Capítulo 92

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El faro de los sueños rotos
~ Julietha ~

La caminata no fue tan larga ni un paseo sin saber a donde nos dirigíamos. Nunca había paseado por Marsella a pesar de haberla visitado más de una vez. Casi siempre me encerraba en la habitación que me asignaban en la casa de los padres de Elliot por lo que me pareció extraño hacerlo por primera vez con Aarón.

A la distancia el puerto viejo era algo que se veía muy lejano y supuse que podríamos pasar por allí, dar una vuelta y luego volvernos a casa. Siempre había querido ir, solía verlo desde la casa del lago, pero no me había dado el chance de montarme un día de tour. Y contaba con uno de los tres faros que tenía Marsella, era el Sainte Marie o faro Joliette. Suponía que Aarón no conocía el nombre, pero con él nunca se sabía a ciencia cierta.

Cuando dejamos atrás las lanchas al borde del muelle y caminamos sobre un suelo rocoso algo más estrecho me di cuenta de que ese era el destino. Era cerca de la medianoche no entendía que hacíamos ahí. Me tomó de la mano haciendo que vaya delante de él. Un señor con un lamparín nos esperaba fuera del faro y nos avistó con el brazo.

Nos dejó pasar e indicó unas escaleras en forma de caracol. Subimos sin mediar palabra, en silencio aunque con la presencia del otro en mente. Llegué sin aliento hasta la parte de arriba quedándome maravillada con la vista.

—Aarón...esto es...demasiado.—y no me refería al dinero o a alguna experiencia que me abrumaba, sino a un hecho tan increíble que parecía no ser digno de nadie.

—Es perfecto.—susurró detrás de mí.

El señor que nos recibió subió unos minutos después, cuando Aarón me rodeó de los hombros al quedarme muda viendo el mar mecerse con tranquilidad por el cristal del faro y nos comentó que justo había una embarcación con productos importados que iba a llegar, por ello fue factible nuestra visita nocturna.

Aarón se quitó el saco y se remangó las mangas entablando una conversación con el señor acerca de la marea.

—Voy a encenderlo. Creo que querrán dar un paso al lado.—nos advirtió haciendo que espabilara y le diera espacio.

La luz se proyectó a la distancia. Y en ese momento un trueno partió el cielo haciendo que me sobresaltara. La llovizna cayó casi de inmediato. Metí mis manos en mi cazadora abierta, viendo como las gotas caían desesperadas por perderse en el mar. Las vi deslizarse por el cristal iluminadas por la luz incandescente que podría atraer a miles de polillas. La tormenta se desató, con rayos intercalados a cada nada.

Contemplé sin poder sentirme más identificada con el clima. Aarón besó mi mejilla cuando me comenzó a susurrar que aquel momento le recordaba a un cuadro que hacía tiempo pinté, de un mar inundándolo todo. Yo era ese mar ahora, ahogándome a mí misma. Era parte de mi propia destrucción. Quise sollozar al sentir sus manos entrelazadas sobre mi vientre, cerré los ojos sin importarme que viera mi rostro reflejado en el cristal como una imagen difusa.

Quería quedarme en ese instante de tregua, en esa noche inolvidable como la había mencionado. No entendí esa necesidad suya por siempre llevarme a lugares tan altos, como la cena en el Space Needle en Seattle y ahora el faro en Marsella. Busque su rostro y quise no seguir escuchando su voz. Poder bloquear sus palabras. No sentirme tan vulnerable en sus brazos. No sentirme especial con él. No sentirme segura. No sentirme amada.

Aún cuando la lluvia dejaba sus últimos rezagos bajamos del faro a eso de la una de la madrugada, minutos antes de ver cómo la embarcación se asomaba entre la marea. Nos dirigimos hasta un lugarcito que era un bar, donde solo pedimos un par de refrescos y apartamos una de las mesas de billar solo para nosotros. Jugamos sin apostar nada pero riéndonos y cantando un par de canciones cuando subían el volumen a melodías muy populares por esos lares. Me oyó hablando francés con una señora para poder hacer que nos vendieran pan a las tantas de la madrugada. Pero debía probar ese pan porque era el mejor del mundo.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora