Capitulo 44

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~ Julietha ~
El tropiezo

A penas había ido a casa me encerré en mi habitación tras la mirada atenta de la señora Rosa a la que a penas saludé brevemente mientras cargaba con dos bolsas llenas de pinturas nuevas. Me sentía como niña en Navidad.

Me puse en puntillas palpando sobre mi antiguo armario y bajando un caballete que casi olvidaba por completo que existía. Abrí mi maleta y saqué todo lo relacionado a materiales de arte que tenía, incluso dejé mi cuaderno de dibujo sobre mi escritorio un tanto polvoriento (aún no me tomaba el tiempo de limpiar mucho) y saqué mis audífonos conectándolos en mi celular colocando una playlist buena en Spotify.

Iba a ser mediodía y las posibilidades que saliese de mi habitación así fuese solo para almorzar se me hicieron cada vez menos en cuanto agarré unas hojas y me puse a trazar bocetos para la siguiente colección que le entregaría a Olivia. De la cual había ido a cerciorar detalles y proponerle acuerdos que intrigada aceptó. En la reunión que había tenido con ella me explicó que mi siguiente exposición era en menos de dos meses y tenía ese tiempo para entregarle mis mejores pinturas, que mi representante (es decir, Elliot Graham) no sabía nada y me explico sus motivos.

Sus palabras exactas fueron: «He visto un antes y un después en cuanto a tu evolución artística con respecto a cuando conociste a mi sobrino. Y me parece lo más sabio tomar esa decisión. Ya que si bien mejoraste bastante la técnica en estos últimos años convirtiéndote en una de las mejores, no me contento con ello si en ese camino pierdes tu verdadera esencia.»

Y quería contentar a Olivia. En ese año entero que se convirtió como en mi segunda mamá, en mi consejera y una especie de amiga, mis ganas por enorgullecerla incrementaron con constancia. Además de que sabía que tenía un asunto pendiente con su galería: el terminar dos piezas de una colección de tres. Hacia mucho debía haberla acabado pero la inspiración había muerto. Ahora volvía a resurgir a sabiendas que Aarón era quien tendría esos cuadros, ese estúpido arrogante ya había comprado las piezas, inmediatamente en cuanto se las entregara a la galería, estas pasarían a sus manos.

Esperaba que las cuidara, que no se deshiciera de mi trabajo, que al menos las colgara en una de las paredes de lo que consideraba hogar. No me importaba si no valían lo suficiente como para tenerlas en nuestro lugar seguro, tan solo quería que no se deshiciera de ellas.

Mi atención no se desvió en ello, sino en la nueva colección para la siguiente exposición. Con un lápiz portaminas comencé a trazar lo que se viniera a la mente, teniendo en cuenta un patrón, algo que las entrelazarás entre las seis piezas que había decidió hacer para esa ocasión. Al tener algo en mente no me depare a pensar en detalles, igual que antaño rogué por encontrar un lienzo en blanco y buen estado, al hallarlo me dejé ser, libre y sin ataduras, con la ligereza de plasmarlo con los detalles que surgieran en el momento basándome con algo ya en mente.

La décima canción de Ariana Grande sonaba por mi auriculares (con buena playlist me refería a un mix de todos sus éxitos) y tenía las manos manchadas de pintura azul igual que la cazadora gris salpicada con gotitas diminutas de color blanco y los vaqueros con una gran mancha grisácea, supuse que luego podía tomarme la molestia de hacerlo un bello diseño personalizado.

No me detuve hasta que casi tumban mi puerta en un aporreo estruendoso. Revisé la hora asustada y vi que eran las dos de la tarde. Me quité los auriculares oyendo el grito que amenizaba con derribar el trozo de madera.

—¡Julietha! ¡¿Estás viva?! ¡Da señales de vida! ¡Me estoy preocupando!—la voz de Dominik al otro lado me hizo sonreír, dejé la paleta de pinturas sobre mi escritorio y fui abrir.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora