Capítulo 39

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~ Julietha ~
La posibilidad es muy alta

—Ahora vuelvo.—traté de sonar tranquila, pero no me sentía así, era como si estuviera arruinando lo que él quiso que saliera bien.

—Juls, por favor.—descendió hasta tomar mis manos, acarició mi mejilla y yo no fui capaz de alzar la mirada, insegura de su reacción—Paso a paso. Nadie te está señalando aquí.

Desistí en irme porque supe que no me lo permitiría o que iría detrás de mí. Deslice mis piernas hasta que pude acercarlas a mi pecho, las rodeé, estableciendo una distancia entre ambos y concentrándome en respirar, dejé caer mi rostro en el hueco que formé con mi cuerpo. Que mi cabello cayera cubriéndome como una cortina fue solo lo que complementó mi encierro forzado en mí misma y mis inseguridades.

Besó mi coronilla antes de apartar mi cabello y revelar mi perfil derecho. Mi mirada estaba perdida en algún punto detrás de él. No quería eso. Estaba descompuesta. Rota. Era como un juguete que debían descartar.

—Debe haber mucho de qué hablar ¿no?—murmuró parafraseando mis palabras—Pues cuéntame lo que quieras. Tenemos todo el día. Y yo estoy dispuesto a pasarme la vida entera escuchándote hablar si eso quieres.

Habló taimado. Cerré mis ojos, ¿Por qué diablos hacía eso? Me dificultaba la misión de no quererlo más. Era un tipo por el que cualquiera se derretiría, era ese hombre que te sostenía al caerte, que te daba fuerzas, volvía a ser ese chico en un solo día, ¿pero que estaba diciendo? en menos de veinticuatro horas me recordó cómo era que alguien te quisiera de verdad o al menos fingiera con tanta naturalidad hacerlo.

—¿Cómo fue volver a ver a Santiago?—me preguntó estableciendo una conversación, dejando la comida de lado como tanto había deseado.

—Fue maravilloso y nostálgico...—lo recordé, todo y cada día que pasé a su lado, lo mucho que lo extrañaba, cuánto quería tenerlo cerca y poder sentarnos con una taza de chocolate caliente o un tazón de helado viendo alguna serie que él escogiera, o jugar videojuegos hasta las tantas en nuestras vacaciones. Comencé a hablar sin que nadie me sujetara la correa para callarme en un cierto punto.

Entre pregunta y pregunta reímos y vi sus intenciones cuando continuó su desayuno de nuevo sin que lo tomase como una invitación a que yo debía hacerlo. Tan solo fui cuchareando el helado para que no se derritiera más. Al terminarlo mientras conversábamos, los panqueques comenzaron a parecer apetitosos pero mi estómago se comprimía.

«Se notan sus rollitos.» «Debe encajar perfecta en el vestido.» «Se va a casar con mi hijo, ¿Acaso no sabes quién es mi hijo?» la voz de Martha, la madre de Elliot apareció en mi cabeza y mis ganas de comer disminuyeron, aunque ya no existía boda a la que asistir perfecta. No me casaría, así llevase el anillo, o los preparativos siguiesen a pesar de que dijeron que se pausaron, o el tiempo siguiera avanzando y la fecha para la que separaron la iglesia se aproximara. No me casaría con Elliot. No lo amaba, de plantearme hacerlo a partir de ahora, tampoco lo conseguiría.

—Pensaba remodelar la casa.—confesó observando hacia las puertas corredizas, yo con mis manos cruzados sobre mis rodillas lo miré extrañada. La casa estaba perfecta, ¿qué tenía que modificar?

—¿Qué cosas? Es hermosa así cómo está, Aarón.—entrecerró sus ojos y no entendí porque, sentí que me acusaba con su mirada pero yo no recordaba nada de lo que fuera culpable con respecto a ese tema.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora