Capítulo 21

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~ Aarón ~
Las pesadillas también son sueños.

Seattle, Mansión de Los Ruiz
Dos días antes de que Julietha se marchara a Francia.

Caos. Así era mi vida desde que Julietha no formaba parte de ella. Había pasado un mes y yo sentía que esos treinta días fueron los más largos de mi existencia.

No quise pero terminé replanteándome como fue que en mi sistema una mujer se había internado tanto en tan poco tiempo, que en menos de un año Julietha equivalía a todo para mí y era porque pudo hacerme sentir vivo de nuevo...diferente, me devolvió parte de mi esencia que había dado por perdida, me dio motivos, me regaló sueños y deseos, me hizo enamorarme hasta de su más insignificante característica para luego no ser capaz de dejar de amarla.

Era impresionante como una persona podía convertirse en una necesidad, pero no en una de esas que te orillaban a la destrucción y causan dependencia, sino una de esas que te creaban una fuerza para luchar por obtener aquello, te hacía vivir para evitar no sentir ese vacío de su ausencia.

Ahora mi eje era aquel: sobrellevar todo para que el tiempo avance con rapidez, librarme de aquel castigo sin razón y poder intentar salvar lo poco que habría para entonces entre Julietha y yo. Vivía para rescatar un amor que no podía ser pasajero, para decir un perdón de rodillas y para cumplir la promesa de hacerla feliz.

Me sentía culpable porque creía que le había quitado algo de vida a Julietha, se reflejaba en toda ella, lo notaba cada que nos cruzábamos y sin querer bloqueábamos el paso del otro en un pasillo que aún compartíamos, nuestros cuerpos se seguían buscando, nuestras manos luchaban por entrelazarse al estar a pocos metros de distancia, ella evitaba mi mirada y yo reprimía las ganas que tenía de abalanzarme sobre ella y susurrarle que todo lo que hacía era por su bien, por asegurarnos un futuro juntos si es que sin pedírselo ella me regalaba un poco de tiempo y paciencia...así sean mezclados con rencor.

Aunque si ella conseguía avanzar y dejarme atrás tampoco era como si se lo reprocharía. Estaría feliz por Julietha, verla con una sonrisa en el rostro era mi objetivo, a pesar de no ser yo quien la ocasione.

Oí la puerta cerrarse a mis espaldas. Odiaba esperarlo y aún así tenía que hacerlo porque de lo contrario él lo interpretaría como un desplante por mi parte y actuaría. Cristobal siempre accionaba sin avisar, aunque de alguna extraña manera yo conseguía adelantarme a sus pasos, quizás porque era una versión mejorada de sí mismo.

No venía solo, traía a su hija consigo que se sentó en los sillones empotrados en un lado de la oficina. Me recordó a la encrucijada en la que me pusieron hacía un mes y no sentí un buen presagio, ello empeoró en cuanto miré a Natalie y está me sonrió con malicia; el embarazo parecía no haber hecho efecto en ella ni en su cuerpo, es mas, en todos los sentidos, no parecía una madre. Volví mi atención a mi padre quien tras arreglar unos documentos que habían desperdigados sobre su escritorio se dignó a hablar.

—No sabes cuánto me satisface ver que cumples con tu parte del trato, hijo.—empezó recostándose en su silla—Y no le fallas a tu mujer ni le haces faltar nada. Estás redirigiendo tu vida, eso...—entrelazó sus manos sobre su pecho y eso me irritó a tal grado que lo interrumpí.

—Todo ello obviamente fingido porque no siento nada de lo que en las revistas ha sido publicado.—las malditas sesiones de fotos posando como "familia", los posteos en las redes sociales de las galas, los artículos que pagó para que escribieran de nosotros—No tenía motivos para redirigir mi vida cuando ya estaba perfecta pero me condicionaron.—les solté una sonrisa ácida—Mucho menos le podría fallar a Natalie, que no es mi mujer, no lo ha sido...ni lo fue que yo recuerde.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora