad

Abrí los ojos perezosamente al sentir mi cuerpo yéndose para un lado, renegué en un idioma que no entendí y me acomodé de costado. Unos brazos me rodearon de cintura, se deschieron de la correa que sentía en el pecho que en realidad era el cinturón de seguridad y quitaron mi cabello del rostro.

Sentí unos labios sobre los míos, no era la primera vez que alguien me daba un beso dormida y por un momento perdí la noción de donde me hallaba y con quien. No solo me besaron en la boca sino en las mejillas y me alzaron sin despegar la tibieza que emanaba sus labios de mi frente. Me sujeté de su cuello y por como me atrajo más a sí, fue certero pensar que no se trataba de Elliot trasladándome de un lado a otro en la mitad de una calle parisina.

—Vamos a descansar.—murmuró cuando tras dar varios pasos ya no había brisa que me diera en la cara sino un aire acondicionado enfriando mis músculos y piernas que las sentía un tanto debilitadas.

Me espabilé un poquito cuando entramos al ascensor del hotel tras oír como Aarón saludaba por si fuera poco a toda la planilla de trabajadores del edificio. Apoyé mi mejilla en su hombro, fui consciente de donde me encontraba y de que pasaría la noche a su lado, que volvería a hacerme suya si yo se lo pidiera. Pero el pesar de mis párpados los obligó a cerrarse de nuevo.

—Tú querías otra cosa...—susurré soñolienta y cansina a la vez—y yo también.

Bostecé en cuanto las puertas del ascensor se abrieron. Su pecho vibró por una risa que murió en cuanto besé su cuello sin pretenderlo si quiera. Guiada por un impulso emanado del interior de mi alma.

—¿Hace cuanto no duermes ocho seguidas?—preguntó dejándome en el suelo. Rebusqué la llave de mi habitación perpleja aún al darme cuenta que recordaba el número de mi puerta para solo una vez que estuvo allí.

—Hace tres años, Aarón.—abrí la puerta y me deshice de los rasgos de cansancio de inmediato.—Las pesadillas también son sueños ¿puedes creerlo?

—Sí.—no me permitió alejarme mucho. Me sostuvo de las caderas ahora sí quitándome la chaqueta y dejándome solo con el top negro puesto. Evaluó mis shorts y su mirada descendió hasta mis piernas.

Giré entre sus brazos, apoyando mis manos en pecho y procediendo a quitar su chaqueta y dejarlo solo con la camiseta sin mangas negra que llevaba debajo. Se la retiró en cuanto vio donde se posaba mi mirada, y guié mi mano hasta ese tatuaje en su pecho que significaba demasiado, que estuvo allí mucho antes de que yo entrara en su vida.

El infinito grabado con tinta en nuestra piel nos unió, cada quien lo hizo en tiempos distintos, con excusas distintas pero era como si la razón principal recién cobrara sentido. Repasé esa línea cruzada con delicadeza, tomó mi otra mano y besó mi dorso, bajando hasta acercarme, rodeándome con sus brazos y repartiendo besos hasta mi hombro.

—Claro que lo sé, pelirroja.—musitó nostálgico.

Ese apodo me hizo relamerme mis labios, y morder el inferior para no sonreír. Negué y le robé una sonrisa por mi repentino comportamiento.

—Nadie más me ha llamado así.—confesé.

—Nadie más cuenta con mi nivel de creatividad.—empleó el sarcasmo.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora