Capítulo 11

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~ Aarón ~
Algunas cosas no cambian

Solté el humo del cigarrillo con lentitud, rememorando sobre lo que sucedió pasado a penas dos horas desde que decidí hacer acto de presencia.

Al tomar mi asiento entre aquellas filas de primera clase que estaban prácticamente vacías, porque eran muy pocas las personas que compraban esos boletos de avión, me sumí en un completo trance. Rechacé todo tipo de bebida y alimento, y me centré en las palabras que Vivianna pronunció horas antes en mi oficina.

«—Hice memoria, amor, como sé quién es tu artista favorita, ¿adivina qué?—yo me encontraba alborotado dejando todo listo para poderme ir por un par de días sin problema así que por poco y no le prestaba atención—Estará en la subasta de tu padre, tu abuela Gertrudis me aseguró eso.» evocó mi memoria con todo y su voz chillona, incluso su imagen dando pequeños brincos emocionada.

Algo en mi pecho vibraba aunque estaba reticente a hacerme ilusiones, algo que creía que estaba muerto volvía a resucitar y avivar los latidos de mi corazón, era normal que me asustase ante las señales que estaba sintiendo dentro de mí a pesar de no estar seguro de nada.

«Negué levantando la mirada, desplazando los papeles pendientes a un segundo lugar hasta que de los labios de la pelinegra salió algo que por primera vez me interesó escuchar, el cual fue el nombre de ella. Con todas sus letras y sin falla alguna.»

Vivianna me lo confirmó varias veces sin que yo se lo pidiese e igual no confié en lo que dijo, aunque de ser verdad, vería sus obras, sería testigo de lo que hacía y lo que la tenía en aquellas portadas de revistas de arte, las cuales muchas veces me había puesto a rebatir con Miguel porque esos cuadros no parecían de la Julietha que pintaba en la madrugada, perdida en su mundo, existiendo solo ella y los pinceles.

Nunca conté con que al montar en aquel avión, y llegar a la gran fiesta para recaudar fondos para la caridad, o al acto benéfico como mi padre lo llamaba, mi mundo volvería a volcarse como lo hizo hace cuatro años atrás, el día que la conocí.

Llegué tarde como ya lo suponía, justo en el preciso instante en el que mi padre pidió que alzasen sus copas para brindar. Capté las miradas de muchas personas, saludé a las más cercanas con mi semblante pacífico, prometí no armar ninguna guerra civil, es decir una guerra intrafamiliar y eso era lo que estaba haciendo, porque fácilmente podría lucir mi cara de mierda con gusto e ignorar los reproches de mi padre.

—Buenas noches. Perdón la demora.—me disculpé en cuanto me acerqué al primer grupo de empresarios que vi fingiendo que iba a allí con algún motivo pero lo que más capto mi atención de aquel tumulto de gente era aquella pelirroja con el cabello semirecogido y con las pecas decorando su espalda al descubierto por lo que dejaba ver su vestido.

Me quedé dubitativo unos segundos, noté que cambió de postura como un soldado que sabe que la guerra acaba de terminar y ya no tiene que pelear más, que ya no tiene que seguir usando unas barreras que ya no le sirven de nada. Mi ilusión aumentó creyendo que de verdad era ella, que no me equivoqué, mucho menos la confundí con terceros.

Los recuerdos volvieron e impactaron igual que una bala atravesando el pecho, el corazón y generando la sensación de vacío, de carencia, de desconcierto por no saber qué pasaría a continuación.

Dio media vuelta sobre su propio eje, el color claro de su mirada contrastó con lo oscuro de la mía. Dos corazones rotos, dos corazones que a penas latían, dos corazones que ya no podían dar más, dos corazones que iban perdiendo pieza por pieza se hallaban en un mismo espacio, frente a frente, lidiando con la incertidumbre de si solo éramos un espejismo o si de verdad por azares del destino habíamos coincidido justo en este lugar.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora